Un reciente análisis llevado a cabo en la Agencia Estatal de Meteorología revela una alarmante desproporción en los registros de temperaturas muy altas para la época. A nivel peninsular tenemos tantos valores extremos entre 1950 y 2021 como de finales de 2021 hasta ahora si se contabiliza la anomalía de temperaturas de esos días en base a su intensidad y persistencia de manera combinada. Estos episodios empiezan a dominar los promedios climatológicos; tras sufrir este año la primavera más cálida en Navarra desde 1961 y el tercer verano más cálido vamos camino de que este otoño se dispute el primer puesto en el ranking con el otoño de 2022. Un periodo entre la última semana de septiembre y mediados de octubre sin parangón es el evento térmicamente más anómalo en la Península desde al menos 1950.

Al mismo tiempo hemos sabido gracias a una reciente investigación que Europa occidental es la región del planeta en la que más rápidamente se están disparando las temperaturas máximas estivales, lo que nos sitúa en una zona especialmente vulnerable y desfavorable. Debemos ser conscientes de que esos episodios están teniendo impactos muy claros y severos en Navarra. En los dos últimos años podemos identificar los siguientes eventos:

La ola de calor de junio del año pasado, seguida del mayo más cálido y seco en Navarra en al menos los últimos 50 años, desembocó en la peor oleada de incendios forestales con nuevas condiciones de propagación, cuya ocurrencia se está multiplicando por todo el planeta. Las olas de calor se continuaron con breves interrupciones hasta el 15 de agosto y elevaron la tasa de mortalidad de manera muy significativa. Estos excesos de mortalidad alcanzan números similares o incluso superan a los de algunas fases de las olas de la pandemia de covid-19.

Las altas temperaturas de esta pasada primavera, especialmente en marzo/abril, correlacionadas con la falta de lluvia (extensiva al periodo 20 de enero – 15 de mayo) y el aumento de la evaporación han producido consecuencias negativas muy importantes en la producción de algunas cosechas.

Los impactos en los ecosistemas debido a las altas temperaturas de este mes de octubre, en mayo-junio del año pasado o de diciembre de 2021. Es un calor que no toca para la época. No descartamos que muy pronto tengamos temperaturas propias de verano durante la estación del invierno como ha ocurrido en las últimas semanas en lugares del hemisferio sur.

Esta tendencia en la ocurrencia de episodios extremos de temperatura va sin duda a acentuarse y vamos a tener que hacer frente muy pronto a riesgos magnificados en este sentido. Por tanto, los impactos se producen en una variedad de sectores, críticos para nuestro funcionamiento y seguridad (salud, ecosistemas, agricultura, gestión hídrica), y lo que estamos proyectando es que irán a más de manera muy rápida.

Por otro lado, las precipitaciones están sufriendo cambios muy acentuados en su régimen en una variedad de escalas que reflejan una alteración y desajuste cada vez mayores en sus extremos. Encontramos también exponentes en Navarra a lo largo de este mismo año, como por ejemplo la sequía en las primeras dos terceras partes de la primavera, cuyo impacto se ha mencionado ya más arriba, pero al mismo tiempo los siniestros y daños asegurados que han sido causados por la precipitación torrencial y el granizo nunca fueron tan altos en Navarra como este año, según datos oficiales de Agroseguro. Análisis preliminares demuestran que este año la contribución de intensidad de precipitación muy fuerte o torrencial ha contribuido a la acumulación anual más del doble que otros años. Se trata de un régimen muy alterado, a periodos secos muy duraderos le siguen lluvias muy intensas o continuadas. 2019 iba camino de ser el año más seco de los últimos 50 años, pero noviembre finalizó como un mes histórico, el que más lluvia dejó sobre el conjunto de Navarra (contabilizando todos los del año). Algo similar se observó en 2021, aunque finalmente fue 2022 el que sí que cerró como el año que menos lluvias ha visto en la geografía foral. Tanto en 2019 como en 2021 se dieron graves inundaciones, incluyendo víctimas mortales. Y es que los meteorólogos observamos cómo los ríos atmosféricos, que son las cintas transportadoras que permiten transferir la humedad desde zonas tropicales y subtropicales atlánticas hasta las latitudes medias y que abrazan a los grandes anticiclones, llevan más vapor de agua y persisten más tiempo. Por otro lado, el régimen mediterráneo de lluvias cada vez nos afecta ya más en Navarra y empezamos a ver características tropicales en los sistemas de precipitación que llegan a la Península.

Además, en una economía globalizada los desastres inducidos por el cambio climático en otras partes del mundo pueden afectar a zonas muy distantes. La planta navarra de automoción de Volkswagen ha tenido que parar varios días este año debido a las inundaciones sufridas en Eslovaquia, lo que impidió o retrasó ciertos suministros. Ejemplos similares y de mucho mayor alcance han sucedido en China a lo largo de los dos últimos años, dada la gran dependencia que muestra la economía mundial de procesos de producción industrial y manufacturas en este país.

Los desajustes se multiplican al mismo tiempo que presenciamos cómo desastres de distinta naturaleza relacionados con el tiempo extremo han acabado los últimos años con una buena parte de ciudades enteras en Hawái, México, China o Canadá por una combinación de sequedad, altas temperaturas, vientos huracanados, incendios o lluvias torrenciales. Nuestra obligación es medir y pronosticar el tiempo, pero también alertar constantemente sobre todo esto.

*El autor es delegado territorial de AEMET en Navarra