"muchas veces parece que solo pueden hablar entre ellos. Pasas por la calle y ni los ves o apartas la mirada. No tiene por qué ser así. Todos somos iguales". Así de rotunda se muestra María Acebrón, de 19 años, cuando habla sobre las personas sin techo o con techo, pero solas en la vida. Lo dice alguien que lleva compartiendo desde enero, junto con otros voluntarios, su tiempo con estas personas y ofreciéndoles bocatas, caldo y café. Con esta idea nació la Asociación Bokatas Navarra. Todos los lunes y jueves en la plaza de Recoletas y los martes en la trasera de los Caídos, de 18.30 a 20.00 horas, conversan y meriendan junto a ellos.
La iniciativa surgió en Madrid en 1996 y actualmente Bokatas tiene delegaciones en Madrid, Cataluña, Asturias y Navarra. "Nosotros conocimos la idea y nos pareció que aquí también es necesario. Al principio teníamos dudas de si saldría, nos lanzamos y ha funcionado", explica Acebrón. Comenzaron en enero. Era un grupo de cinco personas y acudían dos días a la semana. Ahora son 29 voluntarios y han ampliado un día más el servicio. Acebrón recuerda cómo fue el primer contacto. "No fuimos todos los voluntarios ni estuvimos con todos ellos, sino con un grupo en el que ya había vínculos entre ellos".
el acompañamiento, clave Pablo Martinicorena, de 45 años, es otro de los voluntarios. Como el resto de personas que forman parte de la asociación, tiene claro que "al final lo del bocadillo es una excusa para hablar con ellos", recalca. Acebrón opina lo mismo: "Agradecen mucho el bocata, pero lo que buscan es alguien en quién apoyarse, que le ayude a resolver los problemas y se interese por ellos".
De ahí que el acompañamiento sea clave. "Hasta que realmente te cuentan su problema, tienes que ir tres o cuatro veces", indica Martinicorena. Sin embargo, una vez que encuentran a una persona en la que confiar, la mayoría se abre. Acebrón recuerda el caso de una "chica joven que quería entrar a un centro de desintoxicación, pero le parecía que no podía. Si tu estás ahí y le dices que puede y le ayudas con los trámites, es mucho más fácil", relata Acebrón. Tras ella, enseguida empezaron varios a completar los papeles para entrar. "Si ven que gente de su círculo sale, y que tú pones los medios y confías en ellos, ellos también confían más en sí mismos", subraya Acebrón.
Un problema muy común que han detectado es "que les cuesta mucho hacer cosas que a nosotros nos parecen muy fáciles. Por ejemplo, conseguir un alquiler", apunta Acebrón. También hay personas con inquietudes por formarse, "alguna quería empezar a estudiar enfermería", indica Acebrón.
¿cómo funciona? Los 29 voluntarios de la Asociación Bokatas se organizan para asegurar que todos los lunes, martes y jueves salga un grupo que preste el servicio. Una hora antes de la cita (se reúnen a las 18.30 horas) acuden a la iglesia de San Pedro, en Mutilva Baja, para preparar los bocadillos. "En total utilizamos siete barras de pan (que una empresa les cede) y nos salen entre 30 y 40 bocadillos", resume Acebrón. Los bocatas son de tortilla, atún con mahonesa y embutidos. También les ofrecen bollos para tomar con el café. El colegio Sagrado Corazón les dona parte de los alimentos.
Una vez hechos, van al lugar. Cada voluntario, a base de acudir frecuentemente, se ha implicado con una persona. Acebrón, en este punto, insiste en la necesidad de comprometerse. "Cuando llegó gente nueva, muchos querían probar y después igual se iban, pero es su vida. No son monos de feria, no puedes ir un día; llegar, ver y luego irte". Fruto de este compromiso, se ha establecido un cita a la que acuden ambos grupos de forma constante. "Son 25 y ahora ya nos esperan. Por ejemplo, vinieron los días que nevó mucho solo por no hacernos el feo. Hacía un frío horrible y nosotros fuimos por ellos y viceversa", afirma Acebrón.
Tras finalizar la ruta, los voluntarios se reúnen para comentar las necesidades que han visto. Tras el análisis, se emite un informe con los problemas detectados (si ha aparecido gente nueva, las personas que no han acudido, materiales que precisan, etc) y se comunica a todas las personas "para ver quién puede resolver esas necesidades. Cada uno se ofrece y hace lo que puede", precisa Acebrón. Actualmente están intentando localizar una silla de ruedas y les gustaría que la ruta se hiciese todos los días.
"aprendes muchísimo de ellos" Para María Cires, de 19 años, la experiencia está siendo muy positiva. "Son muy agradecidos y te dan mucho más de lo que tú aportas". Su amiga, Ángela Vallejo, de la misma edad, afirma que "son personas de las que aprendes muchísimo" y en opinión de Marta Bazón, de 19 años, la iniciativa "te ayuda a valorar más lo que tienes. Ves cómo hay gente muy culta y que acaba de una manera que no puedes imaginar", relata. Acebrón coincide con ella. "Es muy fácil pasar de donde estamos nosotros a donde están ellos. No tienen la dignidad que deberían. Lo que queremos nosotros es devolverles esa dignidad tratándoles como a un igual", concluye.