En 1940, mientras la España franquista celebraba en la más acendrada pobreza el IV Año Triunfal del Caudillo, contado a partir de la fecha del "Glorioso Alzamiento" de 1936, medio mundo se destrozaba en la recién empezada II Guerra Mundial. El mariscal alemán Erwin Rommel, llamado por sus propios enemigos el zorro del desierto, triunfaba en el Norte de África, mientras que en Europa los aliados eran copados en Dunkerke, y veían impotentes cómo los nazis traspasaban la mítica línea Maginot, cercando París.
En la Pamplona de aquellos días, mientras tanto, las tertulias se dividían entre germanófilos entusiastas y algunos anglófilos más o menos declarados, que acudían a los corrillos sin alzar mucho la voz, por si acaso. La imagen recoge un frío día invernal de aquel año, con el lugar totalmente desierto. Al fondo se aprecia la Bajada de Javier y, descollando por encima de las casas, se ve la torre de la iglesia de San Agustín, cuya fachada se abre en la calle homónima. La plaza de la Compañía debe su nombre a la vecina calle de la Compañía, llamada así porque desde 1580 acogió a la primera sede de la Compañía de Jesús, en cuyas aulas llegarían a dar clase José Moret y Francisco Alesón, eminentes historiadores, Francisco de Isla o el mismísimo Padre Astete, el del célebre catecismo.
HOY EN DÍA, la primera impresión que nos asalta al contemplar las dos imágenes es que la plaza no ha cambiado tanto, aunque la realidad es que ha experimentado, a lo largo de los siglos, numerosos y variados avatares. Nos consta que la calle de la Compañía se llamó originariamente calle de Santa Caterina (siglo XIII), y en el siglo XIV calle del Alfériz, puesto que el poderoso caballero Charles de Beaumont, alférez del reino, tuvo aquí una casa o palacio, que contaba además con una huerta de gran tamaño, situada exactamente donde hoy se encuentra la plaza.
Con la compra de aquella huerta por parte del Consistorio, en 1913, la vieja pieza se convirtió en plaza pública, periodo al que pertenece la foto antigua, hasta que en el año 1953 se levantaron las populares Escuelas de La Compañía (Grupo Escolar Martín Azpilcueta), que ocuparon y colmataron totalmente el espacio de la plaza. Treinta años después, no obstante, y como ejemplo de las vueltas que da la vida y el urbanismo de Pamplona, las escuelas se derribaron y se estimó conveniente recuperar la plaza que había existido durante la primera mitad del siglo XX. Ah, y se nos olvidaba decir que, como toda plaza que en la Pamplona de los últimos años se precie, tiene un parking subterráneo, marca de la casa.