EN 1902, la actualidad española estaba marcada por la coronación de Alfonso XIII, hijo póstumo del rey Alfonso XII, acaecida al alcanzar la mayoría de edad y tras la larga regencia de su madre, la reina María Cristina. El nuevo reinado llenaba de ilusión a los monárquicos españoles, que tan solo cuatro años antes habían soportado la humillación del Desastre de 1898, y que creían que con el joven rey podría darse una regeneración del país.
En agosto de 1902, Alfonso XIII realizó una visita a Pamplona, acompañado por el ministro de la Guerra, general Valeriano Weyler. El motivo fue aprovechado por los munícipes navarros para plantear una antigua aspiración: que Pamplona dejara de ser considerada "plaza militar" para poder edificar fuera de las murallas y crecer conforme a una ciudad de su época. Pamplona contaba entonces con cerca de treinta mil habitantes, y los niveles de insalubridad y hacinamiento intramural eran ya preocupantes, obligando a no pocos pamploneses a emigrar. A pesar de todo, no consiguieron sino vagas promesas y dilaciones. La fotografía nos muestra un momento de aquella visita, con el joven Borbón y su séquito inspeccionando las murallas en el sector del baluarte de Gonzaga. Se adivinan detrás las huertas de la Rotxapea, así como la central eléctrica municipal, coronada por una alta chimenea (1), y junto a ella dos de los arcos del puente de Santa Engracia. Al fondo se distingue el perfil inconfundible del monte Ezkaba, también llamado San Cristóbal.
HOY EN DÍA, la zona ha cambiado hasta el punto de hacerla irreconocible. Después de 1902 la expansión extramural de Pamplona tuvo que esperar todavía muchos años, y tan solo cuando, tras la Primera Guerra Mundial, se vio que aquel tipo de murallas era ya militarmente ineficaz, se autorizó el ensanche de una Pamplona que había visto perderse demasiadas oportunidades de desarrollo. Desapareció así el baluarte de Gonzaga, y sobre sus restos se levantó la zona conocida hoy como Vista Bella. Desde este lugar, cuya barandilla se ve en primer término, se aprecia el perfil inconfundible del monte Ezkaba-San Cristóbal, y aunque la vieja central eléctrica fue derribada hace poco tiempo, se distinguen aún los arcos del puente de Santa Engracia, rodeado por las construcciones de la nueva Rotxapea.
En cuanto al reinado de Alfonso XIII, debemos decir que pocas cosas salieron según lo esperado. En su tiempo estalló la llamada Semana Trágica de Barcelona, acaecida tan solo siete años después de la obtención de la fotografía antigua. También se dio la sangrienta y absurda Guerra de África (1911-1927), con las masacres de Annual y Monte Arruit de 1921. La descomposición continuaría con el apoyo del monarca al golpe de estado y posterior dictadura de Primo de Rivera (1923), y el retorno de la democracia supondría en definitiva la marcha del rey, que partiría al exilio tras el 14 de abril de 1931, para morir 10 años después en Roma, el 28 de febrero de 1941. Un final triste para un reinado nefasto.