Durante casi quince años he vivido la realidad municipal desde dentro: como concejal y como alcalde. He visto de cerca las fortalezas y limitaciones de nuestros ayuntamientos, la ilusión con la que se trabaja cada día por el bien común y, también, las dificultades enormes que supone gestionar con pocos recursos humanos y con demasiadas obligaciones encima de la mesa.
Lo digo con conocimiento de causa: hay consistorios donde los equipos técnicos hacen auténticos malabares para cumplir con normativas, atender a la ciudadanía, tramitar expedientes y además impulsar proyectos de futuro. Y muchas veces, la sensación es de estar siempre apagando fuegos, de no llegar nunca a todo.
La IA no para sustituir, sino para aliviar
Decía Stephen Hawking que “la inteligencia es la habilidad para adaptarse al cambio”. Y pocas frases resumen mejor el momento en el que se encuentran hoy nuestras administraciones locales.
Hablar de inteligencia artificial en el sector público no es hablar de ciencia ficción, ni de robots que vienen a sustituirnos. Es hablar de una herramienta que puede aliviar esa carga, que puede descargar a nuestros equipos de lo rutinario y repetitivo para que puedan centrarse en lo importante.
Imagino a un/a secretario/a-interventor/a que ya no tenga que pasar horas transcribiendo actas, a un/a técnico/a administrativo/a que no se sature contestando siempre las mismas preguntas, o a un/a alcalde o alcaldesa que pueda acceder a un panel claro con la información que necesita para tomar decisiones. Eso es lo que la IA puede aportar: tiempo, claridad, foco… y aire.
Una oportunidad también humana
Sé bien que en el mundo municipal no hablamos solo de trámites: hablamos de personas. Y precisamente por eso creo que la IA es una oportunidad profundamente humana. Porque puede hacer que el personal municipal trabaje menos horas en tareas mecánicas y más en tareas humanas: escuchar, acompañar, planificar, pensar en el futuro.
Y porque también mejora la calidad del servicio que prestamos a la ciudadanía. Cuando una persona recibe una respuesta rápida, clara y útil; cuando los procesos administrativos son más ágiles y comprensibles; cuando el ayuntamiento está más presente sin estar más colapsado... eso también es inteligencia artificial al servicio de lo público.
En un momento en el que la cultura laboral avanza hacia una mayor racionalización del tiempo de trabajo y una mejor compatibilidad entre la vida profesional y personal, la inteligencia artificial puede ser la herramienta que lo haga posible también en el ámbito público, sin renunciar a la eficacia ni a la calidad del servicio. Nos permite imaginar ayuntamientos donde se trabaje de forma más ligera, más amable, más sostenible y más útil para la gente.
El municipalismo necesita aliados
El municipalismo siempre ha sido la primera línea del servicio público, pero rara vez cuenta con los recursos que merece. La IA, aplicada con criterio, ética y sentido común, puede ser el aliado que necesitaban nuestros pueblos y ciudades para no quedarse atrás, para ser más eficientes, más transparentes… y más humanos.
Además, en el contexto local, es oportuno hablar de una IA local y soberana. Esto significa desarrollar herramientas tecnológicas que respondan a nuestra realidad cultural y social, que respeten nuestras lenguas, nuestra normativa, y que garanticen el control del dato y el cumplimiento del marco legal europeo, estatal y foral. La IA no puede ser una caja negra importada: debe estar al servicio del territorio.
Y es que, en un mundo polarizado, en el que las tasas a la importación suben y bajan caprichosamente, y donde las condiciones legales de las licencias de uso de los grandes softwares pueden variar sin previo aviso y de manera unilateral, no parece sensato condicionar el futuro tecnológico de nuestras administraciones, sus procesos y sus datos a soluciones de terceros. La soberanía tecnológica no es un lujo, sino una necesidad estratégica para preservar la autonomía, la estabilidad y la capacidad de respuesta de nuestras entidades públicas.
Promover este tipo de soluciones también puede ser una palanca estratégica para impulsar una industria propia de IA en Navarra, que convierta a nuestra sociedad en cocreadora y no en mera usuaria de plataformas de terceros. Porque si solo utilizamos lo que otros crean, asumimos también su dependencia, sus sesgos y sus condiciones. Navarra debe tener voz propia también en esta transformación digital.
Y todo esto debe hacerse desde una visión decididamente antropocéntrica: una transformación tecnológica centrada en las personas, donde la inteligencia artificial no sea un fin en sí mismo, sino una herramienta al servicio de una sociedad más justa, más cohesionada y más comprometida con el bien común. Porque si algo define lo público, es que su razón de ser no es la eficiencia en abstracto, sino el bienestar compartido.
Yo he vivido esa tensión diaria de querer hacer más con menos. Y estoy convencido de que hoy tenemos la oportunidad de que la tecnología, lejos de deshumanizar la administración, nos devuelva a lo esencial: estar al servicio de las personas, con más tiempo, más capacidad y una gestión aún más humana y aún más accesible.