Corría el minuto veinte y Lisci seguía corrigiendo posiciones desde la banda. Ya a los dos minutos de juego aprovechó el choque de cabezas de Budimir y Natan para llamar a capítulo en la banda a Sergio Herrera. No sé si las instrucciones eran para el portero, que en el primer intento realizó una salida defectuosa de balón, o para que el capitán transmitiera órdenes a sus compañeros. No sé si fue Pellegrini quien rompió las previsiones del italiano, si fue que los jugadores no entendieron lo que les pedía el entrenador o que este quiso meter correcciones sobre la marcha que no funcionaron. El caso es que los rojillos parecía que no hubieran entrenado juntos durante toda la semana y ante la presión del Betis acababan mandando balones en largo a nadie o, lo que resultó suicida, entregaban la pelota al rival en zonas de alto peligro. Hasta 31 balones recuperó el Betis durante la primera parte. Al final del encuentro Osasuna sumaba 122 pérdidas. Dos de esos robos terminaron en gol; el primero por parsimonia de Catena, el segundo, por una mala entrega de Boyomo.
Ante esto, no sé si el problema es que los futbolistas no tienen habilidades para ejecutar lo que pide el entrenador o es este el que debe retocar el método. Ante el Betis, jugar en corto desde atrás fue un suplicio: por los deficientes envíos con el pie de Herrera, porque Catena pasó la noche penando su error en el 1-0, porque Boyomo perdía la paciencia, Bretones se liaba con la pelota y Rosier no ofrecía opciones por banda. Herrando, quizá el más discreto de todos, pagó los platos rotos. Bregaron mucho los tres del centro del campo, pero apenas habilitaron a sus delanteros, muy solidarios ambos en el esfuerzo pero inofensivos en el área. Como si todavía no se hubiera sacudido de la cabeza el estropicio de Sergio Herrera ante el Elche, Osasuna fue en la primera parte un equipo abonado al fallo, un grupo con miradas perdidas, con síntomas de abatimiento y escaso poder de reacción ante la fatalidad. Porque también hay algo de fatalidad en esas pérdidas de balón que más parecen pases del gol al rival.
Afirmaba con rotundidad Lisci tras el empate con el Elche que la jugada que acabó estropeando el partido “no volverá a pasar”. Me gustaría escuchar lo mismo después de los errores cometidos en La Cartuja, pero el míster tiene mucho trabajo por delante. Creo que se enfrenta a un dilema que le va a dar dolores de cabeza: seguir con su perfil de agitador o decantarse por los clásicos. De que tiene recursos no hay ninguna duda; lo mismo encara un partido con un 5-2-3 que, como este domingo, dibuja un 4-2-4 para enmendar el resultado; prueba con dos delanteros centro y deja en el banquillo a su futbolista más rápido y desequilibrante; para terminar el partido con Barja, Osambela y el resucitado Iker Muñoz. Con los gustos tácticos del italiano estoy seguro de que el desencadenante de esta derrota va a volver a pasar, pero también confío en que acabe plasmando en Osasuna el fútbol que busca.
Hay algunas cosas positivas; los carriles están muy equilibrados en esfuerzos y despliegue con Rosier y Bretones; Herrando tiene entidad para ser un central que aparezca más a menudo en la alineación; Moncayola es ahora mismo el futbolista más sólido de este equipo, sumando los pulmones de un medio volante a la inteligencia de un creador de juego; Moi Gómez no es el canalizador de fútbol de la primera temporada, pero tampoco el futbolista apático de las dos últimas y el trabajo que está realizando el cuerpo técnico con él parece que puede repetirse con Iker Muñoz, que volvió a aparecer en escena.
Y mientras damos vueltas a esta cadena de fatales errores defensivos tampoco hay que perder de vista la baja producción en ataque, exigiendo poco a los porteros rivales. La reválida de septiembre da como mucho para un aprobado raspado.
El valor de Becker se devalua 14,5 millones en dos años
En dos años, el valor de mercado de Sheraldo Becker ha caído hasta los 2,5 millones, cuando en junio de 2023 (entonces en las filas del Unión Berlín) tocó techo con 17 millones. En Osasuna es el sexto futbolista de la plantilla mejor pagado, al nivel de Oroz y Catena.