OSASUNA prácticamente selló ayer la permanencia en Primera División después de protagonizar la remontada más épica de la temporada con un estadio entregado al equipo y que pudo disfrutar de unos Sanfermines anticipados al término del encuentro. Es cierto que al equipo aún no puede bajar la guardia porque, a falta de dos jornadas para el final de Liga, todavía necesita un punto para firmar la salvación de forma matemática, pero ayer los jugadores de Osasuna y su afición escenificaron la fiesta de la permanencia por todo lo alto, sólo empeñada por la grave lesión de Nelson.
Y no fue nada sencillo, porque Osasuna también representó a la perfección la tremenda irregularidad que ha ostentado durante esta campaña: fue capaz de lo peor y de lo mejor en tan solo hora y media: un primer tiempo para quemar sin dejar nada, y otro para enmarcar por las virtudes expuestas. En definitiva, un partido no apto para corazones débiles.
Fue incomprensible que Osasuna jugase todo el primer tiempo como si no le fuese la vida en el intento, y más si se le compara con un Sevilla que saltó al campo muy fuerte, imponiendo un ritmo, una presión y una intensidad en su fútbol que sorprendió a un Osasuna anestesiado y estático a pesar del calor que recibía desde la grada. El Sevilla además supo leer mucho mejor el partido que Osasuna. Entendió a la perfección que el talón de Aquiles del conjunto local estaba en su banda izquierda por la falta de entendimiento entre Calleja y Monreal. Un defecto que se veía amplificado por el déficit de dirección y solidez que tenía Osasuna en la medular por la baja de Nekounam, así como por las continuas imprecisiones en los pases y la poca movilidad y escasez de recursos en ataque. El resultado no fue otro que el Sevilla pudo disfrutar durante todo el primer tiempo, creando ocasiones y marcando dos goles a través de Negredo, otra de las bestias negras que tiene el equipo rojillo repartidas por la geografía de Primera.
Sin embargo, el primer tiempo no resultó otra cosa que el capítulo de una obra necesario para darle suspense, emoción y dramatismo a un final endiabladamente feliz.
El partido cambió de forma radical tras el descanso y los cambios realizados por Mendilibar: uno obligado por la grave lesión de Nelson y el otro para corregir el déficit que había en el carril izquierdo y darle un poco más de presencia y continuidad al ataque rojillo con la entrada de Pandiani y el pase de Camuñas a la banda izquierda; pero, sobre todo, en lo que cambió Osasuna fue en su forma de jugar, en su intensidad, en la tensión de su juego. Supo percibir que se le estaba escapando una parte de Primera y reaccionó a tiempo y con la contundencia que requería una situación trágica. Eso y la tontera del Sevilla, que se creía con los deberes hechos, le permitió a Osasuna meterse en el partido con un gol de Sola en el primer minuto de ese segundo período. Y a partir de allí se vio otro partido en el que Osasuna intentó hacer la tarea que no había hecho en la primera parte, jugó a fútbol, empleó sus bandas, puso centros y marcó goles, hasta lograr una remontada épica en los últimos minutos y sumar tres puntos que le dan casi la permanencia. En 45 minutos pasó del descenso a la salvación, del horror y del sufrimiento total a la mayor gozada. Así es nuestro Osasuna.