A mí perder no me importa. Lo que me duele es no ganar. Quiero decir, perder es lo que todos sabemos que es, ya que perdemos constantemente cosas, personas, sensaciones, partidos. La vida es ir acumulando derrotas. Pero salpicadas alguna vez de alguna victoria, para soportar otro saco de derrotas.

Por eso, perder, hacerlo dignamente ante uno de los mejores equipos del mundo –que jugó un encuentro muy irregular para lo que son ellos– y todo esto del orgullo y qué especiales somos y eso –que es cierto, pero que va en una esfera distinta al ganar– está muy bien, enseña mucho –a perder, claro– y poco puedes hacer, pero echas de menos lo de ganar. Claro, siendo de Osasuna, ganar es subir, mantenerse, no pasar apuros, llegar a semis, llegar a la final… Eso es ganar. Pero no es el ganar ganar de los demás, es un ganar personal, ése que indica que ya has hecho tu tope. Y, oh diablos, justo el año que te da por superar tu tope, te topas con el equipo ganafinales por excelencia. Con lo que no ganas, haces un partido dignísimo –y en la segunda parte, admirable–, pero no ganas. Y hay que asumir eso: las finales se juegan para ganarlas. Por mucho que delante tengas a quien tengas. Por mucho que tengas una opción entre 10 de ganar.

El Madrid del sábado no digo que fuera ganable, pero era de los menos poderosos que nos hemos encontrado. Y nosotros estuvimos a la altura, a pesar de una primera parte marcada por ese gol y las trastadas del insoportable Vinicius por banda izquierda. Faltó la punta de la bota de Barja a un minuto del final para irnos a la prórroga y faltó quizá un poco más de aplomo en fases, pero el caso es que nada se puede reprochar, solo constatar que perdimos y que esa pena quedará ahí para siempre, mezclada con el orgullo, pero ahí. Porque quieres ganar, quieres saber qué se siente, quieres conocer qué hay más allá del éxtasis del gol de Torró, experimentar esa nueva dimensión, vedada por ahora para tu club, para los miles y miles de rojillos que llenaron Sevilla, Pamplona y Navarra.

La Plaza del Castillo parecía un 6 de julio en San Fermín. Iban Aguinaga

Somos buenos perdiendo, aprendemos mucho y enseñamos al resto. Vale, de acuerdo. A ver si alguna vez aprendemos la otra cara de la moneda. Para eso tener la Copa como objetivo los años que por plantilla sea factible tiene que ser una obligación. En la derrota somos imbatibles. Ojalá alguna vez seamos inseguros en la victoria.

Ante la derrota, nada mejor que llorar en un hombro amigo. Iban Aguinaga

Los niños demostraron que hay osasunismo asegurado para el futuro. Oskar Montero