Ante el acuerdo al que han llegado en el Ayuntamiento de Pamplona los grupos, que asimismo se denominan progresistas, EH Bildu, PSN y Geroa Bai, conviene recordar algunos pequeños detalles de la historia pasada, también presente, que condiciona y justifica a su manera la existencia de un vestigio opresor, humillante y vergonzoso como es el Monumento de los Caídos y su pactada supervivencia mediante la resignificación del mismo.

“Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades y sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.

“Ha de advertirse que aquel que no está con nosotros está contra nosotros, y como enemigo será tratado. Para los compañeros que no sean compañeros, el movimiento triunfante será inexorable” (general Emilio Mola).

Estas instrucciones reservadas del militar golpista se pueden considerar como el inicio de una represión inédita hasta entonces, e incluso posterior, caracterizada por su violencia extrema y generalizada contra los que ellos definieron como enemigos: políticos de izquierda, sindicalistas y militares republicanos.

El alzamiento de los sublevados en Navarra desencadenó una dura represión contra simpatizantes de la izquierda y que fue la causa da casi todas las muertes habidas: Federación de Trabajadores de la Tierra de la UGT (campesinos sin tierra), alcaldes y concejales de izquierda, sindicalistas y maestros republicanos sancionados, destituidos y fusilados. Incluyendo también a familiares y amigos de los denominados enemigos: fusilamientos, encarcelamiento o trato vejatorio y castigos denigrantes mediante el corte de pelo y la ingesta de aceite de ricino. En muchos lugares el saqueo a las viudas y familiares de los fusilados fue total, con cosechas y animales requisados y expropiados quedando en la más extrema de las pobrezas. Incluso hubo violaciones grupales. Este era el mensaje de terror hacia los que no demostraban fidelidad al nuevo régimen.

Las ejecuciones se caracterizaron por ser extrajudiciales, mediante paseos y sacas de presos de los lugares de represión: sacas en Estella, Tafalla, bandera general San Jurjo de la Legión, Pamplona , Lodosa, Mendavia, Peralta, Corella, Sartaguda Milagro y Azagra... Sin olvidar los fugados del fuerte San Cristóbal y los asesinados en la curvas del monte, cuando bajo el pretexto de liberación y promesa de regreso a sus casas, fueron ejecutados por falangistas de su propio pueblo: 3000 asesinatos.

En Navarra no hubo ningún frente bélico. La represión en Navarra era negada absolutamente. El régimen franquista impuso el silencio sobre estos hechos que la opinión publica consideraba tabú. Incluso en la misma Transición siguió el negacionismo represivo hasta que surgieron las asociaciones de victimas y asesinados para dar su versión de la realidad.

La represión fue intensa: las cárceles se llenaron de ciudadanos a los que se privó de libertad, de justicia, incautados sus bienes, familias represaliadas y despojados de memoria. Y para ello se contó con mucha gente al servicio de los represores: colaboradores, chivatos, ejecutores dirigidos por políticos de nuevo cuño y la nueva oligarquía económica. Incluso la Iglesia, cuyos privilegios cuestionó la República, cumplió muy gustosa en el apoyo a los golpistas y en la represión de “rojos y anticlericales”.

La Historia la escriben los vencedores en su momento para justificar sus actuaciones y también sus desmanes. Posteriormente cuando la democracia y la libertad nos iguala, los vencidos pueden añadir algunos renglones: Navarra 1936, De la Esperanza al Terror. En 2003 el Parlamento de Navarra publicó una declaración oficial en favor del reconocimiento y reparación moral de todos los navarros fusilados. Declaración apoyada por cierto por 28 parlamentarios y la abstención de UPN.

Durante la dictadura de Franco y la transición democrática la represión y control de la población ha sido total, incluso en la democracia actual. La reconciliación tiene que asumir la convivencia del franquismo fascista y la democracia, términos en sí mismos irreconciliables, y olvidarse de unas víctimas de la dictadura a las que se les niega el derecho de verdad, justicia y reparación y que tendrán que soportar un edifico levantado a mayor gloria y homenaje de unos sublevados. Muchos derechos humanos quedaron por el camino, personas asesinadas, vejadas, humilladas, violadas, despojadas de sus propiedades, silenciadas durante décadas, enterradas en cunetas, fosas y simas, calladas ante sus verdugos ante los que tuvieron que sojuzgarse y bajar la cabeza…

El Monumento a los Caídos “Navarra a sus Muertos en la Cruzada” fue construido en memoria de los 4.500 navarros muertos en el bando sublevado en la guerra civil y enterrados los golpistas Emilio Mola y San Jurjo. La simbología franquista no ha sido retirada y sí ocultada con madera y carteles. Su retirada es obligatoria por ley en Navarra desde la publicación de la Ley de Símbolos de Navarra de 2003.

Flaco favor hace la democracia actual, sus instituciones y sus políticos de mantener la resignificación de un monumento que ensalza a los golpistas, cuya exaltación y honores han durado demasiadas décadas. Esta sociedad es deudora de una justa reparación ante el dolor y el sufrimiento que han durado demasiados años. Es hora de la justicia y que nuestro políticos demuestren que en democracia triunfan los derechos humanos y se destierra el terror. No hay excusas para evitar su demolición. Justicia y reparación del honor y memoria de los asesinados y represaliados por los golpistas.