Pamplona - La cabeza de Aridane, un imán en casi todos los balones en defensa y en ataque, y la puntilla de Xisco, un tipo con el acierto de cara, le dieron el triunfo a Osasuna en el campo del Rayo Vallecano.
Fue un partido de tensión y nervios, al más puro estilo del categoría, en que hubo incertidumbre hasta el final porque con un gol fuera de casa, y menos en Segunda, la historia no está escrita. El equipo de Diego Martínez no se anduvo por las ramas, es decir, eligió la practicidad y el empeño en defensa para sumar, y le salió el plan. Caminando al borde del precipicio estuvo Osasuna por el empuje desordenado de los locales, hasta que el gol de Xisco, recién entrado en el terreno de juego, liquidó el encuentro. El delantero, un especialista en esto de no temblarle el pulso en los instantes cruciales, aún se adornó con un segundo gol.
Osasuna ofreció una imagen de seriedad apreciable y una contundencia de cara a la portería rival sobresaliente, ya que los tres lanzamientos entre los tres palos terminaron en el fondo de la portería. Un muestrario de argumentos para ser un martillo a cada encuentro de este torneo donde la igualdad está cosida a cada costura. Los rojillos no hicieron un partido muy diferente a los que han desplegado en este comienzo de curso, pero ayer se supo mantener la portería a cero, se completaron mejores las ayudas y el trabajo alrededor del propio marco y se sacó a relucir la calidad en los últimos metros.
Un resultado abultado, además, le viene bien a Osasuna a quien la condición de favorito se le había venido atragantando y le estaba creando inusitadas molestias. El conjunto navarro, ayer con solo dos en el once inicial, parecía obligado a cumplir con la temporada para el mes de octubre, es lo que tiene colar unas elecciones en medio del campeonato, que siempre se va a querer ver y buscar más allá.
Suele ser impredecible el cóctel entre un equipo que está formándose, buscando ensamblarse y crecer, y otro que acaba de recibir un rapapolvos en su propia casa. Dos conjuntos que andan con dudas, mezclan mal para el espectáculo, aunque esta no sea la mayor preocupación para sus hinchadas, fieles y bullangueras. Osasuna y Rayo Vallecano demostraron que en estos momentos están pillándole la marcha al campeonato y que la igualdad de la categoría asfixia a cada encuentro. Por eso, el lógico empuje del Rayo en los minutos iniciales se fue diluyendo ante un Osasuna bien organizado, con otro dibujo en el campo que le hizo sentirse también quizás más cómodo.
En quince minutos, con menos contemplaciones con el balón, los rojillos habían ido conquistando el terreno que se había quedado el Rayo por la mera condición de local autoexigido. Osasuna comenzó a carburar gracias a la movilidad de David Rodríguez, que dejó clavados a los centrales una y otra vez, y al mayor protagonismo de Mateo, este chaval con buenas maneras y voluntad para atacar sin desmayo. En el balón parado Osasuna encontró el premio en el primer remate entre los tres palos y correspondió a Aridane, a veces dubitativo en algunas decisiones en la zaga, quien cabeceó sin tacha un córner de Torres.
Osasuna supo controlar la situación desde ese momento hasta el descanso. Incluso siguió inquietando la portería local, cosa que no hizo de forma clara en ningún momento el Rayo, sin ideas en cuanto se acercaba al área rojilla.
Las circunstancias, lesiones, tarjetas, ahora las reconsideraciones del entrenador, han ido cambiando el equipo titular de Osasuna. Una defensa nueva (con Oier de central y Lillo de lateral derecho), un centro del campo con un perfil distinto (Arzura y Torró actuaron juntos), la alternativa a uno de los destacados en el encuentro de Copa (Mateo), ofrecieron una propuesta novedosa en Vallecas, con un 4-4-2 claro, con Quique junto a David Rodríguez en la delantera. El plan del día estaba resultando porque Osasuna no sufría sin balón y, por contra, también salía sin problemas en pos del rival sin enredarse con la pelota. También mantener la distancia en el marcador en el descanso daba oxígeno, ratificaba los planes.
Al Rayo le leyeron la cartilla en los vestuarios, más o menos, y salió a morder, aunque con evidentes problemas de gestión de su juego ofensivo, muy previsible pese a la insistencia. Y más aún ante un Osasuna metido en el papel de no andarse con remilgos, ordenado y compacto, que con el paso de los minutos no flaqueó, aunque aumentaba el riesgo por la mera estadística de tener el balón próximo más rato. Mucho más.
Entre el convencimiento de Osasuna en su tarea y el ímpetu del Rayo, el partido se fue empinando para los rojillos, que no encontraban por donde sacarse la presión de los locales, sin ninguna incidencia en el juego ofensivo. Los rojillos respiraron solo tranquilos cuando Xisco logró el segundo gol, enfilando el partido los últimos minutos. El delantero le dio tranquilidad al equipo. La calma necesaria para no hacer las cosas con prisa, que este campeonato es muy largo.