- "No estamos todos, falta...". Los puntos suspensivos de este popular cántico se reservan habitualmente para el nombre de la persona ausente. Y ayer, en El Sadar, faltaron muchas. Sagrario, Domingo, Elena, Mikel, Ander, Maite, Cristina, Iñaki, Iker, Amaya, David, Laura, Sergio, Susana, Javier, Ana, Toño, Ainhoa... Son estos los nombres de algunos de los más de 15.000 socios de Osasuna a los que los efectos colaterales de la pandemia de covid-19 impidieron acceder ayer al estadio y, por consiguiente, privaron al conjunto rojillo del aliento de su hinchada. Y sin el apoyo del mundialmente conocido como jugador número 12, los futbolistas del equipo navarro tuvieron que buscar en otra parte ese incentivo que en más de una ocasión les ha hecho ganar partidos. Pero por lo visto y escuchado en el terreno de juego, no lo encontraron y claudicaron ante la descomunal pegada del Atlético (0-5).

Osasuna ya estrenó el pasado domingo en el Reale Arena esa nueva normalidad que ha traído la reanudación liguera, en la que los partidos se disputan sin público en la grada y el papel de los periodistas con acceso a los estadios se ha reducido al de simples notarios de la realidad (también opinadores), sin apenas oportunidades para la interacción con los protagonistas del choque -salvo las ruedas de prensa telemáticas con los entrenadores al término de los encuentros-. Pero a los rojillos les tocó sufrir ayer esa parte amarga de este regreso para el final exprés de la Liga en el que jugar como local ya no es sinónimo de presión ambiental para un rival que, sin duda, se siente un poco más cómodo pese a actuar como visitante. Al menos, eso le ocurrió ayer a un Atlético que se paseó por El Sadar y a un Osasuna que echó mucho de menos el apoyo de su gente. Tal vez con la afición el resultado final no habría sido tan amplio.

La cuestión es que ayer todo resultó extremadamente extraño en El Sadar (incluido el marcador), como ya había pregonado Jagoba Arrasate tras el partido del reestreno liguero de Osasuna ante la Real Sociedad. "Entiendo que según pasen los partidos nos iremos adaptando a esta nueva situación, pero todo ha sido raro, desde la llegada al hotel de concentración y al estadio, hasta las medidas de seguridad y el partido en sí, porque para mí era la primera vez que jugaba sin público". Al técnico le resultó todo diferente en el duelo contra el conjunto donostiarra, y eso que lo disputó lejos de un Sadar cuya grada estuvo ayer casi totalmente desierta. Por culpa del coronavirus, pero también porque tres cuartas partes del estadio han quedado momentáneamente en ruinas con motivo de las obras de remodelación y ampliación del recinto -¿cuántos aficionados podrán entrar si en julio se permite el acceso de aficionados?-. El club hizo un apaño con unas lonas que taparon los cimientos del estadio, pero ese inmenso trozo de tela no pudo simular la presión ambiental que genera la hinchada rojilla gane, pierda o empate su equipo.

Resultó enriquecedora la experiencia de ver el partido desde la grada, un privilegio porque los aficionados no tienen de momento acceso a los estadios. Desde los boxes destinados a las empresas se pudieron escuchar las indicaciones de los entrenadores, los gritos de dolor de algunos jugadores, las protestas de otros (en este apartado se llevó la palma un Diego Costa que se convierte en pesadilla para árbitros y rivales) y las celebraciones de gol. Especialmente curiosa resultó la del cuarto tanto del Atlético, obra de Morata. El colegiado del encuentro lo anuló en primera instancia por presunto fuera de juego del delantero, pero, mientras todos esperaban la revisión del VAR, se hizo un profundo silencio en el estadio que solo rompió el grito de rabia del autor del tanto.

Pero en el otro lado de la balanza de la experiencia de presenciar un partido sin aficionados en las gradas hay que poner el resultado: una abultada goleada (0-5) que, no obstante, no debe empañar la excelente temporada de un Osasuna que sigue muy cerca de certificar la permanencia en Primera, su gran objetivo.

En definitiva, que el de ayer fue el primero de los cinco partidos de este inédito final de Liga exprés que Osasuna va a disputar como local. De momento, sin público, una medida que tiene pinta de que se va a mantener durante todo el mes de junio, pero que el presidente de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Tebas, quiere alterar en julio para que haya aficionados en las gradas en los últimos encuentros del final de temporada. El problema es cuántos (sobre todo en El Sadar, cuya capacidad se ha reducido ostensiblemente con motivo de las obras) y el protocolo de acceso. Pero eso es otra historia. La de ayer es fácil de resumir: No estuvimos todos, faltó la afición.

40 minutos antes del inicio. Los cinco periodistas de prensa escrita que ayer tuvieron acceso a El Sadar fueron convocados por el club 40 minutos antes del inicio del encuentro para ingresar en el estadio.

Toma de temperatura. Antes de entrar a El Sadar, a los periodistas se les tomó la temperatura corporal para comprobar que no tuvieran fiebre.

Hidrogel para las manos. El siguiente paso para poder entrar al estadio fue lavarse las manos con gel hidroalcohólico.

Mascarilla y guantes. Osasuna proporcionó a los informadores que ingresaron ayer en El Sadar un kit con mascarilla, guantes y un bote de gel hidroalcohólico. También se les entregó un chaleco y una acreditación que tuvieron que devolver al término del encuentro.

Salida con el pitido final. Los periodistas, fotógrafos y cámaras de televisiones sin derechos que accedieron ayer a El Sadar tuvieron que abandonar el estadio en cuanto concluyó el partido.