Síguenos en redes sociales:

La carta del día

Santiago y el ruido eterno

Santiago y el ruido eternoIñaki Porto

No habían transcurrido siquiera dos semanas desde la finalización de las fiestas de San Fermín cuando ya teníamos en marcha otra celebración en el centro de la ciudad.

Desde hace cuarenta y siete años, y con motivo de la festividad de Santiago Apóstol, el Lar Gallego organiza una serie de festejos en la vía pública que al parecer han debido de generar varias quejas por parte de la vecindad de la calle San Fermín, lo que ha dado pie a que este año estos se hayan celebrado en los aledaños de la Plaza de Toros.

Entiendo perfectamente que después de tantos años haya personas que se encuentren hastiadas, que también ahora el vecindario ha cambiado con la creación de nuevas viviendas, y que lo de las carpas, jaimas y aseos portátiles no tiene buen maridaje con la estética de arquitectura soviética de los nuevos edificios.

Me parece muy bien que cada cual quiera celebrar lo que le apetezca, pero, un poquito de por favor, procuren no molestar, al menos no molestar tanto.

Los residentes de la zona de la calle Olite, Arrieta, Aralar, etcétera hemos podido disfrutar durante cuatro días y medio de música enlatada, música en vivo y de los efluvios procedentes de las parrillas y fogones.

Que haya conciertos es lógico y puede tener un pase, pero, claro, han sido cinco tardes noches consecutivas (la del sábado, en sesión doble para más datos, parece ser se quedó corta en la dosis, pues una vez acabada se puso en marcha el tum, tumtum, tum, tum, tumtu…, hasta que llegó una patrulla de la Policía Municipal y mandó parar).

Ahora bien, mis entendederas no llegan a procesar por qué demonios tiene que haber un machamartillo sonoro enlatado continuado desde la media mañana hasta bien entrada la tarde, cuando entra en escena la música en vivo (el domingo en concreto había tan solo dos o tres mesas medio ocupadas durante las horas de la comida, pero el machaqueo seguía implacable y a buen volumen).

Señores y señoras promotoras: entiendo muy bien que llevados por un espíritu altruista y embargados por la emoción de celebrar sus fiestas patronales lejos del terruño quieran compartir su alegría con los demás, ahora bien, y sin ánimo de ser descortés, les agradezco profundamente su intención de hacernos disfrutar de las mismas, pero así…, como que no.

Y, por último, quiero agradecer también sinceramente a quien/es con su proceder ha/n reconocido que las quejas por diversas molestias estaban fundamentadas y para quien/es hay diferentes tipos de ciudadanía, de primera, de segunda, etcétera, al solucionar el problema trasladándolo de una zona de la ciudad a otra.

Tengo depositadas grandes esperanzas en que vista la diligencia con que se ha actuado para dar curso a las justas reclamaciones efectuadas por la vecindad donde anteriormente se celebraban los festejos, se atiendan también las que acabo de exponer, por lo que espero que no sea después de otros cuarenta y siete años.