Como alcalde de Fustiñana, pero también como uno de los miles de contribuyentes que vivimos en pueblos de la Navarra rural, me veo en la obligación de alzar la voz ante una preocupación que crece día a día: el progresivo debilitamiento de la atención primaria en nuestros municipios.

Los rumores sobre el posible cierre del servicio de urgencias rurales en nuestro pueblo son solo la punta del iceberg de un problema mucho más amplio. En demasiados pueblos de Navarra, especialmente de la Ribera, estamos viendo cómo se reducen horarios, cómo no se cubren bajas ni vacaciones de médicos y cómo la calidad de un servicio básico como el de salud cae cada día, pese al inmenso esfuerzo del personal sanitario.

No estamos hablando de cifras ni de rentabilidad: estamos hablando de personas, de salud, de vidas. En zonas rurales como la nuestra, con una población envejecida y problemas de movilidad, un retraso en la atención o un cierre de servicios puede tener consecuencias irreparables.

Por eso, no podemos aceptar que se repitan los discursos a favor del mundo rural y de una Navarra vertebrada, en contra de la España vaciada, pero se siga evaluando la sanidad rural desde una óptica puramente económica o burocrática y de espaldas a los ayuntamientos de estos pueblos, que somos quienes mejor conocemos nuestras localidades. La salud pública no puede gestionarse desde unos despachos en donde no se conoce la realidad de los pueblos, ni las consecuencias de sus decisiones en la vida de miles de personas, que tenemos el mismo derecho a una atención médica digna, cercana y estable.

Conviene recordar que Navarra fue durante años el referente nacional en sanidad, pero hoy los todos indicadores han empeorado y son ya preocupantes, pese a que cada año los ingresos públicos (los impuestos que pagamos) son mayores. ¿Qué ha ocurrido por el camino? Menos recursos, más precariedad, más listas de espera y una sensación generalizada de abandono en el ámbito rural.

Llenarse la boca diciendo que se lucha contra la despoblación es fácil, pero para evitar que los jóvenes abandonen nuestros pueblos es vital no reducir servicios tan básicos en nuestro día a día como es la sanidad. Fustiñana, como tantos otros municipios de la Ribera y de otras zonas de Navarra, no pide privilegios: pide justicia. Pedimos hechos, no promesas y discursos vacíos. Y el primer hecho debe ser garantizar una atención primaria rural digna, con profesionales suficientes, medios adecuados y servicios de urgencias que no dependan de la suerte ni de la geografía.

La salud no se negocia. La salud se protege. Y con la salud de nuestros vecinos, no se juega.

El autor es alcalde de Fustiñana