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El rey desnudo (y 2)

El rey desnudo (y 2)WILL OLIVER

Nos encontramos, es cierto, ante la economía mundial de mayores recursos en el orden financiero, con los nuevos gigantes de la acumulación de capital, hoy en día oligopolio, de los servidores de Internet. No obstante, el taller mundial se ha asentado en Asia. El continente amarillo satisface la capacidad de consumo americana y más, en tanto USA únicamente dispone de monopolio en la producción de papel verde; por el momento combustible para los intercambios. En la actualidad la economía USA experimenta unos déficits en su balanza de pagos y presupuesto federal que no son de coyuntura, sino estructurales; resultado de la evolución de la economía americana a lo largo de decenios. No parece existir capacidad que permita redirigir los factores que condicionan tal economía, sujetos a una dinámica independiente de la voluntad humana.

Es esta situación por la que han pasado otros imperios, en los que el dominio en las finanzas no lleva consigo el liderazgo en la capacidad productiva, perdida con la falta de competitividad de sus producciones, tras conseguir la hegemonía. Este proceso parece beneficiar a medio plazo a las potencias emergentes, en las que el aumento de su capacidad productiva incentivará el consumo interior con toda probabilidad y crecimiento permanente. En un caso como el de USA se supone que sus dirigentes tomarán medidas dirigidas a controlar las tendencias de los factores económicos que puedan abocar al desastre, como final del declive. Parece sin embargo muy difícil invertir unas tendencias para hacer asumibles por capitalistas y consumidores la reducción de beneficios de unos y la comodidad de otros. Los primeros no aceptarán la renuncia de los beneficios de capitales invertidos en el exterior más productivos. Preferirán inversiones en economías en las que la productividad se base en salarios más bajos y que, con todo, cuentan con tecnología avanzada. En definitiva, el factor que inició la exportación de capital fue la competitividad ofrecida por los niveles inferiores de riqueza y consumo; los que movieron a los inversores a la búsqueda de una mayor rentabilidad, produciendo la descapitalización de la economía propia e incentivando la que ahora aparece competidora.

La no aceptación de un declive en todos los terrenos, marcado en el campo de la producción, factor decisivo que condiciona el conjunto de lo económico y demás factores del poder en su más amplio significado, explica la reacción virulenta de Trump y seguidores, que plantean soluciones extremas; en mayor medida huida hacia adelante, carente de estrategia reposada, con la que rectificar la dirección de los acontecimientos. Lo que se ha denominado política errática de Trump en materia de aranceles y política exterior evidencia la limitación de sus poderes de superhombre. Sus decisiones resultan llamativas por contradictorias y no corresponden a su presunta omnipotencia. Los expertos encuentran dificultad para entender sus objetivos, cuando sus marchas hacia atrás desconciertan por contradictorias. Un hombre que ha aprendido su sociabilidad en el campo de la especulación inmobiliaria, tal vez no dispone de la mejor preparación para entender a sus semejantes, al margen de que estos pertenezcan a la alta sociedad por empresarios o miembros de la más alta clase política. De la misma manera, tampoco tiene garantizada la comprensión de los individuos de las clases inferiores, a los que se encuentra obligado a satisfacer sus aspiraciones. Esta exigencia no la llenará nunca, en el caso de no resolver los graves problemas estructurales de la economía y sociales en general que se han asentado en el marco de Norteamérica y su sociedad.

A decir verdad, no es de esperar que Trump disponga de resortes para afrontar esta situación. Las medidas que ha tomado hasta ahora no evitarán que las fuerzas que impulsan el actual orden mundial modifiquen su trayectoria. Es muy probable que se acentúen las deficiencias presentes de la economía americana, en tanto las reacciones excesivamente espontáneas a las que con cierta seguridad recurrirá impulsarán el desorden en lo económico, con repercusiones graves en materia social. En este punto, también es posible que el presidente recurra a soluciones de fuerza que llevan a peligrosas e imprevisibles situaciones. Además, se verá obligado a afrontar tensiones en el mundo exterior, que puedan llegar a situaciones conflictivas, como resultado de la repercusión en gran parte del mundo de la inestabilidad norteamericana.

El cuadro que se presenta, mejor que imposible, tiene muchas probabilidades de llegar a ser. En definitiva, tendríamos que asumir que el desarrollo de los procesos históricos parece dirigirse en la dirección que se señala. A fin de cuentas, el examen que podemos hacer de la trayectoria seguida por la humanidad muestra la alta posibilidad de que nos encontremos en una coyuntura de cambio del orden mundial; quizás el de mayor profundidad que ha experimentado el ser humano en muchos siglos. Deberíamos tomar conciencia desde el denominado mundo occidental de que las diferentes partes de la humanidad han experimentado alzas y caídas, invirtiendo la posición entre los fuertes y débiles. La era del dominio universal que ha presidido Occidente se abre a su fin. El camino que se ofrece es de doble variante. Una se concreta en el enfrentamiento entre los polos hegemónicos, el otro es el de impulsar la colaboración; una colaboración que evite las eventualidades conflictivas.

Finalmente. Trump expresa con respecto a América la reacción de un poderoso que busca reafirmar su primacía, cuestionada por un proceso que parece dirigirse al cierre de un ciclo. Su actitud reaccionaria frente a los factores que impulsan el mundo se pretende amenazadora, con el objeto de producir espanto y fuga de los enemigos que él mismo se crea; pero se resiste a reconocer que los peligros que acechan a América se concretan en la evolución de la propia América, en un contexto universal que se sobrepone a las más fuertes voluntades. Y es que Trump es… un rey desnudo…