Su trayectoria resulta curiosa. Empezó en el Aluvión de Cascante, convenido del Athletic por aquel entonces, antes de llegar a Osasuna. Después el Athletic pagó su cláusula (450.000 euros siendo juvenil) y ahora ha vuelto a Osasuna...

–Hablándolo con mi padre el otro día, le decía que tengo 24 años y parece que tengo 35 por todas las vueltas he dado. Empecé en el Aluvión de Castante porque era el equipo de mi pueblo, no por ser convenido del Athletic, y tenía la suerte de que era un equipo que destacaba mucho. Estuve en Osasuna de cadete a juvenil y de ahí marcho a Bilbao, donde estuve cuatro años. Es cierto que he aprendido mucho y he hecho muy buenos amigos, pero también lo es que soy navarro y jugar para Osasuna es algo diferente, no lo compararía. Mi cuarto año en Bilbao fue muy, muy, muy, muy duro, sacrifiqué muchas cosas para venir aquí. Ellos me ofrecen renovar con una oferta económica muy alta, se piensan que yo voy a aceptar porque me ofrecen mucho dinero en Bilbao, pero no todo es dinero. Para mí era especial volver a casa, estar con mis amigos y jugar en El Sadar. De hecho, en mi primera etapa en el club era recogepelotas y veía a Roberto Torres, Kike Sola, que también es de Cascante… Me acuerdo de verlos y soñar con jugar en El Sadar. Sacrifiqué muchas cosas en un último año en Bilbao que fue muy duro y difícil porque me apartaron, pero al final he llegado al objetivo, que era jugar aquí.

Y al poco de regresar a Osasuna, la lesión. ¿Se le vino el mundo encima?

–Pero soy un chico muy positivo y tengo la suerte de tener una cuadrilla de amigos en Cascante, también en Tudela y en los pueblos de alrededor porque he estudiado en la Ribera, personas que me han ayudado mucho, sobre todo en los momentos difíciles. Fue una lesión de tobillo en la que me rompo el peroné, que también está desplazado, me rompo todos los ligamentos posibles, tengo sidesmosis, una lesión de lo más compleja que ves que ha retirado a otros jugadores. Por ejemplo, a Borja Lasso, que también jugó en Osasuna. Se te pasan tantas cosas por la cabeza… Pero hay que luchar, resistir y al final todo llega.

¿De quién se acuerda al rememorar esos momentos tan complicados?

–De mis padres, de mi hermano, de mis tíos y en particular de un grupo de amigos: Carlos, Isidro… Un poco de todos los que han estado en esos momentos tan duros.

Y luego la cesión al Burgos de Segunda División...

–Tenía que salir. Lo que necesitaba era jugar porque venía de dos años con el contador a cero. En Burgos me he encontrado a la perfección. Encajo muy bien en la ciudad, la afición me trata a las mil maravillas… De hecho, después del partido contra el Barcelona recibo mensajes, mensajes y mensajes de Burgos. Estoy muy agradecido. Estoy jugando aquí, pero algún fin de semana que puedo me escapo a Burgos porque tengo muchos amigos a los que estoy eternamente agradecido.

¿En qué ha cambiado Jesús Areso en estos dos últimos años?

–Soy el mismo jugador, pero he sufrido tanto y he tenido problemas tan gordos que cualquier problema que me venga ahora lo veo como algo positivo. Más que como futbolista, he mejorado psicológicamente en aspectos complicados. Sé darle la vuelta a todo de forma más fácil y rápida.

Ha demostrado ser un lateral muy ofensivo. ¿Para cuándo un gol?

–Soy atrevido y me gustaría marcar uno en El Sadar. Sólo de pensarlo se me pone la piel de gallina.

¿Ha imaginado ese momento?

–Siempre se te pasa por la cabeza o lo sueñas por las noches.

¿Ha pensado en la celebración?

–Tengo tantos amigos en el campo que tengo una zona localizada a la que igual me acercaría