Ricardo rescata un punto vital
Osasuna realiza un partido muy discreto y sin ocasiones y el Athletic se topa con la inspiración del portero rojillo, crucial en el empate sin goles
PAMPLONA. Osasuna acudió al partido con el Athletic con la calculadora en la mano, perfectamente sabedor de los puntos que se necesitan para la permanencia. Y el enfurecimiento que requiere un derbi quizás queda en un segundo plano cuando media la ciencia. Las matemáticas afirman que en este tramo final de la Liga el punto ante el Athletic es bueno para la consecución próxima de la salvación. Sin embargo, por encima de los guarismos, el rendimiento de Osasuna ayer nunca le permitió aspirar a nada mejor que el empate sin goles y, para ello, para que no se escaparan todos los puntos, el protagonista destacado resultó el portero rojillo. Ricardo, en un encuentro con argumentos ofensivos limitados por parte de Osasuna, liquidó las oportunidades más claras, también más numerosas, del Athletic. Incluso en el último suspiro del partido, cuando la voluntad de corredor de fondo de Toquero le hizo perseguir el enésimo balón de la noche, el cancerbero mantuvo el tipo para repeler el disparo del atacante y lograr un premio excelente para lo que se había puesto sobre el tapete.
Las sensaciones del encuentro de ayer son contradictorias, porque dejan el regusto de un Osasuna opaco y limitado, previsible y sin juego, frente a un resultado de apreciable valor si se aísla y se superpone con la situación clasificatoria. Los rojillos meten un punto más de diferencia a la zona de descenso, ahora son ya siete, y con cuatro jornadas por delante el panorama se aclara un poco y, desde luego, no se complica. La permanencia, el objetivo único al que puede aspirar este equipo, está más cerca. También parece inevitable que Osasuna tenga que convivir hasta el final del campeonato -sólo un par de semanas- con unas señales de cansancio y unos síntomas de agotamiento general que no favorecen nada a un equipo con tendencia a la ofuscación, al lío mental.
Osasuna no ofreció una puesta en acción precisamente excelente ante el Athletic. La primera parte fue aburrida, nada que ver con las altas intensidades previstas, con el fuego que arde en los partidos de rivalidad, en los días de fútbol con sal y pimienta. El tiempo de control de balón se lo repartieron a rachas Osasuna y Athletic, iniciando el mando los rojiblancos y retomando después la conducción los rojillos. Los primeros con Llorente como faro y Toquero como trotón y los segundos, decididamente, sin guión. El equipo de Camacho concentró esa animación que nunca se le puede negar mediada la primera parte, cuando dispuso de varias acciones que buscaron a Iraizoz, por mediación de Pandiani -que se encontró con un defensa-, Rúper -que se topó con el portero tras un lanzamiento desde muy lejos- y Juanfran -con un centro-chut envenenado que liquidó también el meta pamplonés-. El Athletic, impulsado por el pulmón sin límites de Javi Martínez -un jugador que reclama un equipo superior donde explayarse de verdad-, no se salió de su plan cuando le puso apellido al peligro. Fernando Llorente, un jugador que ha experimentado una progresión y mejoría palpable desde la llegada de Caparrós, avisó con un testarazo en un córner que obligó a Ricardo a repeler el martillazo haciéndose un ovillo. Los mismos protagonistas se reencontraron cuando el ariete se coló entre los centrales de Osasuna -la única laguna de Sergio- y, con la puntera, dirigió el balón con maldad hacia la puerta. Otra vez Ricardo hizo el gato.
Había que esperar que alguno de los dos equipos evitara el colapso general con una puesta en liza en la reanudación más ambiciosa. Osasuna enseñó algo más de animación nada más poner el pie en el césped, pero el Athletic volvió a sembrarlo de sustos. Susaeta, futbolista más capacitado para el ataque, saltó al campo para en su primer balón esquivar a varios rojillos, plantarse delante de Ricardo y temblar ante el meta, que paró su disparo raso sin apuros. El único lanzamiento entre los tres palos del segundo tiempo lo firmó Pandiani, e Iraizoz lo detuvo sin problemas. El partido empezó a morir mediado el tiempo, cuando el Athletic comenzó a quedarse sin fuelle y a desaparecer y Osasuna, en su interpretación crispada y pesada de su fútbol, a no encontrar un camino cierto hacia la portería rival. Toquero quiso recuperar la emoción en el 91. Ricardo no se dejó ablandar. Menos mal.