La economía francesa se encuentra en serios problemas, porque gasta más de lo que ingresa, mucho más. El gasto público galo sigue superando con creces a los ingresos, generando un déficit público que se mantiene en cifras extremadamente altas. “No hubo más gasto público de lo avisado, sino menos ingresos de lo previsto”, justificó el ministro de Economía francés el pasado marzo. Hubo en 2023 un agujero de 154.000 millones de euros, un déficit del 5,5% del PIB. La cifra está siete décimas por encima del ejercicio anterior y seis por encima de lo previsto en los últimos presupuestos del Gobierno francés. Además, la economía francesa se apaga: la ralentización de la economía es una realidad —el PIB galo apenas creció un 0,9% el año pasado— debido a los elevados tipos de interés y la consiguiente menor recaudación fiscal- y para 2024 se espera un crecimiento todavía inferior, que podría estar entre el 0,6 y el 0,8%. Esta tendencia está cuestionando las políticas económicas del presidente Macron.

La debilidad de la economía francesa ha hecho que España presente un déficit y una deuda pública sobre PIB inferiores a los del país vecino, lo que a su vez ha permitido que los diferenciales de deuda se estrechen entre ambos países, llevando incluso a un banco de inversión francés a recomendar la inversión en España por delante de Francia. España cerró 2023 con un agujero de 53.159 millones de euros, un déficit público del 3,66 %. Francia, que ha sido un motor de la economía de la UE, tiene un problema de endeudamiento evidente y no consigue repuntar. El mercado es consciente, y el bono francés cada vez está más cerca de superar en rentabilidad a vencimiento a los países periféricos, que hace no tanto, en la crisis de deuda de 2012, eran señalados por la propia Francia como unos socios poco fiables y económicamente débiles. La tendencia negativa que está sufriendo la economía francesa lleva años consolidándose: Francia lidera el gasto público en la UE y no ha conseguido en los últimos años alcanzar sus objetivos de ingresos por impuestos, lo que ha llevado a varias consultoras a rebajar la calificación de Francia. Esta rebaja de calificación del país galo se sustenta sobre un apalancamiento excesivo, una situación que no tiene fácil solución. No solo el déficit de Francia se ha disparado, sino que también se espera un aumento de la deuda pública hasta el 112% del PIB en 2027. El Fondo Monetario Internacional ha lanzado advertencias al gobierno de Macron avisando de que Francia tiene que hacer esfuerzos sustanciales para controlar sus déficits presupuestarios. Hay que recordar los problemas que ha tenido el gobierno francés para aprobar subidas de impuestos para intentar financiar su gasto público. Las revueltas de los llamados chalecos amarillos en 2018 son un buen ejemplo, cuyo origen fue la intención del gobierno de aumentar el impuesto sobre el carbono, igual que ocurrió en 2023 con las revueltas de los agricultores, que no aceptaban un alza de impuestos al diésel rural.

La gestión llevada a cabo por el Tesoro francés en las emisiones de deuda no ha logrado evitar el deterioro del bono francés. Francia ya es el tercer país más endeudado de la Unión, sólo por detrás de Grecia e Italia por su nivel de deuda frente al PIB, y el bono francés lo está sufriendo, recortando el diferencial de rentabilidad que mantiene con otras economías hasta marcar un hito en su comparativa con el bono español. El bono francés ya sólo ofrece 11 puntos básicos menos de rentabilidad que el portugués. El título italiano ofrece ya un diferencial de sólo 86 puntos básicos sobre el francés, y el griego 56 puntos básicos. El consenso de analistas espera que en los próximos meses la deuda francesa supere en rentabilidad a vencimiento a otros países de la periferia, como Italia.

El Gobierno de Macron ya esbozó una serie de medidas para atajar el grave déficit presupuestario del país y tenía pensado centrarse en profundos recortes del gasto público. Pero la disolución de la Asamblea Nacional por el propio Macron y la consiguiente convocatoria de elecciones legislativas a doble vuelta para los próximos 30 de junio y 7 de julio, puede suponer aplazar o simplemente eliminar la subida de impuestos. Pero al anunciar la disolución de la Asamblea Nacional, tras la abrumadora victoria de la Agrupación Nacional (RN), Macron lo que pretende es evitar que la extrema derecha llegue al poder en Francia, aunque esa opción no deja de ser audaz y peligrosa, porque podría salirle el tiro por la culata. De todas formas, alguna medida drástica tendrá que tomar el nuevo gobierno francés porque, sin ir más lejos, el mes que viene comienzan los Juegos Olímpicos de París que tendrán un impacto sobre la deuda pública francesa. El presidente del Tribunal de Cuentas de Francia, Pierre Moscovici, aseguró que los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024 tendrán un coste para las arcas públicas francesas de unos 5.000 millones de euros.

El autor es economista