Venía la temporada cargada de expectativas. Con un horizonte de cuatro torneos en los que prolongar las ilusiones que había despertado el equipo en los doce meses anteriores. Europa, Arabia, la internacionalización de la marca. La Liga y otra vez la Copa. Pero estamos en enero y han quedado liquidados la mayoría de los objetivos. Lo peor no ha sido el corto recorrido en los tres torneos que se ventilaban por el sistema de eliminatoria sino cómo ha caído Osasuna.

Con el Brujas malogró por sus propios errores una ventaja de dos goles; en la Supercopa le condenó un flagrante error arbitral en el camino a la final ante un Barcelona abordable como pocas veces; y en el cortó tramo de la Copa, a una nueva intervención parcial del colegiado al no señalar el penalti cometido sobre Budimir hay que sumar lo anodino de un equipo muy bien guarecido atrás pero que no obligó a intervenir de forma decisiva ni una sola vez al portero rival. Solo cuando recibió la sacudida del penalti en contra, de la expulsión de Catena y del gol de Oyarzabal, solo entonces, los rojillos sacaron la intensidad, miraron más al frente que a lo que pudiera ocurrir a su espalda y exprimieron el orgullo como único argumento.

Pero esa imagen de los últimos minutos contra la Real Sociedad era la de la impotencia que el aficionado tenía ya en la retina de lo ocurrido en Brujas o Riad. Porque no se trataba solo de pasar eliminatorias, sino de mantener en pie el edificio levantado en una de las mejores campañas en la historia del club, de contrastar si había capacidad para dar más pasos al frente, para seguir creciendo. Nos hemos pegado un tortazo contra la realidad o, por salir un poco de la versión oficial, Osasuna no ha estado a la altura de los compromisos adquiridos. Explicar todo desde el punto de vista de que el equipo estaba por encima de sus posibilidades puede tener algo de cierto, pero también es no querer ver que el rendimiento de buena parte de la plantilla ha estado por debajo de sus prestaciones. Ayer, por ejemplo, un torpe comportamiento en defensa permitió avanzar a la Real con un penalti en el que cazan a Catena (creo que es el momento de que Herrando juegue más partidos para comprobar si es un central con futuro en Osasuna).

Mojica tampoco ha respondido a su carta de presentación; Moi Gómez, que no jugó ayer, no es el futbolistaque aportaba un salto de calidad el pasado curso; Torró ya no es la columna del centro del campo; Arnaiz es futbolista de complemento; Barja no resulta desequilibrante; Moncayola aparece y desaparece; a Chimy se le va la energía en los gestos... Y así podríamos seguir. Solo el pundonor de Areso recuerda la esencia de lo que el aficionado espera ver en Osasuna.

Hoy podemos seguir abundando en los errores arbitrales, lamentar los perjuicios que causan a Osasuna, y una vez superado ese escenario hasta reconfortarnos con la frase que siempre ponía el colofón a la eliminación de la Copa: “Lo importante es la Liga”. Pero para volver con garantías a “lo importante” hay que corregir errores, cambiar actitudes y mejorar en el campo y en el banquillo. Nos las prometíamos muy felices: hoy solo espero que la decepción no pase factura en los próximos meses.

EL CONFINDENCIAL

La RFEF sigue sin justificar los gastos de la final. Osasuna reclamó a la RFEF los gastos detallados de la final de Copa, ya que el saldo final de la organización del evento facilitado por la Federación dejó el presumible ingreso de dos millones para el club rojillo reducido a menos de un millón. La Federación sigue sin dar respuesta a Osasuna que, como hizo en la Supercopa, continúa peleando por sus intereses.