pamplona - Osasuna volvió a ser letal y reconocible en El Sadar para apuntarse una nueva victoria, la novena consecutiva como local, y colocarse en lo más alto de la clasificación. En un encuentro con dificultades iniciales, superación de los momentos de incertidumbre y acopio de méritos suficientes como para haber goleado en el primer tiempo, la disminución de efectivos en el rival, por la expulsión de un jugador a los tres minutos de la reanudación, facilitó algo más las cosas en un choque sin discusión en cuanto a la acumulación de méritos de los rojillos.

Arrasate ha dado desde hace tiempo con la tecla de este equipo y ayer, frente a un buen contrincante, se volvió a ver un grupo solvente, con recursos, también capacidad para manejar registros para acceder a la portería contraria, con la calidad individual puesta al servicio del grupo y tono físico notable. Osasuna, que le supo ganar a un rival que jugó mejor con diez que con once -la baja de Eguaras afectó al sentido de juego del Zaragoza, pero lo ahorró trámites en su apuesta valiente y arriesgada del final-, lleva un tiempo siendo el mejor equipo de la categoría y va a ser también sólo cuestión de partidos que esa condición quizás incluso pueda moldearse en lo más alto durante jornadas.

Osasuna ganó al Zaragoza por un solo gol, pero hizo oportunidades como para haber logrado un marcador mucho mayor. Un triunfo del que se temió por el empuje final del conjunto aragonés. El equipo rojillo comienza a notar la importancia trascendental de los puntos y la trascendencia de cada triunfo también se inmiscuye en la historia de cada partido. Es lo que tiene la responsabilidad de ser el líder y uno de los firmes candidatos al ascenso. Es lo que viene ahora.

Había que mirar con respeto a la cita de ayer. Los encuentros de rivalidad suelen ser peligrosos porque las diferencias entre los equipos se suelen limar por la mera excitación de los contendientes y por esto la situación clasificatoria no es salvoconducto para casi nada. Esta es la teoría y el Zaragoza la llevó a la práctica en el inicio. El equipo que dirige Víctor Fernández le quitó el balón a Osasuna y le sometió a su ritmo. Los rojillos estuvieron incómodos en este tramo inicial, persiguiendo la pelota pero sin verla, y el conjunto aragonés, dirigido por Eguaras y su visión panorámica, se fue estirando. Incluso dispuso de una oportunidad que mandó Álvaro a las nubes, pero se mantuvo firme en sus convicciones y maneras un buen rato.

Osasuna no hizo acto de presencia de verdad en el partido hasta mediado el primer tiempo, cuando se recobró de la salida mandona del Zaragoza y comenzó a ser él mismo. Juan Villar le sacó chispas al poste tras un balonazo, fruto de un fallo defensivo, y, a partir de entonces, apareció el fluir el equipo de siempre. Villar y Torres comenzaron a probar el estado de forma de Cristian, el portero del Zaragoza, y el delantero también estuvo a punto de marcar tras una gran internada de Clerc. El partido ya se había cobrado para ese momento una baja, la del lesionado Barja, reemplazado por Rober Ibáñez. Roberto Torres, con maneras y modos de jugador en estado de gracia, estuvo a punto de firmar el gol de la temporada con un lanzamiento desde el centro del campo que pilló adelantado al meta argentino, que también tuvo piernas para regresar a la puerta y enviar la pelota a córner. El cancerbero se estaba erigiendo en el verdadero problema.

Osasuna había llevado el partido a su terreno justo antes de llegar al descanso, un síntoma de esperanza para un equipo que también había sabido evolucionar ante un oponente con buena pinta, organización y planes claros con y sin balón.

La segunda amarilla a Eguaras, nada más iniciarse el segundo tiempo, le dio un revolcón a la situación a favor de Osasuna. El centrocampista fue castigado con rigurosidad por el árbitro que acabó pagando en el centrocampista navarro -un auténtico timón para su equipo y futbolista de nivel- el follón que estaba creando alguno de sus compañeros más fogosos.

El Zaragoza fue arrinconado definitivamente y parecía cuestión de tiempo que saltara por algún lado su sistema de contención, asediado por todas partes, recibiendo centros sin parar. David García estuvo a punto de romper el muro aragonés con un remate cercano que detuvo el meta rival. Arrasate dio entrada en el partido a Xisco para ofrecer una alternativa ante lo que se aventuraba como un asedio en toda regla. En un centro de Roberto Torres mal despejado por un defensa fue Juan Villar el único que acudió a por esa pelota tocada y el que marcó. El ansia del delantero por romper esta racha sin gol -su última diana fue en el último partido del año pasado- también le ayudó para ser el más avispado. Osasuna parecía terminar un encuentro, pero empezó otro.

El Zaragoza quiso caer con orgullo, por más de un gol en contra si fuera el caso, aunque estuvo cerca de empatar la contienda en un balón que se encontró Álvaro Vázquez tras una mala cesión de Oier. El delantero tembló en el mano a mano con Rubén y mandó la pelota fuera. El equipo de Víctor no bajó las brazos y volvió a incomodar a Osasuna, que lo pasó mal en los últimos minutos. Sufriendo, mirando de reojo el tiempo de descuento, así terminó Osasuna ante el Zaragoza. No va a haber mejor sufrimiento hasta final de temporada si es para otear el ascenso.

OsasunaZaragoza

9Tiros a puerta2

7Tiros fuera2

7Ocasiones de gol2

14Faltas cometidas15

62Balones al área19

13Córners2

5Fueras de juego1

50%Posesión50%

2Intervenciones del portero6