(En respuesta al artículo de Koldo Aldai en DIARIO DE NOTICIAS del 21 de diciembre de 2025)

A Koldo Aldai no le han gustado las propuestas de Irati Gorostidi. Aunque se retuerce en circunloquios gramaticales, su artículo lo deja claro, comenzando con sus negaciones: “Nuestros días más intensos no dieron para ese sensacionalismo”. “Nuestras aspiraciones reunidas no se limitaban a una sala atestada de jóvenes medio desnudos, a un ejercicio tan monótono como peligroso de respiración acelerada”.

Contra la opinión de la mayoría de los habitantes de la Ulzama, y de los navarros y guipuzcoanos que se cruzaban con sus alegres moradores, la de Lizaso no era una secta (“Emilio lo hizo lo mejor que pudo, siempre con una premisa de entera libertad que desactiva toda sospecha de carácter sectario” ¿qué significa aquí “entera libertad” en relación a un posible carácter sectario?). “La clase obrera donostiarra no buscó, ni siquiera su vanguardia más combativa, un OM para sus labios. No se sentaba en loto, ni se vestía de butanito”. En fin, “Arco Iris 82 no era una cuadrilla de jóvenes ociosos con la tripa al aire”.

A continuación, los potenciales: “Esto bien podía  (podría o pudiera, supongo) ir de encontrar cámara y financiación e ir tras los pasos de aquellos jóvenes tan rompedores como desorientados”, una frase que destila menosprecio por un trabajo altamente valorado por muchos, comenzando por el jurado de New Directors del pasado festival de San Sebastián.

“La documentación acumulada pudo haber dado para un grano (sic) angular más ancho y no tan enfocado a la catarsis, los ejercicios de hiperventilación y el tantrismo”.

Por fin, los desiderata: “Hubiéramos agradecido una mirada menos reduccionista, menos sexuada”. “Es preciso admitir otras miradas, otras perspectivas de lo acontecido”. “Gorostidi tiene la virtud de tocarnos,  porque habla de nuestra historia, seguramente de nuestra trayectoria más personal y vital. Por ello apuntamos a ese esfuerzo de rigor añadido [a nuestra edad sesentona ya somos memoria histórica y nos toca pujar un poco por su fidelidad”. “Quizás haga falta un Aro berria que complemente la primera parte, una nueva entrega en la que se refiera a la semilla que se sembró, no sólo al desmadre que muy puntualmente se pudo gastar. Habrá que hacer un esfuerzo adicional por encontrarnos más cerca del Fiel (sic) de la verdad”.

En resumen, la obra de Gorostidi no es fiel a la verdad de lo que allí ocurrió. Sin embargo, ella ha explicado por activa y por pasiva que no pretendía un trabajo documental sino hacer una película actual soportada en una experiencia de hace décadas. ¿Por qué resultan tan molestas a algunos –desde luego, a Aldai– el tratamiento visual de los cuerpos que ni es pornográfico ni se ajusta a las convenciones eróticas al uso en el cine (“pareja que se encuentra y termina en la cama”)? En una sociedad hipersexualizada, mucho más que hace cuarenta años, y con la pornografía hiperaccesible como principal referencia de educación sexual desde la infancia, esta incomodidad resulta más que sintomática.

A Aldai no le gusta esa lectura “enfocada a la catarsis, los ejercicios de hiperventilación y el tantrismo” (intuyo que, para él, como para tantos despistados, tantrismo es sinónimo de sexo o, simplemente de sensualidad). Le molesta “la exhibición de carne” y, cuando entra en la instalación de Tabakalera, es de los que escapa como alma que lleva el diablo ante “una mirada tan reduccionista, tan sexuada. Por eso cuando entramos en el túnel visual de su exposición en la Tabakalera, tenemos que salir rápido abrumados por el desconcierto y el ruido. Nuestras aspiraciones reunidas no se limitaban a una sala atestada de jóvenes medio desnudos”; “una cuadrilla de jóvenes ociosos con la tripa al aire”. “Jóvenes medio desnudos, con la tripa al aire, exhibición de carne y sexo tántrico” (?)… ¿volvemos al convento?

Como me siento aludido (a diferencia de Aldai, yo sí viví unos años en Lizaso), lo más significativo para mí no es detectar esta posición pacata pero indignada, sino el lugar desde el que se afirma o se niega lo que aquello fue o pudo ser. A diferencia de la película de Gorostidi, plagada de preguntas y sugerencias, él sabe lo que ocurrió, no sólo en Lizaso, sino también en el conjunto de la sociedad de entonces. Si un párrafo me molesta es ese canto lírico (1): “La experiencia del Arco Iris encara nuestro tránsito del gris al naranja, del puño cerrado al corazón abierto, de la lucha contra el sistema al combate más duro contra nuestro ego, del horizonte de derrota al de henchida esperanza”. Emilio Fiel se lo agradece. ¿Se puede ser más pretencioso?

Ninguna pregunta sobre las razones del fracaso del experimento, sobre el papel del líder y las dinámicas de poder que generaba, sobre las cuestiones irresolubles referentes a las relaciones y los proyectos comunitarios: Sólo menosprecio (“Esto bien podía ir de encontrar cámara y financiación e ir tras los pasos de aquellos jóvenes” y esa cortina de humo lírico que, por lo visto, resulta muy consoladora para algunos de los viejos comuneros: “Vivimos una apuesta tan sincera como ilusoria de otra forma de vida… Hubo desmadre en sala, pero sobre todo utopía allende sus paredes. Somos con nuestros errores, con nuestra colección de ensayos fallidos, pero también con la comunión que en el intento pudimos disfrutar. Hay muchos que aún no se han podido quitar de encima ese recuerdo de tribu, entre otras razones porque, siquiera sin plumas, ya no la volvieron a encontrar el resto de sus días… Allí, en medio de la mágica Navarra, creímos, con toda nuestra alma, que otro mundo, otro cielo eran posibles e intentamos demostrarlo”.

Una nota final: este artículo ya estaba escrito (apareció en la cuenta de Facebook de Aldai) antes de que él hubiera podido ver la película. Tras (supongo) haberla visto, no ha alterado ni una coma de su texto. Sin duda, él sabe.

(1) Doy a esta palabra el sentido que apuntó Milán Kundera en su Arte de la novela: Lirismo (y revolución): “El lirismo es una borrachera y el hombre se emborracha para confundirse más fácilmente con el mundo. La Revolución (podemos incluir aquí cualquier experiencia de carácter utópico, revolucionario) no desea ser estudiada y observada, intenta que la gente se confunda con ella; en este sentido, es lírica y necesita de los líricos”. (La vida está en otra parte). “Los muros tras los que se hallaban prisioneros los hombres estaban construidos de versos y a lo largo de aquellos muros se bailaba. Y no, no era ninguna danza macabra. ¡Bailaban la inocencia con su sonrisa ensangrentada!” (La vida está en otra parte)”.