pamplona - Osasuna continúa con su actuación sobresaliente en El Sadar y ayer demostró que no le incomodan los registros que le proponen sus contrarios porque sabe cómo imponer sus argumentos y ganar. Ante el Nàstic de Martín, que evidenció mejores maneras que otros equipos en situación mucho mejor en la clasificación, al conjunto de Arrasate le tocó vivir un duelo abierto frente a un contrincante sin miedo que planteó la batalla hasta el final y que siempre cultivó un fútbol incómodo, sin espacios, directo. Sin sentirse dañado por el marcador en contra, el conjunto catalán mantuvo la cabeza alta y rondó el empate en algún lance del segundo tiempo, nada previsto para colista. Si el Nàstic estuvo firme, Osasuna no anduvo por detrás a la hora de exponer firmeza y también supo solventar los momentos de apuro. Los rojillos se tuvieron que plegar a una versión más combativa y menos creativa que en citas anteriores. Saber leer el guión es también una virtud de este equipo.

En un partido divertido para el espectador, con idas y venidas y ritmo endiablado, le correspondió a Roberto Torres firmar de nuevo el gol decisivo de la tarde. Un gol con intriga porque el portero sacó el balón camino de la red, pero el árbitro consideró que había rebasado la línea de puerta. Con suspense, el gol premió al centrocampista, que atraviesa uno de los momentos más dulces de su vida futbolística. Para nada incomodado en estos encuentros de desgaste y muchos kilómetros de esfuerzo, Roberto Torres apareció en el instante oportuno para hacer saltar el partido hacia el lado de Osasuna.

Y así, en un encuentro con menor excelencia que otros, el equipo de Arrasate volvió a realizar una demostración de solvencia y a intensificar sus sensaciones como líder. Fortalecido en cuanto pisa El Sadar, la racha de diez victorias consecutivas en casa sólo puede hablar de un gigante en su estadio al que va a resultar muy difícil cuestionarle pegada y argumentos. El sufrimiento de los partidos en casa va a resultar compañero de viaje seguro conforme las jornadas vayan pasando y aumente la responsabilidad para no fallar. El Nàstic de Martín fue una prueba más que interesante de lo que se puede encontrar Osasuna en El Sadar cuando los visitantes jueguen sabiendo que hay más que ganar que perder en el campo donde generalmente todo el mundo sale trasquilado. Es el nuevo peaje del liderato y de la contundencia como local. Ganar en un partido que no ha sido de los mejores también es una gran señal.

No es nuevo que cuando se cruzan el primero y el último de una competición suelen mezclarse los estados de forma y la ilógica del juego, que para eso un juego, se pueda incluso imponer a la lógica de la clasificación. Y, siguiendo la historia, la primera impresión del Nàstic con la batuta de Martín fue excelente, molesta para Osasuna. El conjunto catalán para nada ofreció la imagen del apocado colista de la categoría y, al contrario, se mostró valiente y dinámico, con las ideas claras con la pelota, a base de transiciones velocísimas y suministro al área, y rigor en los marcajes y orden.

La consecuencia es que el Nàstic tuvo sus ocasiones en el primer tiempo y que, en el caso del remate de Kanté, la envergadura del meta rojillo evitó un gol seguro. Sadik, cerca de la media hora, firmó un cabezazo también peligroso, pero para entonces Osasuna ya se había quitado de encima el ímpetu inicial de los catalanes y había creado también sus ocasiones. Olavide, una de las novedades de la alineación, obligó a la intervención al portero visitante y, minutos más tarde, también se topó en esta ocasión con un defensa que estropeó su remate. El siguiente disparo de Nacho Vidal lo detuvo el portero.

Osasuna se estaba mostrando intachable en un partido físico y de pelea y, al contrario, tampoco se sintió importunado en el juego a mil revoluciones que proponía y exigía el Nàstic. Torres, excelente por la banda derecha, autor de conducciones impolutas y controles de virguero, se coló por la puerta de atrás de la defensa para rematar un centro de Íñigo Pérez. Fue un gol con suspense porque el portero sacó la pelota y la rapidez de la acción ofrecía sus dudas. El árbitro, indudablemente apoyado en el criterio del asistente, decidió que era gol. Un veredicto que tuvo su parte de suspense pero que colocó el guión donde le gusta a los rojillos.

No hubo cambios en la reanudación en cuanto a la combatividad de los dos equipos, que parecía dispuestos a echarse un pulso en cuanto al aguante de los pulmones. No acabó nunca de haber un mando sobre el juego, hubo mucho esfuerzo generoso y, en el caso de Osasuna, algo más de ausencia de verticalidad que en otros encuentros sin un delantero claro de referencia. En un partido de toma y daca, a las oportunidades consecutivas de Rubén García y Brandon -esta anulada por falta- siguieron otras en el otro lado del campo, en las que tuvo que mediar Rubén en una de ellas. En la otra, la portería se le debió hacer minúscula a Barrada que remató solo y no se sabe cómo no encontró la meta.

El Nàstic siguió en la pelea hasta el final, incrementado los balones sobre el área de Osasuna incluso jugando con un futbolista menos por la lesión de Fali a cinco minutos del 90, y a los rojillos les tocó tirar de oficio, administrar la renta y seguir con la suma, que es lo que cuenta. También en un partido para zafarse en el barro más que para lucirse en la pasarela.

OsasunaNástic

7Tiros a puerta3

2Tiros a fuera2

3Ocasiones de gol4

11Faltas cometidas15

28Balones al área29

4Córners2

1Fueras de juego3

55%Posesión45%

3Intervenciones del portero6