Como a imaginativos y optimistas no nos gana nadie, ya estamos parafraseando aquello de Leonard Cohen (“Primero tomaremos Manhattan; después tomaremos Berlín”), con Asia y Europa. Se le gana al Athletic (que ya es un placer de por sí) y, aparte de meternos en una nueva final –que ya ha llovido desde 2005 y hay nuevas generaciones que no saben ni cuánto se goza eso–, cogemos billete para la Supercopa de Arabia Saudí. Y luego, a partido único y con el Barça o el Real Madrid enredados con sus competiciones europeas, y el final de la Liga, y tal y cual, damos la campanada en la Copa y, aparte del título, nos clasificamos para Europa –hubo un tiempo en el que el finalista se clasificaba, pero lo cambiaron en beneficio del séptimo en la Liga (que, para qué engañarnos, nos parece la vía al continente menos difícil para los rojillos)–. Los cuentos de la lechera son así: su final es amargo pero ese ratico se disfrutan.