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Tribunas

Navarra, ratios y realidad asistencial

Navarra, ratios y realidad asistencialUnai Beroiz

Por más titulares que celebren que Navarra es “la única comunidad que no necesita más enfermeras según la ratio europea”, lo cierto es que, en los pasillos de nuestros hospitales y centros de salud, ese dato suena a ficción. El papel lo aguanta todo, pero la realidad asistencial es otra historia. Una historia que se escribe en las unidades de ictus, de oncología, de geriatría, de salud mental, de urgencias, de hospitalización a domicilio de Tudela… donde la presión no se mide en ratios por mil habitantes, sino en pacientes con nombres, apellidos y necesidades crecientes.

Decir que Navarra “no necesita más enfermeras” porque supera ligeramente una media europea –que, no olvidemos, sigue siendo muy corta– es un argumento peligrosamente simplista. En una comunidad donde el envejecimiento avanza y los perfiles clínicos son cada vez más complejos y pluripatológicos, basta con entrar una mañana en cualquier planta hospitalaria para darse cuenta de que las manos faltan. Las enfermeras están, sí, pero no llegan.

Porque cada unidad es un mundo, con ritmos, exigencias y condiciones muy distintas. No es lo mismo una planta de cirugía programada que una unidad de agudos o un centro de salud rural. Y, sin embargo, todo se resume en un dato macro que borra los matices. Navarra tiene 8,9 enfermeras por cada 1.000 habitantes, un dato que da para nota de prensa, pero no para diagnosticar una situación tan compleja como la del sistema sanitario.

Además, mientras se celebra la estadística, se ignoran realidades preocupantes: en el Hospital Universitario de Navarra, más del 60% del personal de enfermería ha cambiado de unidad en el último año y medio. Son traslados que no se ven reflejados en ninguna cifra macro, pero que sí afectan a la calidad asistencial. Porque la experiencia, el conocimiento del paciente, la cohesión de equipo… eso no se improvisa.

Tampoco se tiene en cuenta que, aunque las condiciones salariales en Navarra sean relativamente buenas en comparación, el coste de vida es de los más altos del país. La vivienda, la alimentación, el transporte, todo suma. Así que esa supuesta ventaja retributiva no siempre compensa, y muchas enfermeras jóvenes se ven obligadas a buscar fuera un lugar donde puedan trabajar y vivir con dignidad.

No, Navarra no está exenta de la necesidad de reforzar sus plantillas. Un año más, flaco favor hace el Consejo General de Enfermería a las profesionales que representa en esta comunidad al afirmar, en su último informe, que aquí no hay déficit de profesionales. La cifra de enfermeras por mil habitantes es solo un número en bruto, que no refleja la carga real de trabajo, la atención de calidad ni el tiempo disponible por paciente.

Porque, si seguimos tomando decisiones desde el Excel y no desde el pie de cama, ni el mejor dato del mundo servirá para curar el desgaste, la sobrecarga y la frustración que se vive en muchas unidades. En esto, como en otras tantas cosas, el papel lo aguanta todo.

El autor es secretario autonómico de SATSE Navarra