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Tribuna

Caídos y nacionalcatolicismo

Caídos y nacionalcatolicismoJavier Bergasa

No consideramos que el principio de causalidad del golpe de Estado fuera el trato que la II República dio a la religión y a la Iglesia. A los militaristas golpistas les importaba un bledo la religión. Sí, aceptamos que ésta fue instrumentada por la Iglesia y por quienes aspiraban al poder, sobre todo, los monárquicos.

Al hablar del monumento a los Caídos rara vez se asocia con el nacionalcatolicismo. Pero, si se repasa la literatura existente, desde que se decidió su construcción, se verá que su leitmotiv fue Dios y la Patria. Sin este integrismo religioso es imposible que se construyera el edificio, ni que fuera considerado un “centro de peregrinaje” (López Sanz). En una carta que remite el obispo de Pamplona al director de los PP. Salesianos, Ramón Cambo, quien le había propuesto “levantar una gran iglesia en Pamplona a la memoria de los mártires navarros, caídos por Dios y por la Patria en esta santa Cruzada, la más santa que han visto los siglos”, Olaechea dirá: “¿Cómo no bendecir con todo mi corazón esa idea, que creo una verdadera inspiración de Dios? Es verdad que no dejará Navarra de levantar un gigantesco monumento que perpetúe el heroísmo y el sacrificio de sus hijos en esta lucha por el Altar y por la Patria; y que no dejará de tener un sencillo monumento en cada pueblo. ¡Con todo mi corazón bendigo la idea y a cuantos le ayuden en ella!” (Diario de Navarra, 3.3.1937).

El 18 de julio de 1939 se celebraría un funeral en la parroquia de San Saturnino “en sufragio de las almas de sus heroicos hijos que murieron por defender los altos ideales religiosos y patrióticos propulsores de la guerra” (Diario, 14.7.1939). El obispo Olaechea añadió que “estos hijos, en un titánico esfuerzo de santa rebeldía, en un gesto unánime de virilidad, se alzaron en armas en defensa de los sacrosantos ideales de la Religión y de Patria”

Cuando el Colegio de Arquitectos presentó el primer esbozo para construir “un proyecto conmemorativo de la Cruzada”, sostuvo que se haría por “la memoria de los nuestros, muertos en Holocausto de la Santa Cruzada porque ellos representaban los ideales de Dios y la Patria y la espiritualidad que fue esencia de esta Cruzada” (El Pensamiento Navarro, 16.6.1939). Idénticas palabras se dijeron cuando se presentó la maqueta del monumento: “en honor y perpetuo recuerdo de los millares de navarros que cayeron en el campo de batalla en defensa de los santos ideales de Dios y de España, en la pasada cruzada nacional” (Diario de Navarra. 14.7.1940).

Coincidiendo con la festividad del patrón de las Españas, Santiago matamoros, la Hermandad de Voluntarios de los Caballeros de la Cruz organizará unos actos religiosos “en conmemoración de todos los voluntarios que murieron por los ideales de Dios y de España en aquella cruzada que comenzó en un 19 de julio inolvidable” (21.7.1940). En las mismas fechas, con la publicación del proyecto de construcción del edificio por el Colegio de Arquitectos, sería presentado como “Monumento a los navarros muertos por Dios y por España”. Por su parte, monseñor Olaechea, “capellán limosnero mayor de esta hermandad, concedía cincuenta días de indulgencia por asistir a los funerales en la santa Iglesia Catedral por los muertos por los ideales de Dios y de España”.

Pasarían los años, pero el binomio Dios y Patria se repetirá una y otra vez actuando en la memoria colectiva de los vencedores como una mentira de Goebbels, que, pronunciada mil veces, se convertiría en verdad. En 1957, la integrista hermandad convocó a “¡los voluntarios!, los de Aibar, Cirauqui, Mañeru, Mendigorría, Pueyo, San Martín de Unx, Tafalla, Tudela, los del valle de Echauri y todos los diseminados por la geográfica navarra”, para “acudir en peregrinación a Montejurra el próximo domingo día 15 de septiembre y celebrar austeramente la solemne fiesta de nuestra hermandad, para recordar a quienes murieron defendiendo los ideales de la Santa Cruz”.

Fue en diciembre de 1958 cuando esta Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz anunciaba que “con la autorización del arzobispo se ha resuelto trasladar al Monumento la Fundación perpetua de Misas, que tiene establecida a los muertos en la Cruzada. Por tanto, hoy domingo día 14, la misa mensual por los muertos en la Cruzada se celebrará en el monumento que Navarra erigió para perpetuar el recuerdo de los que dieron sus vidas en defensa de la religión católica y de España. Recogiendo el vehemente deseo del arzobispo, la Hermandad celebrará todos los viernes del año el ejercicio del Vía Crucis en la Cripta del Monumento” (Diario de Navarra, 14.12.1958).

Las innumerables citas sobre estas celebraciones rebosan en la hemeroteca. Todas repiten dicho binomio. Así que cerraremos este ejercicio de antología textual para recobrar un artículo de 1974 del carlista López Sanz donde alababa el uso, que no la manipulación y abuso, que el nacionalcatolicismo hizo de la religión. Llevaba por título: Porque había fe y amor. Poesía de la Cruzada.

Aseguraba que “el sentimiento religioso fue el ideal y la fuerza motriz que alentó y dio impulso al espíritu voluntario de nuestra Cruzada, que no la podemos olvidar, como un beneficio que no extingue y deseamos que perdure para siempre”. Si no entendemos mal, eso significa que lucharon por Dios y asesinaron por él en Navarra. Dios lo quería. Mucha fe y mucho amor. Pero faltos de ética. Y “un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada al mundo” Camus dixit.

Para este carlista “la idea religiosa fue la fuerza potente que lanzó a la lucha o al combate a nuestros magníficos voluntarios, combatientes piadosos de Cristo Rey ante la persistente complacencia de la ofensiva anticristiana de aquella República incivil, siempre inclinada al mal y a la agresión inhumana con sus constantes desafueros, fue el recio espíritu católico, cansado de sufrir a los que tampoco se cansaban en el ejercicio satánico de las violencia cabileña y de hacer padecer”. Por el contrario, “a los republicanos les faltaba el ideal religioso, sin el cual les faltaba todo y no podían sentir la belleza y poesía del sacrificio y del renunciamiento” (El Pensamiento Navarro, 17.3.1974). Y, ya puestos, ¿por qué no, la belleza del asesinato y de las violaciones impunes?

¿A qué llamaba López Sanz “ideal religioso”? ¿Al que justificó el golpe de Estado? ¿Al que animaba a los carlistas a asesinar impunemente a republicanos en una Navarra donde no había frente de guerra? ¿Al que legitimó una dictadura, que sacralizó y veneró a un genocida? ¿Al que sometió al país a un teocracia donde no existió libertad religiosa ni libertad de cultos, ni ningún tipo de libertad? Si ese ideal impregnó la erección del monumento, razón de más para pedir su voladura. Al fin y al cabo, el monumento, no sólo es exaltación del golpismo; lo es, también, de un nacionalcatolicismo abrasivo.

Y, ciertamente, dicho nacionalcatolicismo no parece molestar a los del desbloqueo resignificador. Comprensible. Al fin y al cabo, sus partidos no cesan de conculcar una y otra vez la aconfesionalidad consagrada por el Estado de Derecho y constitucional.

Ateneo Basilio Lacort

Víctor Moreno, Carolina Martínez, Clemente Bernad, Jesús Arbizu, José Ramón Urtasun, Carlos Martínez, Ángel Zoco, Txema Aranaz