Debo confesarles que escribo desde una irreparable desesperación, indignado por no entender la falta de respuesta a un genocidio que está siendo narrado minuto a minuto, y que nos mantiene impasibles, siendo exclusivamente espectadores del horror, paralizados, anestesiados.

Asisto junto a mi compañera de vida con asiduidad a los llamamientos que se hacen en mi ciudad para denunciar la situación del pueblo palestino, y compruebo la escasa respuesta de la ciudadanía a algo que, a mi modo de entender, debería echarnos a la calle a todos y todas de manera permanente.

Mi vida nada tiene de ejemplar, jamás me he considerado ejemplo de nada, no estoy capacitado para decir a los demás lo que deben hacer, pero no entiendo esta inacción cuando en la Franja de Gaza se está desencadenando el peor de los escenarios que podíamos imaginar.

Todas las organizaciones del tercer sector cercanas al horror de Gaza nos señalan que los indicadores de alimentación y nutrición alcanzan niveles alarmantes, superando en algunas partes del territorio dos de los tres umbrales de hambruna. Las imágenes que vemos impasibles son desgarradoras, de auténtica desesperación de padres y madres que sufren por ver a sus hijos/as apagarse poco a poco.

Entiendo que este genocidio televisado nos deje sin palabras, pero no comprendo que no nos movilice y comparto con mi maestro, Juan José Almagro, que “quien tiene el poder tiene la responsabilidad”, pero eso no nos exime a los ciudadanos/as que dejemos en las inútiles y torpes manos de nuestros políticos la respuesta debida.

Desde Unicef, Save the Children, UNRWA y tantas otras nos advierten que se agota el tiempo para organizar una respuesta humanitaria a gran escala, pero nuestros gobiernos, con la vieja e irreconocible Europa a la cabeza, miran para otro lado, eligiendo así el bando equivocado, el bando que masacra niños y los mata de hambre.

Y mientras, las cifras de genocidio siguen y siguen creciendo, haciendo que sea ridículo argumentar que todo esto arranca y se justifica por el ataque terrorista, con secuestros y asesinatos perpetrados por Hamas el 7 de octubre. No nos tomen por tontos, Netanyahu tenía un plan antes del 7 de octubre y lo está cumpliendo a rajatabla con la ayuda de EEUU y el silencio cómplice de Europa.

El holocausto judío ocupa en la memoria de la humanidad el primer puesto en la galería moderna de los horrores, es incomprensible entender cómo en nombre de ese pueblo masacrado, perseguido hace 80 años, estén repitiendo barbaridades similares hoy contra el pueblo palestino. Si inocentes eran ayer los judíos, inocentes son hoy los palestinos.

Más de 18.000 niños y niñas han sido asesinados y 20.000 están desaparecidos, aunque esto de desaparecidos es ya un eufemismo evidente, ya que pronto veremos esta cifra sumada a las de asesinados, y, además, 1,1 millones de niños se enfrentan a la desnutrición.

Si seguimos callados, si nuestros gobiernos siguen sin hacer lo que deben, que no es otra cosa que lo mismo que hicimos cuando el crápula de Putin invadió Ucrania, aislarlo, sancionarlo, señalarlo y cortarle los suministros de armas, esas cifras que hoy nos parecen ya nauseabundas, crecerán hasta explotarnos en nuestra cara y en cada una de nuestras dormidas conciencias.

Sabemos que el sistema humanitario está colapsando, los pocos periodistas que quedan narran un entorno post apocalíptico en el que los niños están muriendo en silencio a causa del hambre, y los que no han llegado a ese extremo piden salir de ese infierno, explicando que la lógica de muchos niños es que quizá sería mejor morir “porque en el cielo o el infierno podría haber comida, mientras que en Gaza no la hay”.

Es evidente que con esta falta de respuesta nuestra sociedad civilizada necesita un cambio de paradigma, y es por tanto interesante recordar el sermón que con fecha 21 de diciembre de 1511 el dominico fray Antonio Montesinos dio en Salamanca ante el virrey de España y con todos los nobles responsables de las horribles matanzas de indios nativos en América presentes, a los que dijo:

“¿Éstos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotras mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?

Despertemos pues de este sueño tan letárgico, pongámonos en el lugar de esos padres, madres o abuelos viendo morir a sus pequeños, presionemos a nuestros gobiernos para que den una respuesta donde tenga cabida la humanidad antes que la economía, pero hagámoslo pronto, mañana será tarde.