El fútbol suele premiar la constancia, y en eso precisamente está la gran asignatura pendiente de Osasuna esta temporada. El conjunto rojillo muestra una dualidad tan evidente como preocupante: mientras que en los primeros tiempos se comporta como un equipo de la parte alta de la tabla, en las segundas mitades se desdibuja, cede terreno y puntos, y pasa a ocupar posiciones cercanas al descenso.

Los datos son tan claros como elocuentes. Si los partidos terminasen al descanso, Osasuna estaría viviendo un inicio de curso de ensueño. Según la clasificación parcial de los primeros 45 minutos, los de Lisci ocuparían el cuarto puesto, con 16 puntos sumados en diez encuentros. El equipo navarro ha ganado cuatro partidos, empatado otros cuatro y solo ha perdido dos en ese tramo. Su registro goleador habla de un bloque compacto y ordenado: cinco goles a favor y apenas tres en contra, con una diferencia positiva de +2.

En esos primeros compases, Osasuna se muestra reconocible. Es un equipo que presiona con criterio, defiende con solidez y encuentra en su intensidad una de sus principales armas. Los rojillos dominan el ritmo de juego, se adelantan en el marcador con frecuencia y consiguen mantener el control táctico del encuentro. En resumen, un conjunto competitivo, disciplinado y difícil de superar.

Sin embargo, al regresar de los vestuarios, todo cambia. Las estadísticas de las segundas mitades retratan a un Osasuna completamente distinto, casi irreconocible. En ese tramo de los partidos, el equipo cae hasta la decimoséptima posición, con apenas 8 puntos en nueve encuentros. Los números son claros: dos victorias, dos empates y cinco derrotas, con un balance goleador negativo de 6 tantos a favor y 10 en contra.

Esa diferencia refleja algo más que una simple cuestión de azar. Osasuna se apaga tras el descanso, pierde frescura física y mental, y sufre para mantener la intensidad defensiva que lo caracteriza en los primeros minutos. A menudo retrocede metros, entrega la iniciativa al rival y acaba pagando caros los errores. Los goles encajados en las segundas partes son un síntoma de desconexión y de falta de contundencia en los momentos clave.

El dato

Entradas para Oviedo. Ayer se pusieron a la venta 600 entradas para el Real Oviedo-Osasuna. La venta estará abierta hasta el viernes a las 13:30 horas.

Plan para esta semana. Osasuna entrenará hoy en Tajonar, posteriormente se marchará a Mallorca para preparar el encuentro del miércoles de Copa. Posteriormente, al acabar el encuentro, volverán a Pamplona para centrarse ya en el importante partido contra el Oviedo, donde los rojillos buscarán sus primeros puntos a domicilio.

Las dos caras de Osasuna

El contraste es llamativo: un equipo que en la primera parte sería candidato a Europa, en la segunda estaría peleando por la permanencia. Las causas pueden encontrarse en varios factores. En lo físico, Osasuna parece acusar el esfuerzo inicial, sobre todo en un estilo que exige presión alta y mucho desgaste. En lo táctico, el equipo pierde precisión en la circulación y se desconecta del plan de partido, especialmente cuando el rival ajusta su esquema en la segunda mitad. Y en lo emocional, la falta de reacción tras encajar un gol o ver reducida la ventaja es una constante.

Alessio Lisci es consciente del problema. En varias ocasiones ha insistido en la importancia de mantener la concentración durante los 90 minutos y de gestionar mejor los momentos del partido. No obstante, la estadística deja claro que hay un patrón que se repite. Osasuna arranca los encuentros con energía y claridad de ideas, pero conforme avanzan los minutos, el equipo pierde solidez y acaba pagando un precio alto.

En el Sadar y fuera de casa, la tendencia es la misma: el equipo domina los primeros tramos, pero le cuesta cerrar los partidos. Los aficionados rojillos lo viven con una mezcla de orgullo y frustración: orgullo por el espíritu combativo con el que el equipo inicia cada encuentro, y frustración por ver cómo, una y otra vez, los puntos se escapan en los minutos finales.

De mantener el rendimiento de las primeras partes, Osasuna estaría peleando de tú a tú con los grandes. Pero el fútbol dura 90 minutos, y ahí está el reto. Lisci y su cuerpo técnico tienen trabajo por delante para que la solidez y la concentración no sean solo una cuestión de media hora, sino la seña de identidad durante todo el partido.

Porque si algo está demostrando este Osasuna, es que sabe cómo empezar los partidos. Lo que necesita aprender, y pronto, es cómo terminarlos.