Estaba en edad juvenil (18 años) pero ya tenía aires de estrella. Vestido con un polo rosa de Lacoste, Carlos Vela sonreía con medio rostro cubierto por unas enormes gafas de sol mientras sostenía, mano a mano con Pachi Izco, una camiseta de Osasuna con su apellido impreso. El Arsenal, club propietario del futbolista, había accedido a una cesión que fue buena para el protagonista y para el equipo, ya que intervino en 33 partidos, marcó tres goles y dejó pinceladas de un talento que explotaría con el paso de los años. Vela llegaba ese 4 de agosto de 2007 para romper con la pobre aportación de los tres mexicanos que hasta ese momento había jugado con Osasuna: Aguirre, Vidrio y Ochoa.