LOS árbitros no son (todavía) el problema de Osasuna. Al menos su principal preocupación. El recurso a la queja viene bien para poner un poco de cataplasma después de un partido que dejó heridas en el equipo y arañazos en la clasificación; incluso para ir pasando la semana con declaraciones que alejen el foco de la actualidad del entorno de los jugadores y del entrenador. Pero los árbitros, ahora mismo, no son un elemento desequilibrante. Y tampoco, por lo visto ayer, un estamento fácilmente influenciable por los comentarios que les puedan llegar desde Pamplona, como quedó patente en la caída de Soriano en el área (minuto 21) después de que Ballesteros le embistiera levemente con los dos brazos por delante. A Paradas Romero la reprimenda de Camacho al colectivo en la víspera del partido (esa apelación a que sus colegas han "castigado" a Osasuna) no le hizo mella. Así que después de este empate ante el Levante habrá que seguir poniendo el problema real en el centro del análisis. Porque a Osasuna, sobre todo, le cuesta hacer gol. No sé cuántos balones al área habría contado ayer Camacho, pero sí tengo la relación de remates a portería (dentro y fuera) y queda claro que a los rojillos les faltó tanta puntería como malicia en su acoso a la meta de Reina. Soriano, Pandiani, Juanfran, Lekic y hasta Monreal asomando por el punto de penalti, dispusieron de claras oportunidades de marcar. Hubo tan poco tino que el gol de Pandiani es hijo de un ataque embarullado y acompañado de rebotes más que de una jugada elaborada. Eso adelante; porque atrás, mientras el Levante tuvo el balón y decisión para atacar, Osasuna sufrió mucho otra vez por la banda que defendía Damiá, un espacio en donde Camacho debe decidir entre el fútbol sacrificado del catalán o las prestaciones atacantes de Nelson. El técnico también tiene que trabajar en ese despiste que resulta imperdonable para un equipo al que le cuesta tanto marcar gol: no atender el rechace (otro de los males endémicos) y permitir que el rival le despoje de dos puntos en su único disparo a los tres palos. Eso es falta de atención o de planificación. Mientras las cosas sigan así, poco pueden hacer los árbitros para rematar a gol o atender los rechaces. El problema que hay que resolver es que Soriano encuentre su sitio en el campo, ese que él mismo confiesa estar buscando todavía; intentar que Camuñas tenga una aportación más constante, porque sus intermitencias son muy buenas, pero sus ausencias clamorosas; procurar que la brillantez individual de Juanfran repercuta más en el conjunto, bien con la eficacia de sus centros o afinando sus remates; o, en fin, dar continuidad y estabilidad por fin a Lekic o a Aranda, porque la cara del equipo cambia mucho si juega uno u otro. Son algunos de los problemas reales y todavía pendientes de solventar después de siete jornadas de Liga. Ahora viene el parón; hablemos pues de mejorar el equipo y olvidemos por quince días a los árbitros, que ya les llegara el tiempo de ser protagonistas.
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