Hace realmente no muchos años cuando se mencionaba la palabra talento evocaba unas habilidades innatas diferentes a las habilidades medias, que incluso se percibían como superiores, en términos de competencias, y que aportaban un valor diferencial a las organizaciones que las contrataban. Esto favoreció una reconsideración del valor de las personas en las organizaciones. Ya no eran mano de obra sino talento. Al menos a algunas de ellas (el top 20%), que había que identificar, captar, cultivar, retener, etcétera.

Más adelante vimos que el concepto se hizo más integrador, para incorporar a las habilidades y competencias aprendidas. Se empezó a hablar de desarrollo del talento. El foco pasó de la excelencia individual al rendimiento y la colaboración en equipo. Las estrategias de gestión del talento se volvieron más holísticas, integrando el compromiso de los empleados, el bienestar, el aprendizaje continuo y su aprovechamiento.

Esta extensión de la categoría tuvo efectos para el propio concepto, se empezó a cuestionar: ¿todo es talento? Es una situación típica, cuando una categoría se socializa se desvaloriza. Lo vemos continuamente en muchos conceptos y en muchas profesiones.

Más recientemente, el auge de las competencias digitales ha provocado un giro sustancial a lo que entendemos por talento. Ahora, estas habilidades son vistas como un componente esencial y su relación con el talento es cada vez más interdependiente. Son cruciales para casi todos los trabajos, desde los niveles básicos hasta los ejecutivos. Saber usar herramientas, plataformas y tecnologías digitales es fundamental para ser productivo, comunicarse eficazmente y colaborar con otros.

Como resultado, las organizaciones ahora priorizan a las personas con un alto nivel de habilidades digitales al evaluar el talento. Y debido a la constante evolución de la tecnología, los programas de desarrollo del talento se centran cada vez más en ofrecer oportunidades para que los profesionales adquieran nuevas competencias digitales, como un componente esencial para mantenerse relevantes y competitivos en el mercado laboral. Sin duda un médico deberá ser competente en su especialidad médica, como un ingeniero en la suya, pero ¿pueden ser analfabetos digitales o no actualizarse tecnológicamente?

En muy pocos años el talento ha pasado de ser una característica innata que había que cultivar (seguro que no soy la única persona que se acuerda de “la parábola de los talentos”), pasando por una estrategia de las organizaciones para aprovechar todo el potencial de su plantilla, en múltiples dimensiones, para crear una ventaja competitiva, a una situación actual en la que la tecnología ha transformado la concepción tradicional del talento, convirtiendo la competencia tecnológica en un factor clave. Como conclusión de este recorrido, permítanme esta pregunta, ¿hay en el siglo XXI talento que no sea tecnológico?

Para tratar de responder a esta cuestión sugiero echar una mirada al recientemente publicado y conocido como Informe Draghi (The future of European competitiveness) que también ha profundizado, desde el punto de vista de la competitividad industrial europea, en las claves del talento y la tecnología, y entre ellas destaca que:

1. Europa ya está en un escenario de escasez de talento y empeorará en el futuro. El cambio demográfico implica una disminución de capacidades (población potencialmente activa).

2. Esta reducción representa un obstáculo importante para la innovación y la adopción de tecnología en Europa y podría frenar los esfuerzos de descarbonización.

3. El informe identifica 34 tecnologías emergentes que podrían proporcionar un nuevo impulso a la industria europea, incluidas las tecnologías verdes, las innovaciones sanitarias, la transformación digital, los avances industriales y la exploración espacial, entre otras.

4. Pero faltan competencias digitales para extender más rápidamente las tecnologías en la economía y para que los trabajadores puedan adaptarse a los cambios que traerán estas tecnologías.

5. Casi el 60% de las empresas de la UE afirman que la falta de talento es un obstáculo importante para la inversión.

6. En cuanto al nuevo talento STEM, el informe afirma que, si bien Europa produce talento de alta calidad en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, su oferta es limitada. La UE produce unos 850 licenciados en STEM por millón de habitantes al año, frente a los más de 1.100 de Estados Unidos.

7. Además, la reserva de talento de la UE, disminuye por la fuga al extranjero debido a mejores oportunidades de empleo en otros lugares.

8. La migración no va a compensar la caída demográfica en Europa, y, en consecuencia, tampoco la escasez de talento.

9. Las empresas europeas necesitan retener su talento y reciclar a los trabajadores existentes.

10. La buena noticia es que hay algunas fuentes de talento desaprovechadas, entre las que destaca, la superación del gap de género en el empleo, y la inclusión del talento senior (en muchos casos también femenino).

Retos como los descritos por Draghi laten en las razones que motivaron en 2023 el lanzamiento de Prometeo Senior Steam, proyecto en colaboración entre COIIB (Colegio Oficial de Ingeniería Industrial de Bizkaia) y Plataforma50 Hacking Longevity, que ha contado con el favor de apoyos que lo han hecho posible, como BBK Kuna, SPRI, el Departamento de Empleo y Trabajo del Gobierno Vasco y el Departamento de Empleo, Cohesión Social e Igualdad de la Diputación Foral de Bizkaia.

El objetivo de Prometeo Senior Steam es actuar con los profesionales y las empresas para hacer frente al desafío de la escasez de talento tecnológico y dar una respuesta al riesgo de pérdida de empleo en la edad madura. Un oxímoron que no puede pasar desapercibido y que como sociedad no nos podemos permitir.

En 2025 COIIB celebra su 75 aniversario, con una larga trayectoria de contribuciones. Una conmemoración que queremos aprovechar en clave de futuro, para reafirmar el papel de nuestro Colegio en seguir conectando a sus miembros, nuestro talento, con la innovación, la evolución tecnológica y social de Bizkaia.

El autor es decano del Colegio Oficial de Ingeniería Industrial de Bizkaia (COIIB) y colaborador de Arizmendiarieta Kristau Fundazioa