Seguramente quien creó el lema del Nafarroa Oinez del 2025 no dedujo que estaba cerrando el círculo iniciado en 1991, ni que su eslogan encajaba a la perfección con el de aquel año y el del 2010: Vive en euskera, por doquier, con la cabeza, el corazón, caminando.

Que el pasado y el presente volvían a unirse con un motivo festivo. Que 34 años después la fiesta del euskera volvía a Atarrabia. Bajo la bandera –su única bandera– del euskera.

1991, Euskaraz Bizi.

2010, Munduz mundu.

2025, Buruz, bihotzez, oinez.

El Oinez… el Nafarroa Oinez.

En ocasiones el imaginario colectivo no coincide con el individual, y por ello, en determinados momentos, permanecen en nuestros recuerdos vivencias que nada tienen que ver con la historia oficial. El primero recoge retazos de nuestras memorias; el segundo es el que pasa a los anales del futuro a través de la prensa o de los libros.

Así, en aquel de 1991, el hecho de cruzarme con Juan Cruz Alli y Miguel Indurain, guiados por el sempiterno Maxi Burguete, en el puente de la Trinidad –pues iba yo a contracorriente de la comitiva– no pasó más allá de una anécdota para la posteridad. Un cuchicheo al oído de mi pareja para decir eso de “¿has visto quiénes eran?

Sin embargo, aquello constituyó un hecho histórico: por primera vez un presidente de Navarra –de derechas, de UPN– acudía a la fiesta de las ikastolas.

En el año 2010 fue diferente, pues viví la fiesta desde dentro, asumiendo un rol institucional como presidente de la Ikastola Paz de Ziganda. Más allá de, por ejemplo, las visitas al Parlamento de Navarra o a Ajuria Enea, para invitar a sus mandatarios, oficialmente, a nuestro evento, viví muchos momentos inolvidables. Y conocí a personas, muchas personas, que me dejaron un poso importante.

Hanna Lantto, Rosana Entizne, Hiromi Yoshida y Carlos Cid. Una finlandesa, una argentina, una japonesa y un madrileño que no sólo hablaban euskera como los ángeles, sino que además lo enseñaban en universidades de sus países. Su visita a Paz de Ziganda, un enorme motivo de orgullo para quienes amamos la lingua navarrorum, que no sé si pasará a los libros de historia, aunque debería hacerlo, pues trasciende con creces lo anecdótico.

Angel Apezetxea. Era de la casa, pues había llegado a la ikastola en la época épica del centro. A comienzos de los 80 empezó a llevar sus cuentas, y desde entonces marcó impronta propia. No sólo contable, sino algo mucho más profundo. Sus americanas y su rubio pelo, impecablemente peinado hacia atrás, le dotaban imagen de gentleman; sus ojos, profundamente azules, y su eterna sonrisa, conferían serenidad. En aquellos momentos de tensión de las comisiones transmitía calma, sosiego, mesura… y optimismo.

Y Eduardo Casajús, Angel Marina, Santos Indurain, Izaskun Salazar, Amaia Gil, José Ezkieta, Alberto Garde, Anuska del Brío, Oscar Guilló … como responsables de sus comisiones de trabajo, junto a decenas de rostros anónimos –todos con nombres y apellidos– unidos por esa causa común llamada Nafarroa Oinez. Una fiesta que es un canto al voluntariado, al quehacer silencioso y discreto durante un largo año, a la puesta en común, al trabajo en auzolan tan extendido –en el espacio y en el tiempo– en este nuestro Pueblo, escrito, sí, con mayúsculas. Al cooperativismo.

Y U2. ¿U2 en el Oinez? Sí. Domingo 26 de septiembre de 2010. Final del verano. Jornada de venta de ropa en las campas de Salburua con varios amigos, previo permiso de nuestros vecinos alaveses, ya que no podíamos invadir su espacio ni su fiesta –Araba euskaraz–. Álava hasta media tarde. Coche de vuelta, rápida, a casa para enfundarnos nuestras camisetas que lucían un enorme munduz mundu, y viaje a Anoeta, a gozar con la banda de Bono. Y nosotros sí encontramos allí –no bajo el árbol de Joshua– lo que estábamos buscando…

U2 en el Oinez. Sí. Al menos en mi imaginario personal.

Este domingo 19, de nuevo a Atarrabia. Con la cabeza, con el corazón, caminando.

El autor es parlamentario de Geroa Bai y expresidente de Paz de Ziganda Ikastola y de Nafarroako Ikastolak