El título de esta carta es el subtítulo del libro de Pino Aprile, Elogio del imbécil. Me ha parecido un modo chocante de llamar la atención del posible lector ante lo que voy a expresar que, sin lugar a dudas, es lo que vengo sintiendo, reforzado día a día, respecto a los políticos de escaso (por no decir nulo) bagaje humano y social. Y estos desgraciados últimos días de fuegos desatados (demasiados ya), con increíbles devastaciones de superficies (cuando oigo que van más de 400.000 hectáreas me pierdo en esa inmensidad) incluyendo viviendas y otras propiedades agrícolas y ganaderas así como, lo más pernicioso, vidas humanas, me han hecho (y siguen haciendo) recrecer mi nivel de resentimiento hacia sus conductas. Que se repiten de otros desastres recientes que difícilmente desaparecerán de nuestra memoria.

Imaginemos, por centrarnos en la actualidad, a todas aquellas personas que están sufriendo la lucha contra fuegos de intensidades y velocidades inusitadas (desde los propios habitantes a todos los estamentos que participan en la extinción, como a todo tipo de personas voluntarias). Imaginemos que somos nosotros, sintiendo la impotencia ante las llamas que tras arrasar los paisajes, amenazasen nuestras propiedades. Más aún viendo cómo ese fuego entra en ellas. Desolación final, con un futuro muy incierto respecto a cualquier tipo de reconstrucción. Ni qué decir tiene la cantidad de años que pasarán para recuperar fincas y, más aún, el entorno. Ante las lágrimas y sentimientos encontrados se verterán todo tipo de promesas de apoyos, devenidos en ayudas que seguramente terminarán diluyéndose, o eternizándose –ahí están ejemplos muy cercanos–, tras la disipación del calor social general con el tiempo.

E imaginemos que, mientras lo anterior sucede, nos asaltan por todos los medios informativos las elucubraciones mentales de una serie de políticos impresentables empeñados en demostrar que cualquier situación es aprovechable para, como carneros en época de celo, lanzarse unos sobre otros sin preocuparse de que hay algo en medio de su arremetida, que es la falta de dignidad, cuyo sonido de choque se traslada a la perpleja sociedad que se pregunta qué ha hecho para merecer semejantes personajes (de cualquier signo político) que eluden cualquier tipo de responsabilidad ahora, y han ido eludiendo cualquier tipo de responsabilidad y acción realista en la gestión previa, a todos los niveles (local, autonómico y nacional), eliminando o reduciendo recursos y ejecutando lavados de cara (tener planes de prevención a todos esos niveles, sin llevarlos a cabo en su contexto global es negligencia pura y dura… y no solo me refiero a incendios).

E imaginemos que podemos tener la oportunidad de llevarlos a los focos de incendio para que trabajen en su extinción y, dado el humo, mantengan la boca cerrada y desarrollen pensamiento positivo respecto a ponerse en el lugar de los demás, aprendiendo a dejar de lado la estupidez y centrándose en llevar a cabo sus cometidos dirigidos al bien social general. Demasiada imaginación, ¿verdad?