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Juez de línea del Alavés-Osasuna: Arrasate y Moreno como síntoma

Osasuna se vuelve a jugar su futuro como club y como entidad que pretende ser diferencial

Mejores imágenes del Alavés-OsasunaJavier Bergasa

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Se va Vicente Moreno sin dejar huella. El último partido, el más importante, fue el resumen de otros tantos de este curso. El técnico valenciano, con la decepción aún caliente, parecía contener también un gesto de alivio. Se terminó. Porque el banquillo de Osasuna no es hoy asiento cómodo. Ni cuando los resultados vienen de cara. No hay inmunidad, seas Alzate, Zabalza, Martín, Lotina, Aguirre, Ziganda o Mendilibar. Entrenadores que sumaban a su buen rendimiento una estrecha comunión con la afición. Sin embargo, unos fueron destituidos, a otro no le renovaron el contrato y el mexicano aceptó una oferta golosa. Desde que en 2014 Luis Sabalza fue elevado por los socios a la presidencia del club, han trabajado con la plantilla ocho técnicos; cuatro no terminaron la temporada, Vasiljevic se comió un marrón a tono con su cargo y su salario, con Diego Martínez se pactó que no iniciara la segunda temporada que tenía por contrato y, ahora viene lo bueno, Arrasate y Moreno decidieron marcharse, poner tierra de por medio, cambiar los protocolos.

Y esto lleva a plantearse una pregunta: ¿por qué los dos entrenadores, ni cesantes, ni destituidos, optan por abandonar Osasuna? ¿Qué está pasando; no se sienten respaldados, creen que no valoran su trabajo, no conectan con la dirección deportiva? Es cierto que son dos casos diferentes, pero el final tiene ciertas similitudes. En el caso de Arrasate, podía acumular la fatiga de seis años, la sensación de haber tocado techo, la necesidad de buscar otros retos. Pero el vizcaíno dejó dos comentarios que me martillean la cabeza; el primero lo expuso a su llegada a Mallorca cuando subrayó que su nuevo club le ofrecía “confianza y proyecto”; el segundo lo manifestó a voz en cuello en su despedida de la afición en El Sadar: “Tenemos un tesoro que entre todos debemos cuidar y ese tesoro es Tajonar”. Si no era un aviso de alarma, sonaba parecido.

Con Moreno se ha constatado lo anterior: la confianza tenía fecha de caducidad y el proyecto era lograr la permanencia que “es para lo que nos contrataron”, certificó el valenciano. En cuanto a Tajonar, ha pasado a un segundo plano y el ejemplo de Herrando vale como botón de muestra en una temporada que deja en blanco la casilla de canteranos debutantes en Primera. Arrasate comunicó su decisión con antelación y cuando muchos todavía pensaban que iba a seguir; Moreno tomó la iniciativa y no dejó margen ni para que le despidieran ni para que le renovaran, sorprendiendo con la maniobra a todo el mundo, dirigentes incluidos. Otro debate es que su interpretación del fútbol no haya calado en buena parte de la afición, que han quedado puntos en el camino por una actitud timorata que ha acabado siendo determinante para no jugar en Europa o que, en fin, en El Sadar nadie ha cantado “Moreno quédate”.

Así las cosas, preocupa menos la identidad del nuevo entrenador que el proyecto que asuma llevar adelante, porque ahí Osasuna se vuelve a jugar su futuro como club y como entidad que pretende ser diferencial. Y en esto el osasunismo tiene que ser exigente y estar vigilante. La dirección del club debe saber que no todo vale, que por encima de permanencias y otros retos deportivos está la identidad de Osasuna, y que con eso no se juega.