pamplona - En otro partido muy comprometido, como todos los que quedan de aquí al final de temporada y en los que el club se juega su existencia -las cosas están así-, el equipo volvió a ofrecer una imagen demasiado irregular, débil en el campo y en el ánimo, con demostraciones contadas de coraje y guión para afrontar las dificultades, plasmadas ayer en el gol en contra del Tenerife -uno es suficiente-, pócima infalible para enfriar las tibias posibilidades de este conjunto.
A remolque otra vez de los acontecimientos, Osasuna cayó como un castillo de naipes en cuanto su rival, en una jugada con menor porcentaje de fortuna local que de desacierto del portero propio, marcó el primer gol de la tarde. Derrumbado entonces sobre el campo, tras haber fallado un par de ocasiones clamorosas, atado a su nula capacidad de reacción, el peso de la dura realidad que comienza a ahogar a este equipo empezó a mostrarse en toda su crudeza. El conjunto de Mateo, como le sucedió al de Urban, no encuentra mecha que prenda su juego ofensivo y cuando el partido le exigió un rechazo a la situación en forma de ocasiones y goles, no supo cómo acceder a ello. Osasuna fue ayer un equipo correcto con el balón, pero especulador en exceso, incapaz de meterse en la zona de peligro con picante, y allí morder y marcar. Si a ello se une debilidad evidente alrededor de la propia portería, poco queda que hacer. Mateo, el primero, y los jugadores, con él, deben saber que el margen de maniobra ha desaparecido y que ahora en todos los encuentros que restan se deberán hacer todas las cosas bien si no se quiere descender. Los futbolistas a los que tiemble el ánimo sobran, como tampoco hay sitio para los errores o decisiones poco meditadas. Así es como se vive el drama en el fútbol.
En otro partido de sensaciones contrapuestas, Osasuna se marchó al descanso tras recibir un castigo excesivo. El equipo de Mateo dispuso de las ocasiones más claras, movió durante muchos minutos el balón con criterio y se mostró lo suficientemente combativo y enérgico como para haberse mantenido, por lo menos, en igualdad de guarismos en el marcador. Sin embargo, un mal cálculo en la salida en un balón difícil, que caía a plomo desde muy alto, acabó con un despeje de puños poco efectivo de Riesgo al que la mala fortuna, por el rebote en el cuerpo de un rival, ayudó para convertirlo en pase definitivo para Ifrán, que marcó a puerta vacía tras el barullo.
El fútbol se tornó injusto para Osasuna -justo si se mide en términos de precisión y concentración-, que había dispuesto de dos oportunidades evidentes, una clara por mediación de David García que envió fuera tras un saque de falta, y otra increíble en la que a Merino se le fundieron las luces, se le agigantó el cancerbero y se le quedó suave el remate a dos metros de la portería.
A Mateo -que había revolucionado el equipo con seis cambios- y los suyos les esperaba en la reanudación el examen sobre su capacidad de reacción, acierto y juego ofensivo y simplemente no superaron la prueba. El Tenerife estuvo a punto de sentenciar a los cinco minutos, pero el lanzamiento de Ifrán se estrelló en el larguero. Mucho mejor adaptados a la ruta del partido, los canarios dejaron todos los metros del mundo a Osasuna, que pese a plantarse una y otra vez en el balcón del área, no fueron capaces de armar un fútbol ofensivo en condiciones. Los rojillos rodearon a su rival, merodearon más bien, pero no accedieron en ningún momento al meollo de la situación. Solo en la jugada del penalti sobre Nino, que marcó Nekounam, hubo más intención.
Que solo haya esperanza de reacción cuando las manecillas esprintan en el descuento no es un buen síntoma. El tiempo se escapa.
TenerifeOsasuna
5Tiros a puerta2
3Tiros fuera5
3Ocasiones de gol2
13Faltas cometidas19
19Balones al área15
2Córners1
2Fueras de juego1
44%Posesión56%
12Intervenciones del portero13