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Los Caídos, Maravillas e historias de los abuelos

Los Caídos, Maravillas e historias de los abuelosARCHIVO

Crecimos entre las historias de nuestros abuelos y abuelas, hijos o hijas de asesinados, que nos contaron por qué a nuestro pueblo se le conoce como el Pueblo de Las Viudas. Desde que tenemos memoria, cada 14 de abril bajamos puntualmente, entre cantos, flores y banderas, al cementerio de Sartaguda. Aprendimos historia con las canciones de Fermin Balentzia y gracias a ellas nos hicimos amigas de Maravillas. Nos empapamos bajo la lluvia en la inauguración del Parque de la Memoria. Ese día de mayo de 2008, mientras aún íbamos a la ikastola de Lodosa o al instituto de Lizarra, nos dimos cuenta de que en este pueblo la memoria lo permea todo.

Nos sentimos interpeladas por la canción de Berri Txarrak, Norbaitek oroituko ditu etorkizunean. Entendimos que ese norbaitek éramos nosotras y ese etorkizunean era nuestro presente. Y así, fuimos haciéndonos preguntas. Revisamos las estanterías de nuestras casas y descubrimos que las páginas de aquellos libros estaban escritas con las palabras, llantos y silencios de nuestros abuelos y abuelas.

Teníamos curiosidad. Nuestras ganas de saber se encontraron con la necesidad de contar. Llamamos a muchas puertas y estas se abrieron como se abren los libros. Hablamos con otros hijos e hijas de viudas. Escuchamos voces que ya se han apagado y recogimos sus testimonios para que nunca se pierdan. Hoy están a buen recaudo, en los fondos de la UPNA o en la serie Hezurren Memoria, de HamaikaTb. Tuvimos la suerte de recibir lecciones de historia en primera persona. Gracias a ellas, aprendimos que sus padres, nuestros bisabuelos, eran personas comprometidas y sobre todo, alegres. Por eso, cuando en el carnaval de Sartaguda nos vestimos de viudas y gritamos “Torrijos sutara!”, nos recorre la rabia por el dolor impuesto a nuestras abuelas, pero también la alegre rebeldía con que sus padres plantaron cara a las injusticias.

Viendo las fotos de las hermanas Moreno Garatea supimos que nuestros abuelos, padres y tíos habían madrugado para buscar los restos de los suyos. Supimos que en otros pueblos riberos habían picado la misma tierra, igual de dura, igual de castigada, hasta encontrar huesos, semillas y suelas de alpargata. Sentimos el humilde orgullo de saber que, mientras en otros lugares se pactaba el olvido, en Navarra se adelantaba varias décadas el reloj de la memoria. Las exhumaciones tempranas permitieron que, antes de que nosotras naciésemos, descansaran al fin, justos, los huesos de esos olvidados a los que canta Pedro Pastor.

Hace algo más de un año, nos preocupamos cuando en el Parque de la Memoria apareció escrito “¡Viva Franco!”. Podía ser un ataque político de nostálgicos organizados, pero más bien parecía una gamberrada de alguien que pasaba por ahí. Y esta posibilidad lo hacía aun más inquietante. No habían escrito “Tonto el que lo lea”, habían escrito un lema concreto en un lugar señalado. Y eso nos llevó a pensar que hay un discurso negacionista de los crímenes fascistas y apologista de las ideas totalitarias que está permeando en capas cada vez más amplias de la sociedad y sobre todo, de la juventud. Aquí y en el resto del mundo.

En Italia, el gobierno Meloni se ausenta de los homenajes a las víctimas de las matanzas del nazismo en el 44 y cierra las puertas de la televisión pública al mensaje antifascista de uno de sus escritores más reconocidos. En el Estado español, la foto rota de Aurora Picornell en el Parlament Balear o la invisibilización de los mapas de fosas en otras comunidades ilustran la reversión en políticas de memoria. En Alemania, las encuestas sitúan en segundo lugar a un partido que minimiza el nazismo (“un periodo de 12 años en un Reich milenario”) y cuyo candidato a las elecciones europeas tuvo que dimitir por decir públicamente lo que muchos de sus miembros piensan en privado (“no todos los miembros de las SS fueron criminales”).

La lista podría seguir con Trump, Orban, Milei o Le Pen. Las derechas más extremas no solo avanzan, mueven en su dirección los marcos de debate. Los recortes en políticas de memoria vienen acompañados de otros recortes en derechos y libertades. Este es nuestro tiempo y nuestro contexto. Por eso, en este pequeño pueblo a orillas del Ebro, donde nos emocionamos cada año cuando el programa Escuelas con Memoria de Gobierno de Navarra llena el Parque de la Memoria de estudiantes, hemos celebrado, por su valor simbólico y su potencial pedagógico, la noticia de que el Monumento de los Caídos se va a convertir en el Centro de Interpretación Maravillas Lamberto.

Es difícil no emocionarse al saber que Maravillas, esa niña de Larraga asesinada por los fascistas y que convertimos en amiga gracias a las canción de Fermín Balentzia, va a tener un lugar en el centro de Iruña. Es difícil no alegrarse al saber que en el entorno de las criptas en las que hasta hace poco se alojaban los restos de Mola y Sanjurjo, va a haber un espacio para la divulgación de la memoria antifascista. Llamarlo justicia poética es quedarnos cortas.

No todo el mundo ha podido empaparse de Memoria como lo hemos hecho en Sartaguda, ni ha tenido la suerte de aprender historia en primera persona. Por desgracia y por naturaleza, justo ahora, en un tiempo y un contexto en el que son más necesarias que nunca, sus voces van faltando. Por eso, este proyecto, que busca aprender de la historia, comprender el presente y prevenir el futuro desde la pedagogía memorialista, no sólo supone la deconstrucción simbólica del edificio, sino que es otra razón para volver a sentir el humilde orgullo de saber que Navarra, como ya hiciera hace más de cuarenta años con las exhumaciones tempranas, vuelve a adelantar el reloj de la memoria.

Hace años nos sentimos interpeladas por aquel estribillo de Berri Txarrak. “Norbaitek oroituko ditu etorkizunean”. Nos despertó la curiosidad. Ahora esperamos que este Centro de Interpretación haga el coro a aquella canción e interpele otras generaciones. Para que alguien recuerde todo aquello. Para que nunca se olviden aquellas historias que nos contaron nuestros abuelos y abuelas.