Entre las múltiples virtudes del osasunismo destaca la tozudez. Los futbolistas, sobre todo los de la cantera, son tercos por naturaleza, por haber nacido y crecido aquí, por haber respondido siempre a ese desafío tabernario tan nuestro: “¿A que no tienes huevos...?”. Eso que en otras gentes es un defecto, bien orientado y trabajado puede reportar resultados positivos. Tratándose de un recurso anímico, la vía empleada para completar el reto no acostumbra a ser muy artística desde el mismo momento que implica también una fuerte dosis de testiculina. Ante el desafío, lo importante no son tanto los medios utilizados como el empeño individual y colectivo en alcanzar el objetivo. Lo que hablando de fútbol se traduce en volcar el balón en el campo del adversario, intentar alcanzar su área defensiva y combatir las leyes de la física tratando de atravesar el cuerpo del rival en cada oportunidad que este se interpone en el camino de la pelota. Es cierto que el paisaje se llena de choques más que de regates, de puntapiés en lugar de medidos pases, de sangre y chichones y pocos olés. Dirán los puristas que da pena ver jugar a este Osasuna, sin un futbolista científico que reparta juego e imponga estilo; habrá que decirles que aquí, desde hace semanas, solo hay sitio para los testarudos, para los que no bajan los brazos.

Al hilo de esta actitud, compartida por jugadores y afición, se ha construido un discurso que todavía no tiene fecha de caducidad. Es ese estímulo, incorporado casi desde la aparición en el banquillo de Caparrós, de que el siguiente partido será siempre el de la reacción. El de “este es el día”, el de “hoy ganamos seguro”, el del “ahora o nunca”. Así llevamos ya cerca de tres meses. Iba a decir tres meses en los que no ha pasado nada, pero no es verdad. Ha pasado que, lejos de firmar la claudicación, el osasunismo ha encontrado mecanismos para seguir bien cosido. Y ocurra lo que ocurra, la ilusión resiste siempre hasta el siguiente compromiso. Lo era este con el Málaga y lo volverá a ser el próximo en Anoeta. Y luego el de la visita del Real Madrid. Aunque la aritmética diga una cosa -le pone plazos a esa media distancia todavía con la zona de permanencia-, aquí los números siempre son discutibles. El único problema de Osasuna es lo que le dice el fútbol cada semana (las lagunas de su portero, la debilidad de su defensa, la inferioridad de su medio campo, la baja aportación goleadora de sus delanteros...), pero como que no le hacemos mucho caso. Como diría el gran Juncal, “lo pasao, pasao”.

Así que no queda otra que ser tozudos. Miren si no a Vasiljevic, empeñado en meternos con calzador a Causic y el chico hizo ayer el gol que a la postre permite a Osasuna salir del fondo de la tabla. Aunque si buscamos un ejemplo de tenacidad, nadie mejor que ese Oier, capaz de jugar con pies, cabeza, manos y brazos. A Messi le ponen una alfombra y hace filigranas; Oier juega en un campo sembrado de tormones y saca siempre el balón. A mí Oier me dice que Osasuna se salva y le creo, porque predica con el ejemplo. Y tiene trabajo en el vestuario para levantar el ánimo de compañeros como David García, ayer fuera de onda. En fin, que solo un grupo de tozudos es capaz de casi ganar el partido en el minuto 92. Y de volver a intentarlo el próximo domingo. “¿A que no tienes...?”.