En algunas culturas, pueblos y villas, por razones sibilinas, baja autoestima o imposiciones imperialistas, suelen pervivir algunos bodrios escultóricos o arquitectónicos. Tristes, cuando no humillantes evocaciones, de episodios históricos y colonialistas funestos... Normalmente de cutre relieve humano...

No voy a comentar la pulsión trágica que para gran parte de la sociedad navarra lleva emanando durante amargos lustros el tétrico mazacote que tapona nuestro Carlos III. Sin duda ya hay quienes lo viven y expresan con más honda aflicción que un servidor.

Obviaré igualmente, la poca visión paisajista y urbanista de futuro de sus ejecutores. Esa chapuza estética que significó apagar parte de la bellísima aurora del sureste de Iruña, con semejante mamotreto pétreo.

Nos robaron el sugestivo horizonte de Elomendi e Izaga... Les hubiera dado igual, aunque se hubiera tratado de cegarnos la aurora boreal, en aras de los genocidas golpistas.

Pero a lo que voy. No conformes con el aludido ultraje que tal esperpento inflige a las navarras/os asesinados, eso, lo que tantas veces acaece con las teatralidades arquitectónicas de todo imperialismo... Va y nos plantan en loor a tan petulante como depravado genocida, tan horripilante amasijo de sillares. Lo digo sin ánimo de ofender. Todo esteta tiene derecho a regalarse con el mal gusto. A ver si va a ser uno el ciego...

Y que aunque a un servidor tal mole le parezca siniestra y fea, no significa que no haya quien no se emocione ante todos esos bloques arrancados de las entrañas de la Valdorba.

Y no es que uno se sienta antirenacentista, ¡No, por el gran Ficino! Pero insisto, con todo respeto, ese adefesio pétreo que nuestros ilustres Víctor Eusa y Jose Yárnoz erigieron a los “muertos de la cruzada”, ¿qué tienen del espíritu de Miguel Ángel o de Bernini? Pues ¿qué voy a decir? ¿Lo que la policromía de una ortiga seca del espectáculo de una orquídea, o la armonía del canto de la oda de la alegría con el castrense “novio de la muerte”?

En una palabra. Que no pienso que con su demolición, el patrimonio artístico de la capital Navarra se vea afectado, sino más depurado y oxigenado.

Y claro, si se trata de reparar la humillación y los irreparables crímenes tan impunemente llevados a cabo por los genocidas fascistas, ¿qué podemos decir? Demolición.

Lo diré en román paladino: el mamotreto estorba, es horripilante, “no vale para nada...”.

¿A quién le interesa mantener en nuestra memoria tan macabras y tenebrosas atrocidades? Sí, es cierto, oigo que por ahí existen demócratas de toda la vida, que al parecer pujan para que el mazacote siga en pie. Bueno, sus razones tendrán... Quizás se pueda ser demócrata y al propio tiempo acordar con los victimarios... ¡Ay qué Navarra la nuestra!