Es difícil tener una vida plena sin conjugar de manera correcta el arte y la economía. Aunque son dos áreas de conocimiento que a primera vista parecen muy diferentes entre sí, podemos observar que tienen una gran complementariedad. Por un lado, el arte aporta instrumentos para conmovernos y disfrutar del mundo que nos rodea. Por otro lado, la economía nos enseña a gestionar nuestros recursos de forma correcta y a comprender las posibles consecuencias que pueden tener nuestras decisiones, las cuales pueden ser tomadas en el ámbito personal, público o privado.

Algunos manuales definen el arte como “aquello que hacen los artistas” y la economía como “aquello que hacen los economistas”. No, no es fácil aclararnos. Un intento fascinante que ilustra los dos conceptos sería llamar al arte “manifestación o expresión de cualquier actividad creativa y estética por parte de los seres humanos donde se plasman sus emociones, sentimientos y percepciones sobre su entorno, sus vivencias o aquello que imagina sobre la realidad con fines estéticos y simbólicos”. Podemos sustituir “actividad creativa y estética” por “transacción monetaria” y hacer lo mismo con “fines estéticos y simbólicos” dejando en su lugar “intención de satisfacer sus necesidades y deseos”. Eso nos permite obtener una definición de economía.

El arte necesita al menos una de las tres características siguientes para ser efectivo. La creatividad vista como “aportación novedosa al quehacer humano”. La innovación definida como “creación o modificación de un producto para introducirlo en el mercado”. El talento valorado como “aptitud o capacidad de desempeño”. Ojo: tendemos a considerar al talento genético cuando este efecto es minúsculo en comparación con la determinación para poder desarrollarlo. El autor Malcolm Gladwell popularizó la regla de las 10.000 horas: no se puede lograr la maestría en ninguna actividad o rama de conocimientos sin la inversión temporal requerida para ello. Sin hábito no hay talento. Y no se vayan todavía, hay más. Sin capacidades, no podemos. Sin compromiso, no queremos. Sin acción, no hay nada.

Si valoramos la influencia del arte en el PIB (Producto Interior Bruto) mundial observamos que el gasto realizado en el año 2023 ha sido de 65.000 millones de dólares. En primer lugar aparece Estados Unidos, con un 42% de su PIB. Le siguen China con un 19% y Reino Unido con un 17%. España ha gastado el 1% del total, lo cual es consistente con su PIB global. No ocurre eso con las dos principales potencias: gastan una proporción superior a su participación en la economía global. Intuimos que las competencias necesarias para ser un buen artista son útiles para otros escenarios.

El caso más extraño de arte lo ha protagonizado el artista alemán Wolfang Flatz, que acudió a una subasta para vender su piel tatuada. En la pinacoteca Der Moderne (Munich) se desnudó y cuando iba a comenzar la puja ya había llegado una oferta de un millonario suizo: una cifra de siete ceros. Ahora se trata de esperar a que nuestro protagonista fallezca para poder disfrutar de su obra. ¿Cómo se pueden adquirir cosas así? Si dejamos la ética de lado (que es mucho dejar), ¿qué sentido tiene realizar una adquisición de esa magnitud? Es razonable pensar que nuestro anónimo comprador haya querido ser el primero y punto. Es un título vitalicio. Hay otro: el de excampeón.

¿Se debe separar una obra de su contexto histórico? El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, piensa que sí. Por eso ha anunciado una “revisión en los museos estatales para revisar el marco colonial”. Tiene también intención de crear una Dirección de Derechos Culturales para apoyar a los autores borrados o censurados. Para salir de dudas es pertinente acudir a los expertos de verdad: aquellos investigadores que han dedicado su vida a comprender la historia del arte. Pocos tienen la fama de E.H. Gombrich, con una majestuosa obra que ha encandilado a millones de personas en todo el mundo. Tiene un encanto especial usar a la vez dos separadores para seguir un libro: el primero indica la narración, el segundo la lámina asociada. El propósito principal: sentir como propios los desvelos de nuestros predecesores. También merece la pena comprender el carácter universal del arte asociado a la capacidad de crear, inventar en innovar que tenemos los humanos. ¿Por qué ciertas obras de arte siguen despertando el interés de todo el mundo? ¿Por qué nos debería importar que siga siendo así?

Mnemosine (la memoria) es hija de Gea (la Tierra) y madre de las musas (de ahí viene museo), deidades a las que los griegos y romanos acudían en busca de inspiración. La musa mayor, Calíope, era la diosa de la poesía épica. Sí, la creatividad nace de la memoria y ésta viene de la Tierra. Por eso el clásico de la Odisea comienza así: “Canta en mí, musa y a través de mí cuenta la historia”.

Economía de la Conducta. UNED de Tudela