Siempre he dicho con orgullo que fui alumno de Patxi Buldain, lo considero mi maestro y mentor. Su partida definitiva deja dolor, pena, pero también el regusto de haberlo conocido, el saber que hemos asistido a la vida de un genio de la pintura, un artista dominador de la técnica, un libre pensador y creador que experimentaba continuamente.

La vida de toda persona tiene sus luces y sus sombras. Patxi, como maestro, fue un verdadero faro que nos iluminó el camino en momentos que era muy difícil discernir la salida. Él nos guió por dónde ir y nos enseñó cómo ir. Patxi supo insuflar aire fresco, abrir las ventanas de la sociedad tan gris y cerrada en la que vivíamos y darnos la alegría expresiva, el pensamiento crítico y la ensoñación que tanto ansiábamos de jóvenes. Esto hizo que creyéramos en nosotros mismos y que nos ilusionáramos con el arte como medio de expresión personal y colectivo.

He admirado toda mi vida a Patxi, lo he querido a él y a su familia. Considero que gran parte de lo que soy como artista se lo debo a él. Patxi me inculcó sobre todo, aparte de unos conocimientos técnicos, una actitud ante el hecho creativo: su incesante experimentación, su ruptura con los lenguajes tradicionales, su modernidad y contemporaneidad, su inconformismo y el rechazo a la autocomplacencia y el halago fácil, así como su creencia en el ser humano.

Es difícil ser Buldainiano en cuanto a las formas y estilo de pintar se refiere, ya que si hay alguna coincidencia, lo será de alguna de sus épocas concretas, puesto que él mismo se encargaba de virar y crear otra tendencia, otras formas, otro estilo. Si intentabas copiarle, te quedabas enseguida atrás, obsoleto, porque él lo removía todo. Nunca se ha tratado de seguirle, de copiarle, eso nunca le gustó ni se preocupó por tener alumnos fieles imitativos del maestro, como lo hacen otros. Él nos enseñó a seguir nuestro camino independiente, libre.

Patxi, cuando nos enseñaba en su taller de pintura y escultura de Huarte, nunca nos corregía el cuadro. Él cogía nuestra paleta y con nuestros pinceles y colores nos desatascaba. Pintaba sobre lo que habíamos pintado respetando el cuadro y sacando lo que teníamos. Nos quitaba el miedo a equivocarnos, nos decía que no pasaba nada, que siguiéramos pintando hasta que lo viéramos bien, hasta que nos quedáramos contentos con lo pintado. Nos repetía que teníamos toda la vida para pintar por lo que no había que tener miedo a manchar encima, a meter otros colores, a probar. Y tenía razón, al final salía un cuadro que te enorgullecía, era tu pequeña conquista creativa. Esa actitud de probar, de que cada cuadro o escultura era una oportunidad para conseguir un pequeño avance, nos ha perseguido a sus alumnos y alumnas, toda la vida. Así fue cómo cuanto más personal era nuestro trabajo, más nos parecíamos al Buldain-Creador, no al Buldain de sus pinturas y esculturas.

Es tiempo de hacerle un gran reconocimiento artístico en el Museo de Navarra, de que se vea una antológica de su obra, de editar un gran catálogo razonado de todo su legado y de ponerlo en el lugar histórico-artístico que se merece. Quizás Buldain haya sido el artista plástico más original que hemos tenido.

Ha sido un gran privilegio conocerte, Patxi, allí donde tu alma vague seguro que se teñirá de luz y color. Siempre estarás en mi corazón, en mi mano y en mi mirada de artista. Agur eta ohore.