pamplona - Adrián, el buen centrocampista del Málaga autor del gol ante Osasuna y tipo comprometido con el proyecto de allí, se quejaba al término del partido del lunes diciendo que el resultado se les había ido por fallos propios más que por acierto de los rojillos. Este tipo de reflexiones más o menos compungidas suelen ser peligrosas, porque si se quiere cuestionar las habilidades del rival, la otra cara del argumento también certifica que ha habido un equipo que no ha sabido competir, y eso es lo peor que se puede asignar a un grupo.

Por encima de estas consideraciones, Osasuna realizó una demostración de fortaleza en la que sumó capacidad para el sufrimiento con calidad incuestionable, armas poderosas que le elevan a líder del campeonato y, desde hace un tiempo a esta parte, a la consideración como mejor equipo del torneo.

Osasuna vivió la peor primera parte desde hace mucho tiempo -habría que remontarse a los partidos con dudas de principio de temporada para ver a un Osasuna tan atenazado, aunque aquello era distinto-, pero también fue capaz de capear con daño mínimo ese rato a contracorriente. Quizás aquí el Málaga echó una mano para que el accidente fuera pequeño por su pegada más que discreta, pero nunca se vio a un Osasuna braceando y derrengado, porque sólo sufrió un disparo entre los tres palos.

La segunda versión de Osasuna, la reinvención tras el paso por los vestuarios, es la que maravilló en Málaga, donde los aficionados locales asumían con resignación que los de rojo van a otra velocidad, que están lejos de ellos, también por supuesto en la clasificación. Hubo cuatro remates a puerta de los rojillos, dos terminaron en gol y no hubo dos tantos más por sendos paradones de Munir. El equipo local dispuso solo de una ocasión, en el primer minuto, no hubo más; tan sólo una volea blandita de Adrián después y se acabó. Poco bagaje para quedarse con los tres puntos y menos aún ante un rival con recursos.

Variantes, reflexión y arsenal es lo que demostró que le sobra a Osasuna. Mientras el Málaga hizo cambios con el partido ya con el marcador volteado, Arrasate había dado la vuelta a la manivela dos veces con la inclusión de Íñigo Pérez y Brandon por Fran Mérida y Rober Ibáñez. Criterio y músculo que evidentemente dieron resultado para terminar la faena que había iniciado Rubén García con el empate. Íñigo Pérez detuvo el tiempo con un pase excepcional que congeló a los defensas y reivindicó la voracidad de Juan Villar. El delantero, que completó también un monólogo de remates en el segundo tiempo, tumbó al portero con un gesto y mostró otra parte del muestrario de este conjunto equilibrado y polifacético.

En Málaga nada le podrán reprochar a su equipo que tuvo orgullo y valentía para buscar el empate hasta el final, aunque si la jugada más peligrosa son los saques de banda como obuses de uno de los centrales, no cabe duda de que Adrián tiene razón: algo le falla a su equipo. El resto lo hizo Osasuna.