Aquí seguimos, las víctimas de pederastia de la Iglesia esperando por toda la eternidad.

En mayo del año pasado nos recibió el nuevo, no tan nuevo, arzobispo de Pamplona en su palacio, don Florencio Roselló. Traía una aureola de capellán presidiario que nos permitía albergar esperanzas de cambio. Después de 7 meses seguimos esperando.

Aquella entrevista fue diferente, en cuanto a talante, a las tenidas con su antecesor Pérez. No había perro de presa como antes, sino dos personas de buena voluntad. El abogado Alfredo Irujo y la responsable de Cáritas Maite Quintana.

Ahora en la Comisión de Reconocimiento de Víctimas de Pederastia de la Iglesia en Navarra, Blanca Ramos, decana del Colegio de Abogados juntamente con el señor Irujo, forma la dupla nombrada por el Arzobispado.

Dicen que la justicia es lenta, tal vez por la formación jurídica de ambos, hoy en día no sabemos que se haya dado un solo paso en Navarra.

Al finalizar aquella entrevista de mayo le sugerí a don Florencio que, aprovechando que se encontraba en una comunidad foral que se había adelantado en nuestro reconocimiento como víctimas, utilizase su autonomía episcopal para dar impulso a nuestras demandas. Me miró, ahora me doy cuenta, con cara de lástima, y me contestó, –“yo haré lo que hagan mis hermanos”–. Sus hermanos de la Conferencia Episcopal Española hacen fuegos de artificio. La diócesis de Madrid con monseñor Cobo organizó en octubre un acto de reparación en el pórtico de la catedral de La Almudena. Gran exposición mediática con testimonios de víctimas que ninguno conocemos. ¡Ah!, sí, una víctima de un colegio del Opus a la que no permitieron ni siquiera citar.

No fuimos invitados ninguna de las asociaciones que trabajamos con la investigación del Defensor del Pueblo. ¿Sería un castigo por colaborar a que se supiera que fuimos más de 400.000 los abusados?

La Iglesia negó su colaboración en todo momento con el señor Ángel Gabilondo, tachó de mentiroso su informe y, ahora, desdeña la propuesta de aportación a un fondo común con el Estado para la reparación de las víctimas de la pederastia eclesial.

Se justifica diciendo que sería una injusticia dejar fuera a los abusados en otros ámbitos. La Iglesia es la única responsable de sus casos.

Quede claro que tanto yo, como muchos otros, no queremos indemnizaciones compartidas por el Estado.

Ahora la CEE arzobispal se destapa publicando un formulario para que los afectados soliciten indemnizaciones incluso “aunque hayan fallecido los victimarios o hayan prescrito los delitos”. Suena ejemplar y bonito, ¿verdad?

El documento será estudiado por una Comisión Asesora creada por los obispos que estudiarán cada caso y establecerá una reparación. Tanto la CEE como Confer, Conferencia Española de Religiosos, remitirán a sus víctimas el formulario. Incluso ellos podrán rellenarlos y remitirlos a la Comisión con permiso de los afectados. Desde luego no sé de qué podemos quejarnos, nos quieren hacer el trabajo y evitarnos la vergüenza y los malos recuerdos. El proceso no se ha dado a conocer públicamente, ni siquiera en una nota de prensa. Lo colgaron en la plataforma eclesial Para dar luz.

A alguna selecta víctima le han enviado un correo electrónico diciéndole que existe un procedimiento llamado PRIVA, Plan de Reparación Integral de Víctimas de Abusos. Una vez rellenado el formulario, hay que enviarlo a la diócesis o a la orden religiosa responsable de nuestro abuso. Servirá para notificarle la denuncia y se le solicitarán informes relativos al caso. En nuestra experiencia nunca ha habido constancia de los hechos que denunciamos. Nos pedían perdón, pero no sabían de qué, no constaba.

Comienza el arduo trabajo de la Comisión Asesora. Estudiará la documentación recibida, le dará trámite de audiencia, mejorará o subsanará la documentación recibida y elaborará una propuesta de reparación integral.

Los obispos en su web afirman que el dictamen se hará llegar a la entidad eclesial responsable correspondiente, ésta se encargará de comunicar el contenido. Ya casi me he perdido, pero supongo que será al afectado por los abusos. Todo esto en el plazo máximo de tres meses. La purga de Benedicto, vamos.

No informa la Conferencia Arzobispal cuáles serán los baremos, pero “habrá compensación dineraria para quien la quiera”, además de tratamiento médico psicológico, acompañamiento espiritual, –por si aquellos hechos te hicieron perder la fe–. También medidas simbólicas, reconocimiento institucional y justicia restaurativa. En fin, habrá de todo, eso sí, no para todos. Ellos, deciden quién, cómo, cuándo, dónde y qué es lo que te conviene. Son los investigadores, denunciantes, fiscales, abogados defensores y jueces.

Hasta ahora, en los pocos casos que han pagado, siempre en secreto y obligando a la víctima a firmarlo, han sido 10.000 euros de media. El papa Francisco dice que le parece poco 50.000 euros. Aquí se cumple lo de que predicar no es dar trigo. Bergoglio promete y propone, pero ni da ni se ejecutan sus propuestas. Sus subordinados no le hacen caso.

Recuerdo cuando citó a toda la Conferencia Episcopal en Roma para tratar la pederastia y cambió el programa para debatir el tema de los seminarios vacíos. El presidente Omella exclamaba alborozado que no les había dicho nada de los abusos.

En el último año han denunciado a las oficinas de atención al menor episcopales, 115 personas abusadas. Esta reducida cifra sirve para que afirmen que fueron solo “unas manzanas podridas”.

Las víctimas que han acudido declaran que no se han sentido atendidas, incluso hay una quincena que ni siquiera se les contestó a su mensaje. En fin, no se avanza nada en la reparación excepto en contados casos que selecciona la jerarquía eclesiástica por su docilidad y discreción.

Ya ve lo que hacen sus hermanos, monseñor Florencio, arzobispo de Pamplona. Usted, consuelo de los penados, piense un poco en los adultos a los que la Iglesia en Navarra arrebató la inocencia infantil. Haga algo.

*El autor escribe en nombre de Avipiren (Asociación de Víctimas de Pederastia en Instituciones Religiosas en Navarra)