El domingo 2 de marzo se celebra el Día del Bienestar Mental de la población adolescente. Esta cuestión tiene una relevancia trascendental para nuestra sociedad y desde la Gerencia de Salud Mental del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea, no queríamos dejar pasar por alto este hecho.

Las cifras hablan por sí solas: de acuerdo con la Organización Mundial de la salud (OMS), una de cada siete adolescentes de entre 10 y 19 años (el 14%) padece algún problema relacionado con la salud mental. Esto nos obliga a tomar conciencia de este problema.

La niñez y la adolescencia son periodos vitales de rápido desarrollo donde ocurren la mayoría de los cambios significativos del ser humano, transformándolos en etapas de especial vulnerabilidad en términos de salud y enfermedad. Por ello, consideramos clave valorar y pensar entre todos y todas qué actuaciones podemos llevar a cabo con la población joven. En ese sentido, nos parece fundamental una intervención preventiva y precoz (lo antes posible) desde muchos ángulos, con muchas sinergias y colaboraciones, no solamente, ni, en primer lugar, desde los servicios de Salud Mental, sino desde otras instancias y lugares.

Centraré las acciones que podemos ofrecer para preservar y potenciar la salud mental de nuestros jóvenes en dos dimensiones.

En primer lugar, desde lo individual y cercano al adolescente, tenemos que ayudarles en ese proceso que es la adolescencia. Si pensamos en la adolescencia, tenemos que tener en mente que es una etapa de crecimiento y formación, que viene marcada por cambios físicos, emocionales y sociales que pueden poner en riesgo su equilibrio personal. La adolescencia se caracteriza por ser una etapa de elevado desorden emocional, con alta labilidad y con menos estrategias adaptativas para regular esas emociones.

Nuestra misión en este sentido será ayudarles en su aprendizaje emocional, el aprendizaje de modos de gestionar sus respuestas emocionales, de un modo más adecuado y reflexivo. Esto es central, porque si no ha habido un desarrollo progresivo y previo de algunas habilidades de regulación emocional, el adolescente se verá inmerso en estrategias cada vez menos adaptativas y más problemáticas, que irán desde ausencias escolares, abandono de actividades, a alteraciones en la conducta alimentaria, conductas sexuales de riesgo, consumo de alcohol y otras sustancias tóxicas, o incluso autolesiones y conductas suicidas.

En segundo lugar, tenemos que mirar en nosotros y nosotras, los adultos/as, y preguntarnos qué recursos ofrecemos a nuestra población (incluyendo a la joven) para afrontar las vicisitudes del vivir. No podemos obviar que la salud mental de todos nosotros y todas nosotras depende de cuestiones clave como son la educación, el acceso a recursos suficientes a nivel de alimentación, vivienda, o el ambiente familiar, la violencia o el maltrato que se pueda padecer, entre otros.

Por lo tanto, y centrándonos en los adolescentes, hay una responsabilidad colectiva en generar condiciones saludables en sus vidas, y ante las adversidades, ayudarles en su aprendizaje social y afectivo, promover su bienestar psicológico y ofrecerles servicios de salud que les ayuden a un mayor bienestar tanto durante esta etapa como en la edad adulta. De este modo, se pueden prevenir muchos problemas de salud mental que luego de adultos irán manifestándose.

El autor es responsable de la Atención Infantojuvenil. Gerencia de Salud Mental de Navarra. Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea