La figura del entrenador como principal encargado de la preparación técnica y física de la plantilla, además de responsable de elegir la alineación, ha evolucionado con la especialización del propio deporte. Se sigue catalogando como tal, por ejemplo, a Martín González Rizo (que además de las tareas asociadas al cargo a finales de los años 40 intervenía como jugador de campo) y al recién llegado Alessio Lisci, aunque este último trabajará, como sus recientes antecesores, con un nutrido cuerpo técnico del que es su director.

En el fútbol sudamericano, que maneja con precisión la terminología del balompié, lo habitual es nombrar como director técnico (DT) a lo que entendemos aquí mayoritariamente como entrenador pero que tiene una competencia más amplia, ya que todo el trabajo que conlleva un equipo hoy en día se reparte entre los integrantes del staff.

No estamos ante una denominación caprichosa; el nombre ajustado de las cosas, como el de los oficios o las enfermedades, evita equivocaciones. Siendo fieles a la historia, Osasuna no dispuso de un entrenador, en las características que el puesto tenía en la época, en sus diez primeros años de existencia. El trabajo con los futbolistas era tarea de un preparador (por lo general un jugador) y del vocal técnico, un miembro de la junta directiva que llevaba la voz cantante. En los años veinte esta función la sostuvieron, entre otros, Antonio Sanciñena y Félix Zozaya. Cuando este último se hizo a un lado por motivos laborales, la responsabilidad la asumió el entonces capitán del equipo, José Miqueo.

En aquellas primeras directivas, sometidas a renovación cada seis meses, no solo existía la vocalía de fútbol; también la pelota, el pedestrismo y el ciclismo tenían un responsable principal.

Las pruebas con el alemán Walter Gerbart y el inglés Walter Martin Harris fueron de corto recorrido; aunque se elogió su trabajo individual con los jugadores, el estilo que quiso poner el germano no era del gusto local. Al británico lo liquidaron diciendo de él que era “un masajista”, lo que sonaba entonces como un desprecio. Llama la atención que de ambos queda constancia del día de llegada a Pamplona pero no de cuando abandonaron el club. Hace un siglo no era un asunto relevante.

La primera persona que cumpliría las premisas de entrenador fue Mariano Sagaseta de Ilúrdoz (1929), que además desempeñó el cargo durante un año. Antes de que esto ocurriera, la denominación del responsable del equipo fue un asunto estatutario y que ocupó espacio de debate en los periódicos. A finales de 1928 o principios de 1929 se toma la decisión de cambiar un artículo del Reglamento “para confiar el equipo a un entrenador”. En las páginas de La Voz de Navarra, Jokintxo Ilundáin abandera las opiniones en contra de esta decisión. Esgrime dos motivos: que la mitad de la plantilla no vive en Pamplona con lo que habría que personalizar los entrenamientos y que casi todos los jugadores son amateurs.

Un mes antes del nombramiento de Sagaseta de Ilúrdoz (uno de los introductores del foot-ball en Pamplona a principios del siglo XX), Diario de Navarra se hace eco de que “parece que Osasuna se decide a contar con un entrenador cuya exclusiva misión sea la de preparar al equipo”. A tal fin, cuentan que el club llegó a contactar con el interior del Real Unión de Irún Pepito Echeveste.

Antes de que se cerrara este capítulo sobre la atribución de funciones y de que a la primera interinidad de Muguiro sucediera la elección de un tipo experimentado como Pagaza (había rescindido contrato con el Racing de Santander), Ángel Goicoechea intentó aclarar los conceptos. “Hay que distinguir entre el técnico –en el argot interno del club– que se denomina al vocal de junta que cuida de la labor de selección, de vigilar el estado de los jugadores y las pruebas a las que son sometidos, y el entrenador o trainer, que es el verdadero técnico, quien se encarga de la preselección, de corregir defectos, amaneramientos del jugador y del cuidado, en suma, de todos ellos”, escribió quien luego sería presidente de Osasuna y alcalde de Pamplona.

Pagaza, integrante de la mítica selección española que compitió en los Juegos de Amberes de 1920, es también el primer entrenador destituido en Osasuna (1931).

Por otro lado, con el afianzamiento de la figura del entrenador (Emilio Urdíroz cubriría de manera sobresaliente el periodo de 1932 a 1936) llegó la práctica desaparición del vocal técnico. Con el paso de los años, dentro del reparto de funciones en la dirección del club aparecería una comisión técnica formada por algún directivo y reputados exjugadores rojillos. Su labor era de asesoramiento y también intervenían en negociaciones para adquirir futbolistas. Gentes con pasado osasunista como Julio Iturralde y Sabino Andonegui desempeñaron esta tarea.

Todos los entrenadores de Osasuna

Los interinos

El compromiso de la gente de casa

Una figura recurrente en Osasuna cuando por dimisión o destitución el puesto quedaba vacante ha sido la del entrenador interino. Es este siempre un hombre de la casa que acepta el cargo por amor a los colores y a quien, por regla general, los dirigentes no le conceden la oportunidad de desarrollar su propio proyecto. Solo Pepe Alzate rompió ese estándar cuando el club no pudo formalizar, con el inicio del campeonato en puertas, la contratación de Stratan Petkovic. Porque su primera aparición en el banquillo de El Sadar (1976) fue para parchear el intervalo entre la destitución de Luis Ciáurriz y la contratación de Pachín.

En ese perfil de osasunista para todo encaja siempre como anillo al dedo Martín José Muguiro. Entre la llegada de Pagaza y la asunción de responsabilidades por parte de Emilio Urdíroz, el polifacético futbolista se multiplicó por dos, dirigiendo la preparación del equipo y actuando como jugador.

