Una de las ramas más fascinantes de la economía de la conducta es el estudio de los sesgos asociados al comportamiento humano. Claro que para poder profundizar en un concepto debemos empezar por definirlo. En este caso, un sesgo cognitivo es un efecto psicológico que produce una desviación en el proceso de nuestros pensamientos y nos lleva a juicios equivocados o interpretaciones erróneas de la realidad. De hecho, existe un códice de 200 sesgos que rigen nuestra vida cotidiana. ¿El sesgo más curioso? Ver sesgos en todos lados.

El propósito de las presentes líneas es distinguir entre los sesgos y las estrategias que usan más a menudo los políticos. En el primer caso, su corrección les podría llevar a tomar mejores decisiones. El segundo caso no tiene remedio: son las formas que tienen de perpetuarse en el poder y que han usado desde siempre… y lo seguirán haciendo a no ser que cambie la estructura que les sustenta.

El sesgo más importante es la ideología. Es un tema de identidad, seamos socialistas, conservadores, liberales o cualquier otra opción. La realidad está subordinada a la ideología cuando debería ser al revés. Esto nos lleva al sesgo de confirmación, según el cual interpretamos los sucesos según nuestros prejuicios previos. En conflictos con trasfondo ideológico como el de Israel y Hamas se ve claramente la idea. Para unos, Israel debe defenderse sin límite alguno para evitar más ataques; otros piensan que existen líneas que no se pueden traspasar. Otro caso claro, el asociado al Ministerio de Igualdad. Las últimas estadísticas indican que han aumentado los comportamientos machistas entre adolescentes. Para unos eso implica que el Ministerio no sirve para nada, para otros eso implica que se debe aumentar el presupuesto.

El sesgo de disponibilidad asocia la posible existencia de un evento sobre la base que tenemos de una experiencia reciente relacionada con el mismo. Así, los afiliados a un partido político tienden a recordar los casos de corrupción de sus rivales en tanto son los que tienen disponibles en sus bases mentales. Es muy habitual el sesgo de Dunning-Kruger según el cual un individuo tiende a sobreestimar sus habilidades. Es difícil no tenerlo cuando alguien está muy expuesto a los medios o cuando muchas personas le hacen la pelota con el objetivo inconfesable de aumentar la probabilidad de aspirar a un puesto o favor futuro. Este sesgo se da cuando alguien ocupa un puesto con poder, sea en el ámbito público, privado o social.

Es divertido y preocupante el principio de Peter, según el cual todo empleado asciende hasta llegar a un puesto en el que es incompetente para desempeñar sus funciones. Peor es el principio de Peter ampliado: para no molestar al incompetente y que no se sienta mal si lo degradamos, decidimos ascenderle.

Un sesgo poco nombrado es el asociado a la autoimagen: la proliferación de redes sociales, medios de comunicación y dispositivos digitales hace que los políticos dediquen más tiempo a cultivar su imagen que a formarse, reunirse con agentes sociales, reflexionar o profundizar en las consecuencias de las decisiones que van a tomar.

Es el momento de recordar las estrategias políticas más usadas. Comenzamos por la más obvia: fomentar la polarización y el enfrentamiento. Es genial para evitar rendir cuentas: “y tú más”. Es interesante fijar un foco interesado de debate y repetir, repetir, repetir. Si te acusan de corrupción lo mejor es tocar algún asunto sensible y promover cualquier tipo de deliberación. La inmigración o la educación son ideales. También es muy útil esperar a que pase el tiempo: como dice la sabiduría popular, ya escampará. Los pocos ministros que han dimitido por asuntos turbios seguro que lo han pasado mal cuando ven otros que permanecen en sus puestos cuando han llegado a estar abrasados por la opinión pública y publicada. Ahora bien, nada como intentar la compra de votos. ¿Quién no recuerda los famosos viernes sociales? Era cuestión de esperar a que cayese el regalo del día. También está de moda vender relatos como la libertad, el progresismo, la protección de los débiles o el ataque a la casta. Terminamos con la imagen, y no se trata sólo de carteles, vídeos o fotos. Se trata de las personas: sus valoraciones dependen más de su imagen que de sus decisiones.

Estos sesgos y estrategias aumentan la desconfianza general, lo que afecta a la vida social y mucho más a la situación económica. Acontecimientos recientes sugieren que la mayor parte de las actividades recientes realizadas por los partidos tienen como único propósito perpetuarse en el poder o deslegitimar al adversario por todos los medios. Eso es un problema muy grave: la incertidumbre, la falta de cohesión social y las dudas hacen de la población un sujeto más pasivo y estático.

Justo lo contrario de lo que necesitamos.

Economía de la Conducta. UNED de Tudela