“A ver si va a haber más rojos que azules”, se preguntaban algunos aficionados del Alavés en los aledaños de Mendizorroza un par de horas antes del inicio del encuentro. Y es que la hinchada de Osasuna desembarcó este sábado en Vitoria con todo. Algunos lo hicieron desde primera hora de la mañana y otros a lo largo de una jornada festiva en la que el buen tiempo se alió con los desplazados y también con los hinchas locales, que no les quedó otra que sumarse a la fiesta rojilla.
El calentamiento de la afición del conjunto navarro empezó desde bien temprano, con la calle Cuchillería, en el casco histórico de la capital alavesa, como centro neurálgico de una actividad que consistió en cantar, bailar y beber. Y es que el calor invitó a la hidratación a través de la ingesta de todo tipo de licores, suaves al principio y más fuertes conforme fue avanzando la jornada.
El horario nocturno del partido de Osasuna no amedrentó a la hinchada rojilla, que, aunque el equipo lo tuviera difícil para regresar a Europa, mostró confianza desde el inicio y euforia desmedida conforme se iba acercando la hora del choque. O mejor dicho, de los choques, pues el conjunto navarro jugó este sábado en Vitoria, pero también lo hizo en otros campos. Concretamente en Vallecas y también en Getafe, donde el cuadro de Vicente Moreno necesitaba de un tropiezo del Rayo contra el Mallorca o del Celta en el campo del equipo de Bordalás, amén de una victoria propia en Mendizorroza contra el Alavés.
La fiesta en el centro de la ciudad duró un buen rato, con el perjuicio que conlleva el hecho de darlo todo desde el primer minuto del día, y luego se trasladó a los aledaños del estadio. Indar Gorri organizó una quedada para recibir al autobús de Osasuna por una zona por la que normalmente pasan los rivales del Alavés, pero se formó un tapón humano que propició que alguien tomara la decisión de que los futbolistas rojillos llegaran al estadio por otro camino. Allí les esperaban unos pocos y después llegaron a los que habían burlado, que montaron una turba con bengalas y quemando algo de mobiliario, aunque la cosa no pasó a mayores.
Después llegó el partido, con muchos rojos en las gradas pese a que el Alavés sólo pudo enviar 367 entradas a Osasuna. Pero la gente se buscó la vida para no perderse una nueva clasificación europea. La gran mayoría volvió a la carrera para celebrarlo en la plaza del Castillo con los jugadores. Ahí ya solo hubo rojos. Los que fueron a Vitoria y volvieron, y los que esperaban en casa.