Después de más de mil días de guerra, la mayor en Europa desde 1945, Ucrania se acerca al peligroso momento de la verdad. Como un David contra el Goliat ruso, ha conseguido en este tiempo contener a Rusia, ralentizar su avance, apoyado en el entusiasmo y sacrificio de sus gentes, y también a la ayuda militar exterior, preferentemente de USA y Europa. Ello ha conllevado numerosas bajas en sus filas, de 40 a 80.000 muertos por unas 200.000 bajas en el lado ruso, aparte de más de un millón de heridos entre los dos bandos, amén del exilio de unos seis millones de ucranianos por la Unión Europea.
La evolución de la guerra durante este tiempo ha tenido sus altibajos; así, la ofensiva ucraniana del año 2022 sobre la zona de Jarkov consiguió recuperar bastantes poblaciones adyacentes a los rusos, pero al final se debilitó por falta de material y equipos. En la actualidad Rusia avanza en el frente del este y ha frenado la incursión ucraniana en Kursk, produciendo armamento a un ritmo que es muy difícil que pueda igualar Ucrania. La sociedad ucraniana está cansada de la guerra, que dura ya casi tres años, los jóvenes anhelan ya dar paso a su propio proyecto de vid, y de ahí que se produzcan desde el inicio de la guerra un número alto deserciones entre los soldados, según el fiscal general de Ucrania ese número puede llegar a 100.000 los soldados que han desertado desde el inicio de la guerra. Así, comentaba un soldado ucraniano “Te presentas en el ejército a luchar por la libertad y lo que te encuentras es que te quedas sin libertad y por un tiempo que no sabes cuándo terminará”. Cansancio que se transmite en los mandos militares ucranianos que ya no hablan tanto de ganar la guerra como de ganar la paz; llegar en una posición de fuerza para entablar unas futuras conversaciones de paz o de un alto el fuego. Y de ahí la petición del presidente Zelenski, concedida por el presidente Biden, para utilizar los misiles de largo alcance americanos Atacms o los británicos Storn Shadows para dar un vuelco en el campo de batalla.
También en Occidente nos hemos cansado del conflicto ucraniano y hemos vuelto a poner el foco de nuevo en Oriente Próximo, convulso, sobre todo por la política agresiva de Israel. Durante este año hemos visto cómo algunos líderes europeos presionan a Ucrania para la consecución de un alto el fuego. Así, el presidente checo Petr Pavel señaló en septiembre de este año, “Ucrania debe ser realista. El más probable desenlace de la guerra será que parte de Ucrania continúe bajo ocupación rusa, al menos temporalmente”. Por no mencionar a los republicanos estadounidenses, y en especial al futuro presidente Trump, que han dejado claro que la prioridad es que Kiev asuma concesiones para cerrar el conflicto con Rusia. En este sentido, no olvidemos la última conversación telefónica de Scholz con Putin hace un mes, después de dos años, para sondear al mandatario ruso acerca de la necesidad de buscar un acuerdo de paz.
El mismo presidente Macron declaró que lo importante es que Rusia no gane la guerra y que ahora hay que repensar la relación con Rusia después de que acabe el conflicto. Por tanto, parece que se está imponiendo una política de apaciguamiento entre los socios europeos frente al enemigo ruso. Así, en Alemania se han sucedido manifestaciones en contra de la guerra, diciendo que son pacifistas, que no están ni con Ucrania ni con Rusia; postura de un falso pacifismo que lo único que hace es fortalecer a Rusia; como decía el escritor Thomas Mann, “el pacifismo que en lugar de alejar la guerra, la provoca”. Frente a estas manifestaciones claudicantes tanto de políticos como de ciudadanos, habría que hacer la siguiente reflexión: Llevamos casi tres años de guerra y parece que Rusia la va ganando militarmente, aunque con graves pérdidas, y pregunto, ¿qué hubiera pasado si se hubiera reclamado la paz en una Europa dominada por los nazis a principios de 1942? Las sociedades liberales ya han luchado antes contra los ataques de dictaduras agresivas y pueden volver a hacerlo.
Conviene recordar que las políticas apaciguadoras en el pasado no funcionaron; ahí tenemos el caso de Checoslovaquia en 1938 y la postura franco británica frente a las quejas de Hitler de cómo se trataba a la minoría germana en dicho país. Consintieron la invasión de los Sudetes, una región checa, y poco después los nazis ocuparon todo el país y más tarde en 1939 invadieron Polonia, comenzando la Segunda Guerra Mundial. Hay que hacer un último esfuerzo, y más si tenemos en cuenta que Rusia ha incorporado más de 10.000 soldados norcoreanos al frente, señal de que ya los reclutamientos no están funcionando como debieran. Ampliar la colaboración de la Unión no representaría un esfuerzo insoportable, España colabora en este año, 2024, con 1.000 millones de euros, ayuda que permitirá reforzar sus capacidades, incluida la defensa aérea. Un incremento de esta cuota de colaboración europea de sus capacidades significaría para Ucrania un salto difícil de igualar por Rusia. Hay que recordar que si Moscú avanza lo hace con tal esfuerzo que no le ha permitido hasta el día de hoy recuperar todo el territorio ruso ocupado por Ucrania en la región de Kursk; una humillación para Putin. Recientemente el líder ruso manifestó que no es posible mantener durante mucho tiempo el esfuerzo bélico, al cual dedica más del 6% del PIB; recordemos aquí la petición del Donald Trump en su primer mandato a los países europeos de la OTAN para que dedicaran al menos un 2% del PIB a su partida de Defensa.
Concluyendo, nos jugamos mucho en Ucrania como europeos; tenemos que preservar nuestro espacio político, económico y social que nos permite soñar, vivir y prosperar en libertad, espacio donde no se admite ninguna violencia salvo la del imperio de la ley frente al régimen autoritario del presidente ruso, caracterizado por una falta de libertades y donde la violencia es su lenguaje habitual. Ucrania está sufriendo, y mucho, en el campo de batalla, necesita un incremento sustancial en la cooperación militar y económica; una potencia de fuego que puede marcar la diferencia con el bando ruso –Putin no va a querer un alto el fuego si está avanzando en el territorio– y a Ucrania ni siquiera le sería posible entablar una negociación de paz. Una buena noticia en este sentido es el desbloqueo de la ronda de ayuda de 50.000 millones de dólares de ayuda comunitaria decidida por el G-7 y obstaculizada hasta ahora por Hungría en la partida europea correspondiente.
No es un secreto que la llegada el próximo día 20 de enero de 2025 a la Casa Blanca de Donald Trump para su segundo mandato presidencial, va a precipitar el final del conflicto. Y es por ello que Ucrania tiene que revertir ya, en la medida de lo posible, su situación en el campo de batalla, y ahí tenemos que mantenernos fuertes los europeos para el último arreón final. Algunos expertos ya se atreven a vislumbrar un escenario posbélico, así dicen que la apuesta real de EEUU sería la de convertir a Ucrania en un aliado bien armado en el este de Europa, aunque no entre en la OTAN como pretende Kiev, aunque pierda una quinta parte de su territorio. Para la estrategia de Washington, ese país-tapón permitiría tener a Rusia muy ocupada en una nueva guerra fría y desviar la atención de Moscú de Oriente Medio y el este de Asia.