Osasuna sufrió un castigo excesivo para los méritos expuestos en el partido, y el Atlético de Madrid fue el beneficiado en un encuentro en el que pesaron como losas los errores. El equipo de Arrasate, sosegado conjunto que no suele protagonizar actuaciones estridentes, cometió los fallos justos y necesarios para engordar un resultado exagerado. La factura de los fallos se las cobraron a precio de oro a los rojillos, que vivieron una tarde aciaga en la que su rival, con solo cuatro disparos entre los tres palos, fue capaz de anotar tres goles. No fue un día especialmente feliz para el meta de Osasuna, Sergio Herrera, al que le quedará para el recuerdo, imagen del partido también, una carrera de cuarenta metros para regresar a su portería desguarnecida, tentación para que un goleador reputado como Luis Suárez no fallara.

Osasuna sufrió una ducha fría de realidad de este campeonato que castiga con severidad los descuidos. Es seguro que el Atlético de Madrid ha hecho muchos más méritos en otros encuentros para lograr victorias, porque en El Sadar enseñó una imagen gris, traje contradictorio con la eficacia letal cada vez que se acercaba por las inmediaciones del área de los rojillos, porque sus contadas andanzas casi siempre se tradujeron en gol. Más doloroso por esto debe sentar la derrota a Osasuna, que no hizo un mal encuentro, tuvo controlado casi siempre al equipo de Simeone y volvió a realizar una demostración de empeño con un esfuerzo considerable. La conclusión habrá que buscarla en los errores propios, con un peso mucho mayor que el afanoso y esforzado trabajo por lograr el premio en la portería contraria.

Rojillos y colchoneros dejaron un partido con sensaciones contradictorias y excesivas en cada bando. La historia del partido es la de la adversidad para los hombres de Arrasate porque todo comenzó a torcerse muy pronto.

Osasuna supo rehacerse al gol del Atlético, que llegó a los tres minutos, que fue como saltar al terreno de juego con el marcador en contra. El tanto le metió al árbitro en el primer enredo, porque como Sergio Herrera -también vivió su primer enredo- se quejó de una falta de Luis Suárez en la acción previa al remate a la red de Joao Félix, el partido circuló con una sensibilización de todo el mundo ante cualquier fricción. Como con la que cayó en el área David García, un manotazo de Vrsaljko, que fue reclamado como penalti con toda lógica.

En su negociado, en lo que correspondía al juego, Osasuna estuvo mejor que el Atlético, llevó el peso del encuentro y fue el que puso más interés en llegar y marcar. Un balón cabeceado por Budimir y rozado por Moncayola acabó en el poste, y un remate cruzado de Nacho Vidal atropelló a Oblak, que se quitó la pelota de encima con el cuerpo y como pudo cuando se iba al fondo de la portería. Los méritos mayores del equipo de Arrasate no se computaban en el resultado y el método para cambiar el marcador estaba siendo bien ejecutado. Los rojillos estaban vivos y también estaban sembrando esperanza.

El paso por los vestuarios no cambió papeles y Osasuna siguió al mando por voluntad y esfuerzo. Para desgracia de Osasuna, en el primer cuarto de hora llegó una de las jugadas de la temporada. Metidos hasta la cocina del Atlético, con todo el mundo volcado, un contragolpe dirigido por Joao Félix sobre la carrera de Luis Suárez resultó letal. Al uruguayo le dejaron la puerta abierta de par en par porque Sergio Herrera estaba pisando el círculo central. Su disparo fue dirigido a gol desde 38 metros. De un plumazo el partido se acabó.

Osasuna no decayó en su empuje, siguió atiborrando su estadística de centros y más centros, bien gestionados por la defensa atlética, y solo un remate de Kike García computó como ocasión. El Atlético, que todo lo que tocaba lo convertía en oro, marcó por tercera vez a un minuto del final. Un premio gordísimo para el que juega con los errores del rival como perfectos aliados.