La interinidad fue también una constante en los primeros meses de posguerra. El club echó mano en el periodo de un año de Juanín Bilbao, Pacho Lusarreta, Félix Bolico Ilundáin y hasta del legendario Julián Vergara. Y en aquella azarosa década de los años 40, con graves problemas económicos y de supervivencia como institución, también dieron un paso al frente Luis Aranaz y Seve Goiburu.

Pero nadie como Miguel Blanco encarna el prototipo de interino. El 21 de diciembre de 1965 se pone por primera vez al frente de la plantilla tras la destitución de Aranaz. Blanco había entrenado al Promesas y era seleccionador de la Federación Navarra. De los 16 partidos que afrontó hasta el mes de abril de 1966 ganó ocho, empató cuatro y perdió otros cuatro.

Medio año después, Blanco fue llamado a filas para sostener el corto plazo entre la marcha de García de Andoin y el aterrizaje en el banquillo de Julio Martialay. El entrenador navarro actuó como segundo del recién llegado… hasta que lo despidieron. Hasta en cuatro ocasiones más hizo Blanco de apagafuegos, la última en dos partidos durante once días en noviembre de 1973.

El cuerpo técnico

El reparto de funciones y la especialización

Miguel Blanco tenía una acreditada fama como preparador físico, faceta que elogiaban los futbolistas que caían en sus manos. Durante años, el entrenador asumía en solitario la puesta en forma y el trabajo técnico-táctico. Sin más auxilios. Los contratados llegaban a Pamplona con la única compañía de una maleta; ahora, arrastran todo un equipo de especialistas a los que hay que sumar los que pone a su disposición el club.

El pequeño refugio del banquillo se amplio primero con un ayudante, también señalado como segundo entrenador. Más tarde se incorporó al licenciado en preparación física con una detallada y científica programación que no dejaba nada al azar. Alzate consolidó esa importante pieza con la inclusión de Javier Aguirre Zabaleta. Esa Santísima Trinidad ha sido lo habitual en los últimos cuarenta años. Pero la nómina ha ido creciendo hasta tal punto que antes de cerrarse el fichaje de Diego Martínez (2017) la prensa de Sevilla dio por bueno que en el lote entraban “cuatro personas de su confianza: un segundo entrenador, un preparador físico, un analista y un readaptador físico”. Finalmente solo fueron dos.

A esos cuerpos técnicos el club siempre ha aportado al preparador de porteros, sometidos a un trabajo individualizado. Uno de los pioneros en esa tarea fue el exfutbolista Nemes Esparza, que nunca jugó como guardameta. Javier Vicuña ocupó ese puesto durante años y también fue ayudante de Martín.

Si repasamos la etapa más reciente, la de Vicente Moreno, encontramos que compartía butaca de banquillo con un segundo entrenador (Dani Pendín, que se ocupaba también de las jugadas de estrategia), un entrenador auxiliar (Arturo Pons), un especialista de porteros (Richar Sanzol), un preparador físico (Daniel Jesús Pastor), además de un médico y un fisioterapeuta. Arturo Pons, ademas, fue la cabeza visible del staff en el encuentro con el Valladolid en El Sadar, ya que Moreno y Pendín cumplían partido de suspensión.

Curiosidades

Descansar... por la tarde. De Josepe Goñi Romero, que intentó sin éxito la navarrización de Osasuna, contaban que prohibía a los jugadores salir de casa antes de las cinco de la tarde para que descansaran y se repusieran del esfuerzo del entrenamiento matinal.

“Gratis et amore”. Las vacantes temporales en el banquillo siempre se cubrían por un voluntario al que empujaba su osasunismo y no reclamaba compensación. Así lo aplaudía la prensa en el caso de Muguiro, subrayando que se ponía al frente del equipo “gratis et amore”. Parecidos elogios recibió el exfutbolista Ramón Urrizalqui después de un año adiestrando a los rojillos (1941-42): “Trabajó gratis y esto no se da con frecuencia en el fútbol”, enfatizó un periódico local.

Los jugadores se quejan del entrenador. Ocurrió con Luis Ciáurriz (1976) en el banquillo y Carlos Alzu lo contó así en Mundo Deportivo: “Luis Ciáurriz es temperamental, fogoso y osasunista. Y eso, que pueden ser virtudes, no estaban contrarrestadas por prudencia y serenidad. Los jugadores protestaron ante la directiva de un trato poco suave, más en lo personal que en lo deportivo. Y la junta, sopesando el asunto, optó por separar del equipo al entrenador, norma generalizada en el fútbol”.

Antes de Camacho pudo llegar Miguel Muñoz. Miguel Muñoz es un mito del madridismo. Tras retirarse como futbolista, preparó al equipo merengue durante 16 temporadas (1958-74). En 1977 Osasuna negoció su posible contratación, pero no cuajaron las conversaciones. Años más tarde aterrizaría en El Sadar José Antonio Camacho, madridista y exseleccionador de España como aquel.

Polifuncionales

Entrenador y jugador al mismo tiempo. Durante la primera mitad del pasado siglo, era frecuente en Osasuna compaginar las facetas de entrenador y jugador. El primero en duplicar sus funciones fue Joaquín Rasero, que también realizó el papel de presidente del club y de árbitro. Tras él, alternaron la preparación y la práctica: Walter Gerbart, José Miqueo, Martín José Muguiro, Emilio Urdíroz, Félix Ilundáin, Julián Vergara, Luis Aranaz, Seve Goiburu, Kiko Florenza, Martín González e Ignacio Izaguirre.