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Juez de línea

Sevilla - Osasuna, el análisis | 'Queda declarado el estado de crisis'

Ni el juego ni los resultados ni las sensaciones acompañan en las últimas jornadas

EN FOTOS | Las mejores imágenes del partido.AGENCIA LOF

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Sin intención de dramatizar, pero Lisci vive su primera crisis en Osasuna. Se veía venir. Ni el juego ni los resultados ni las sensaciones acompañan en las últimas jornadas. En el inicio del Campeonato, el equipo ofreció minutos y alternativas muy interesantes, con derrotas ajustadas como visitante y manteniendo el tipo en El Sadar. Pero el varapalo aplicado por el Celta, aunque inmerecido, comenzó a desnudar al equipo, castigado además por las lesiones de piezas fundamentales de la plantilla, que si ya era corta de efectivos ahora no da para llenar cinco taxis. Los recientes accidentes en Oviedo y Sevilla han reventado la presa de contención levantada alrededor de un entrenador que necesita tiempo, sosiego y, ahora, reflexión.

El periodo de cortesía, sin embargo, ha caducado sin necesidad de llegar a los cien días. A partir de hoy, la afición va a pedir un examen intenso para explicar por qué Osasuna está como está: rendimientos individuales, fichajes, decisiones del entrenador, lesiones, actuaciones arbitrales... Osasuna tiene mala pinta, quizá la peor desde que Arrasate llegó a Pamplona y “del barco de Braulio no nos moverán” incluido. Lisci no ha conseguido implantar su método y el cambio de dibujo tampoco ha mejorado las cosas. El italiano ofrece a pie de campo una imagen nerviosa y crispada, gesticula con las decisiones arbitrales y corrige constantemente a sus futbolistas.

El entrenador viene asumiendo que los planes no salen como esperaba, y pese a la autocrítica que nace del análisis de los errores (propios y ajenos) el trabajo de la semana no mejora las cosas. Cuando digo las cosas doy por bueno el resultado por delante del rendimiento; porque ganar cuando estás en un enredo de este tamaño siempre da más tranquilidad que agarrarse al tópico de “lo estamos haciendo bien pero no tenemos suerte”.

Ya sabemos que la suerte en el fútbol consiste en que tus futbolistas cometan menos errores gruesos que el rival o que un rebote del balón lo envíe a la grada o al interior de la red, o que uno de los tuyos patee el gemelo del rival en lugar del balón y que te gane de penalti un rival con el que compites toda la tarde en mediocridad; y por ahí han comenzado a torcerse las cosas.

Ayer mismo, el gol que hace estallar la crisis nace de un gesto improcedente: Catena se queda parado pidiendo una falta, Juanlu corre viendo el territorio libre, Boyomo va al cierre abandonando a Akor que con su remate provoca una gran intervención de Sergio Herrera. Y de ahí, el córner, el penalti y la séptima derrota. Y una vez más la ineficacia como visitante, con Raúl García de Haro desperdiciando la ocasión para empatar y la oportunidad para ganar credibilidad.

Los puntos sumados por Osasuna en las doce primeras jornadas son diez menos que en el mismo tramo de la anterior temporada. ¿Qué ha ocurrido? En el inicio del pasado curso, el equipo era más resolutivo como local, impulsado por el factor desequilibrante que fue Bryan Zaragoza, que en ese arranque del ejercicio ofreció un rendimiento que no volvió a repetir en los meses siguientes. Ahora, Osasuna ha llegado a desplegar un fútbol alegre, intenso en la presión, con vocación de colocarse por delante en el marcador; sin embargo, la estrategia de pararse atrás en los segundos tiempos ha sido un riesgo que reventó el Elche y luego el Celta llenó de dudas sobre la pericia de la plantilla, origen de este estado de abatimiento que no han logrado sacudirse los jugadores ni revertir el entrenador.

A Lisci, esta crisis no le coge sin argumentos. Vivió una experiencia más intensa con el Levante aunque en el momento de tomar las riendas tenía a su beneficio que el club asumía el descenso como irreversible. Ahora no es lo mismo y la prueba que debe superar es de órdago. Porque el osasunismo ya ha pasado por esto muchas veces: la inquietud ante una amenaza de descenso; pero llevamos siete años viviendo en una nube (por méritos propios) y ninguno de los miembros de la plantilla se ha visto en una de estas. Y eso también es preocupante cuando llega una crisis.