Los aficionados más jóvenes, e incluso varios de los chavales de la plantilla rojilla, quizás se sorprendan cuando oigan o lean que hasta hace muy poco tiempo Osasuna era un habitante habitual del barro.
Del barro metafórico de la parte baja de la tabla. Ése al que el equipo ha vuelto en este primer tercio de la temporada después de muchos años sin apenas sumergirse en el lodo, gracias a los años de bonanza deportiva de Arrasate. Y quizás, ojalá, sea ésta una corta visita, pero siempre es mejor afrontar estos trances poniéndose en lo peor. Si vis pacis para bellum y todo eso.
Pero un (mínimo) consuelo: Osasuna tiene fama –ganada a pulso– de luchar bien en el barro. Porque aplica a rajatabla una receta ganadora en la que algunos de los ingredientes son no perder la calma; no creerse más de lo que es; que quien no ayuda por lo menos no moleste; y una afición que está a las duras y a las maduras. Y quizás todo haga falta.
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