Osasuna sufrió un severo castigo frente al Villarreal que, por circunstancias del fútbol -el acierto, básicamente-, se vio premiado con un marcador amplio y cómodo tras un encuentro con más igualdad que lo que indican los tres goles de distancia. El equipo de Arrasate estuvo despistado en el primer tiempo, cedió un gol, y cuando en el segundo por fin quiso recobrar sensaciones y se lanzó a por el resultado y por su rival, el infortunio se cruzó en su camino en forma de errores. Una mala cesión de Jon Moncayola, futbolista en todas las partes del campo y de intachable despliegue, le permitió a Morales, un cirujano con la pelota en los pies, adornarse con un gol desde casi el centro del campo cuando el partido entraba en sus últimos minutos y todo pintaba hacia un desenlace con heroica local o desagradable pinchazo.
Osasuna se sintió castigado por la mala fortuna, pero también tiene motivos para terminar un día más enojado con el árbitro. Una mano clara de Yeremy a los pocos minutos de la reanudación no fue considerada por juez, Muñiz Ruiz, pero tampoco mereció atención desde el VAR por parte del árbitro de la tecnología, Medié Jiménez. La mano fue clamorosa y si el reglamento es capaz de explicar que semejante dejada no entra en el ámbito de las infracciones es que, como se huele el aficionado de toda la vida y sin pecar de forofo, hace tiempo que se ha perdido la esencia del juego y con él su seriedad.
El equipo de Arrasate volvió a hacer un denodado esfuerzo por darle un giro de tuerca a la adversidad, pero los caminos de la victoria en El Sadar se han vuelto enrevesados y sinuosos y se ha dejado de ver con claridad la portería rival. Es también inevitable que el ánimo y las preocupaciones del grupo estén focalizadas en la semifinal de Copa, y este es un factor que tampoco se debe olvidar, porque la fecha se acerca.
Osasuna tenía una tarea difícil y se le enredó desde el principio. El Villarreal estuvo demasiado cómodo en el primer tiempo. En una situación lo bastante confortable como para dar media docena de pases sin presión en el gol de Chukwueze y montar un contragolpe de manual en el segundo tanto del africano, que fue anulado porque la revisión de la jugada le pilló por poco en fuera de juego. A Osasuna no le sentó bien esa demostración de mando del conjunto amarillo porque había salido al campo muy activo por las bandas y presionando a su rival. El Villarreal tiró de calidad para superar las líneas de presión de Osasuna y plantarse en el balcón del área con pausa y calma, aprovechando los huecos que había en el eje y sostenido también en las triangulaciones y ayudas. Osasuna no existió en ataque en la primera mitad pese a su tesón por pulsar las bandas y nutrir de centros el área. De hecho, no hubo un remate entre los tres palos, aunque la primera labor para la reanudación era cómo recuperar el control sobre el partido.
Osasuna volvió mejor tras el paso por los vestuarios y en menos de diez minutos ya hizo más que en todo el primer acto. También sintió la desesperación. La mano de Yeremy Pino, tras tocar de cabeza el balón el Chimy, le dio al partido el punto de rebeldía que necesitaba por el lado de los rojillos. La jugada continuó y terminó en una doble oportunidad para Abde -al palo- y el Chimy -córner- y finalmente en una no revisión de la acción anterior. Osasuna comenzó a galopar con el viento en contra.
El Villarreal iba a aparecer muy poco, pero con el garrote. Aitor Fernández se creció ante un zapatazo de Yeremy, el hombre del partido, y a Darko se le cruzó el larguero tras recibir un buen servicio de Kike Barja.
Osasuna estuvo mejor hasta que todo saltó por los aires en los minutos finales. Primero con un gran gol de Morales -asistido por Moncayola-, casi desde su campo, ejemplo del repliegue obligado al que estaba sometido el Villarreal, y en el descuento con otra diana del delantero tras una nueva carrera de Yeremy, imparable en sus correrías. Osasuna, que se sintió cerca de igualar la contienda, recibió al final un castigo mayúsculo. Nada que no se pueda remediar.
