Osasuna - Celta, el análisis | 'Se trata de ganar'
La mayoría de los comentaristas coincidían al ponderar que Osasuna había sido mejor (durante más minutos) y que el Celta tuvo la habilidad de explotar sus oportunidades
Budimir resumió el partido en cuatro palabras: “Se trata de ganar”. Después de casi setenta minutos de manejar el juego, de doce disparos a portería en la primera parte, de remontar un 0-1 antes del descanso, del penalti no transformado por el croata a diez minutos del final; y del notable estreno de Osambela como titular, del despliegue táctico y físico de Moncayola, de la dirección acertada de Moi Gómez, de las lecciones de fútbol de Rubén García y de dos nuevos goles de un delantero que va para leyenda; también de la superioridad en la posesión, de la presión tan alta y tan bien acompasada, de los movimientos entre líneas confundiendo al rival, del ardor puesto en las disputas de balón, de renunciar al repliegue de anteriores partidos en El Sadar con ventaja en el marcador, después de toda esta parrafada tan larga, lo importante de verdad es lo que dice Budimir: se trata de ganar.
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Ahí está el ejemplo del Celta: un gol en el primer disparo a puerta cuando Osasuna le estaba avasallando; el segundo, en un saque de esquina raso al primer palo; y el tercero, el de la victoria, en una contra que encontró la calle libre en la banda derecha de los rojillos, desorganizados por cambios que no mejoraron nada y que, a fin de cuentas, le permitió rentabilizar una de sus mejores virtudes: el contragolpe.
La mayoría de los comentaristas coincidían al ponderar que Osasuna había sido mejor (durante más minutos) y que el Celta tuvo la habilidad de explotar sus oportunidades, análisis recurrente para resumir muchos partidos, pero que en el caso Osasuna más que un elogio supone un aviso. Una llamada de atención muy seria porque en esta ocasión ha venido a desmontar uno de los argumentos que sostenían la confianza en el cuerpo técnico y en la plantilla: los puntos conseguidos como local equilibraban la secuencia de derrotas como visitante. Ese comodín ha fallado.
Insinuaba Lisci el sábado la posibilidad de un cambio de sistema, pero en realidad fue un leve movimiento de piezas dentro del habitual dibujo de 5-2-3. Moncayola ocupó el lateral derecho, algo que no llama la atención por su polivalencia sino porque el jugador repescado para reforzar esa demarcación (Iker Benito) no se quita la etiqueta de suplente; y Osambela fue titular en la posición del competente Juan Cruz y del, imagino, sorprendido Jorge Herrando.
Supongo que estas alteraciones que provocan otro tipo de alteraciones se explican de puertas adentro –como lo que está pasando con Iker Muñoz, más todavía tras las palabras que le dedicó Braulio Vázquez– porque si no al problema de tener una plantilla corta se le puede acabar sumado el de tener a algunos futbolistas desmotivados. Asunto este que si ganas, no pasa nada, pero que si no sumas es otro hándicap añadido.
Dura derrota en casa
A las victorias se llega más fácil desde el convencimiento que desde la planificación, de pensar más en ganar que en cómo hacerlo. En estas diez primeras a jornadas, Osasuna ha tenido momentos con un alto rendimiento defensivo y ayer, sin embargo, cuando estaba realizando un fútbol notable, acabó recibiendo tres goles, la cifra más alta en lo que va de curso; ha ganado en una jugada estratégica a balón parado y comenzó a perder lo puntos ante el Celta en un gilicórner; y los porcentajes de posesión de balón no son directamente proporcionales al número de puntos conseguidos.
No imagino a Lisci renunciando a sus principios; si ha llegado a un equipo de Primera división es, entre otras cosas, porque no es un entrenador del montón y trata de ser reconocido por su personalidad. Con él en Osasuna, me parece una aventura muy interesante, no exenta, claro, de riesgos. Pero el entrenador no debe olvidarse de que esto va de ganar, como dice su hombre-gol, y en algunos momentos, como este de ahora, esa es aquí una premisa que está por encima de las demás. No importa como ganes, hazlo.
